Alguien que merezca tu amor, un comienzo contigo

Capítulo II

Un año después de haber aceptado ser novia de Mario, decidí evitarlo. Era la mejor manera para que deje de gustar de mí.

Pensaba que así él se cansaría de buscarme y terminaría conmigo, pero no fue así. Nunca fue así.

No había necesidad de esconderse.

Llegué con Sebastián al colegio. Sebas siempre me llevaba en su bicicleta, sin embargo, ese día se malogró.

Mario venia corriendo, gritando: "¡Lisa! ¡Lisa!".

—Creo que es mejor que me vaya... —dijo Sebastián.

Incómodo como siempre.

—¿Qué? ¡No! —Tomé su brazo—. Acompáñame, por favor.

Sebas me miró y yo solo puede dar... excusas.

—Somos amigos... Vamos... Siempre era así: antes hacías todo por mí: me venias a recoger a mi casa, me atabas los zapatos, me pedias el almuerzo y ahora... nada. Absolutamente nada. Solo te has encargado de hacer esto más difícil. Mario... Tú... Ellos... Sabes que es difícil.

—Lisa.

Solté su brazo.

—Lo siento, pero no es mi problema. Nunca acepté estar con él.

Cierto. Nunca lo aceptó, pero yo sí.

—Por favor...

—Lo siento —dijo cabizbajo.

Sin decir más, le arranché mi mochila que estaba por entregarme.

Sebastián solo llegó a suspirar.

—Quisiera ayudarte, pero... no puedo —susurró.

No respondí a su susurró, solo decidí irme como siempre.

Las cosas con Sebastián cambiaron desde que acepté estar con Mario. Me dejó de hablar por un tiempo.

Recuerdo que dejó una nota en mi carpeta, decía:

"Hasta los más fuertes caemos"

Una semana después de la nota empezó a esperarme en la esquina de mi casa. Sentí como poco a poco se alejaba.

Cuando Mario pasaba por mi casa le decía que había olvidado algo y demoraba horas.

Mi intención nunca fue evitarlo... Solo quería que todo vuelva a ser como antes.

Me arrepentía de mi decisión, sin embargo, eso ya pasó.

Tal vez en ese momento quería demostrarle a Sebastián que podía vivir sin él.

Todo lo que malogré era arreglado por él.

Me escapé al baño topándome con Jimena.

—¿Estás bien?

—¿Eh?

Literal lo pronuncié.

—Lo digo por tu cara. —Hizo una seña con su mano indicando su rostro.

—No. Nada. Hasta... después. Nos vemos en clase.

—Claro...

Salí y empecé a pasear por el colegio. Casi nadie rondaba por el patio de la escuela. Y digo casi nadie porque ahí me enteré que los chicos de grado superior... se encontraban mirándome.

—Yo... Lo siento. Creo que debería irme... —Señalé el edificio donde se encontraba mi aula.

Los chicos no dijeron nada.

Caminé rápido y choqué con la mirada de Joel.

Luego de las clases, Sebastián y yo nos encontramos en el comedor. Siempre fue así, cuando teníamos discusiones nos tomábamos un tiempo para pensar en todo y luego de que las aguas se calmaran, volvíamos a hablar como si nada hubiera pasado.

—Sabes, a veces me pongo a pensar en las estrellas.

—¿Estrellas? —Me miró Sebastián confundido con lo que decía.

—Sí, ¿cómo pueden ser tantas y estar tan solas? No sé, pero... a veces pienso que...

Sebastián colocó una gelatina en mi plato haciendo caso omiso a lo que decía.

—Hay que comer primero. —Sonrió cálidamente, tratando de decir: "está bien"

Suspiré, pensaba que él solo quería que me callara. Y con la mirada en el plato le dije:

—Estoy... Estoy buscando una carrera para...

Me cortó.

—Falta demasiado para eso, pero si tanto te importa puedo ayudarte.

«Siempre es lo mismo», pensé.

—Gracias, yo...

Llegó Mario, se sentó a mi lado y tomó la gelatina.

—Rica, pero no es mi sabor favorito. Prefiero... —Miró a Sebastián— ... la de menta. —Puso la gelatina sobre la mesa.

—Hola, Mario. Que sorpresa verte por aquí. Siempre pensé verte en el salón de detención —dijo sarcásticamente Sebastián.

Mario superpuso su brazo en mi hombro.

—Nos tenemos que ir así que nos vemos.

No sé porque, pero me puse de pie cuando Mario dijo eso y nos fuimos juntos. Cuando caminamos más noté que el brazo de Mario seguía en mi hombro. Lo quité y me adelanté.

Tal vez las cosas habían cambiado, pero no los sentimientos de Sebastián.

El aula parecía un lugar de extraños. Al director se le ocurrió colocar a cuatro alumnos de un grado menor al aula. Todo se sentía desértico. Nadie decía nada, todos prestaban atención a las clases y se retiraban cuando estas terminaban.

—¿Por qué tuviste que hacer eso?

—¿Qué cosa? ¿Hablas de lo de ese chico?

—Sí.

—Aléjate de él. —Me miró.

—¿Qué?

—Como lo escuchaste, aléjate de él. La gente pensará que son novios.

—¿Qué? ¿De qué hablas? —dije nerviosa y me puse de pie.

La tensión se fue porque un compañero nuestro se acercó.

—Chicos, ¿cuándo nos reuniremos? —dijo mirándome.

Para mi mala suerte lo miré despectivamente.

—No voy a reunirme. No haré el trabajo. —Mario se puso de pie—. Haz lo que te dije así te ahorraras más problemas.

Mario pasó por el lado del chico chocando apropósito con su hombro.

Suspiré, de nuevo.

Era algo complicado decir lo que sentía, no era de hablar ni nada. Solo espera como siempre a que Sebastián solucione todo. Aunque tratara de hacerlo sola sabía que eso no iba a ser posible. A veces me ponía a pensar en que hubiera pasado si Sebastián hubiera ido ese día. Tal vez toda esa tontería no habría pasado. Tal vez Mario y yo seguiríamos siendo amigos. Sabía que todo eso podría haber sido posible. ¿Acaso otra dimensión? ¿Otra línea de tiempo?

Ja, era un poco estúpido.




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