—Mario... ¿Podemos hablar?
Pensé que era el momento justo para todo. Mi mente estaba clara. No tenía por qué dudar de lo que sentía.
—Yo también quiero hablar contigo.
—¿Qué? Sí. Dime.
—Sé que no he estado haciendo las cosas bien desde el principio, sé que tal vez la manera en que te declaré mi amor fue algo inapropiada, pero... quiero decirte que me gustas demasiado. Yo... Me has gustado desde el primer día en que nos conocimos, siempre pensé que me corresponderías... —Me miró.
Bajé la mirada.
—Parece que solo fui yo el que sintió eso. No te culpo, ¿sabes? —Tomó mis manos—. Lisa, quiero comenzar de nuevo. Quiero que esta vez tú te enamores de mí. Quiero que veas en mí algo que nadie tenga.
—Yo...
No sabía que decir. ¿Era cierto?
—Solo dame dos meses, después de eso, tú decides si seguir con esto o solo dejarlo ahí.
—Mario... —Lo miré.
Creo que podía notar lo que sentía.
—Intentémoslo.
No estaba segura acerca de eso, sabía que me gustaba Joel, pero él no a mí. Quería intentar algo con Mario o quizás solo quería engañarme para no enamorarme más de Joel.
Joel... Lo único que pasaba por mi cabeza.
—¡Buenos días!
—Ah, hola. Viniste... muy temprano.
—Te dije que estaría media hora antes. —Extendió el brazo y me entregó un ramo de flores—. Esto es para ti.
—¿Uh? Yo... —Lo recibí—. Gracias. —Sonreí.
—¿Vamos?
—Ah, sí. Claro.
No sé qué pasó por mi cabeza en ese momento. Realmente no lo sé.
—Pensaba en hacer el proyecto juntos, ¿quieres venir a mi casa?
—Realmente no lo sé. Puedo hacerlo con las chicas, no es necesario que estés ahí. Está...
Cortó.
—Quiero ayudar, te lo dije ayer, quiero que te enamores de mí.
—No es necesario que hagas todo esto —dije en voz baja.
—Pero quiero hacerlo.
—Oye... No quiero que lo tomes a mal, pero... esto es nuevo para mí. Nunca habías venido hasta mi casa para recogerme, nunca. Hoy me propones ayudarme a completar el trabajo, pero no sé si eso sería bueno. Cuando... Cuando te decía que teníamos que hacerlo, solo dejabas el dinero y yo le decía al grupo que estabas enfermo cuando no era cierto. No quiero que cambies de la noche a la mañana, solo quiero que seas tú. Fingir...
—¡Lisa! ¡Cállate! —Suspiró—. Mañana regresaré a la misma hora, por favor, estate lista. —Se puso de pie y se marchó del salón.
—Claro... Es lo de siempre —susurré
Caminé y caminé mirando mis zapatos. Sabía que esto era malo, no era lo que quería. Aunque quería terminar con él, no podía. ¿Como me vería la gente? Eso era lo que más temía. Una chica que recién termina con su novio y se enamora de otro rápidamente. No, la gente lo vería mal. Tenía que ser él el que termine conmigo. Pero... ¿cómo?
—¡Oye!
Alcé la mirada, vi a Sebastián.
—¿Dónde estabas?
—Ah, hola.
—¿Qué pasa?
—Nada.
—Te... fui a recoger, pero no te...
—Estaba con Mario.
Sebastián me miró confundido.
—Queremos arreglar las cosas, él quiere que me enamore de él.
—¿Qué?
—Lo que escuchaste. Quiere que guste de él.
—Ja, ¿te estás escuchando?
Lo miré confirmando.
—El que quiere eso es él, no tú.
Bajé la mirada.
—Yo... te quiero mucho, ¿sabes? Y todo lo que pasa contigo también es mi problema, pero por más contradictorio que suene, esto no lo puedo hacer yo. Tienes que tener el valor de decirle lo que realmente sientes, no puedes solo quedarte callada. Dile, dile lo que realmente sientes desde el principio. No lo vas a corresponder.
Volví a mirarlo.
—Sebas... Han pasado tantas cosas que puedo sentir que todo esto es por algo. Tal vez en algún momento de mi vida, me enamore de él. Quizás yo... lo pueda corresponder, quizás algún día lo mire y le diga que lo amo, que daría todo por él, pero... aunque ahora sea un no. No puedo rendirme.
—No puedes rendirte. Ja. Es broma, ¿no?
—No me entiendes y sé que nunca lo harás, pero déjame demostrarte que con esfuerzo todo se puede. Yo creo poder hacerlo bien. Yo quiero...
—¿Te estás escuchando? ¿Qué es esto? ¿Una competencia? ¿Acaso crees que todo esto es igual que un problema de matemáticas? Escúchate, por favor, date cuenta...
Paro sin terminar. Podría jurar que quería decir algo más.
—Confía en mí. Me tengo que ir.
Llegué al colegio, pero no quise entrar a mi aula. No quería intentar nada.
Me encontraba sentada en la escalera.
—Oh, que chico es el colegio, ¿no crees?
Volteé a ver quién era.
—Buenos días. —Me puse de pie, bajé las escaleras.
Joel agarró mi brazo.
—¿Qué te pasa? Suéltame.
—¿Tienes algo que decirme?
Lo miré confundida.
—¿Algo que darme?
Desvié la mirada.
—¿De qué hablas? —dije nerviosa e hice que Joel suelte mi brazo—. Vete a tu aula. —Bajé las escaleras.
—¡Tienes una bonita letra!
—¿Qué? —Volteé a verlo.
—Buen vocabulario. —Bajó un escalón.
—No sé de qué hablas.
—Buena ortografía. —Bajó un escalón.
—Oye... ¿Qué dices? No lo entiendo.
—Buena caligrafía. —Bajó otro escalón.
Miré con temor.
Joel se acercó, tomó mi brazo y me apegó a él.
—Tienes buen gusto en hacer cartas, ¿sabes? —susurró en mi oreja.
Recordé el momento en que se tropecé, se me cayó la carta.
—Yo... ¡No sé de qué hablas!
Señaló mi corazón.
—Acaso... ¿Lo escribiste con esto?
—¿De qué hablas? —Empecé a reírme muy nerviosa—. Creo que te equivocas de persona. —Volteé para bajar las escaleras.
—Lisa Durand.
—¿Qué? —dije en voz baja.
—Nunca pensé sentirme así, la primera vez que nos vimos, nuestros encuentros. Todo, todo ha sido tan...
Mordí mis labios, volteé y alcé mi brazo para alcanzar la carta.
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Editado: 10.06.2022