Alguien que merezca tu amor, un comienzo contigo

Capítulo XIV

—¿Qué? ¿Qué dijiste? —dije nerviosa y en voz baja a Joel.

—Lo que todos escucharon. ¡Me gusta Lisa!

Todos empezaron a murmurar, dijeron cosas como: "Es una perra maldita", "Ella tiene novio, pero quiere con Joel", "Que zorra", "Eso es increíble". Mientras otros se quedaron sorprendidos, Martina y Sebastián solo miraron lo que pasaba. Martina recién había llegado. Sebastián no se atrevió a mirarme por un segundo.

Joel volteó a verme.

—Así que no la molesten, si se meten con ella se la verán conmigo. —Joel me agarró del brazo.

Salimos del salón.

Vi como Sebastián se quedó parado y apretó su mano.

Joel me llevó a la parte más escondida de la azotea.

—¿Qué crees que haces? ¿Enamorado? ¿De mí? ¡Vamos, por favor, escúchate! —grité enojada, lo miré a los ojos.

—Y que tiene si es verdad... —Correspondió a mi mirada— ... o mentira. Te estoy ayudando.

—¿Cómo puedes llamar a esto ayuda? —pregunté entrecortada—. Esto es otro problema más. Todo esto es tu culpa. —Me agarré la cabeza.

Quise irme de ahí, pero él trató de ''ayudarme''.

—¡Espera!

—¡Cállate! ¡Solo cállate! Necesito pensar en una solución. —Me agarré de nuevo la cabeza.

Joel se acercó, pero yo me alejé.

—No, no te me acerques —dije con el brazo estirado.

—Estás siendo demasiado...

—¿Exagerada? —Lo miré fijamente—. ¡Mira todo lo que ocasionaste! Primero... —Bajé la mirada, volví a alzarla—. Primero con la carta. Luego, me entero de que no fuiste tú. Después, te me acercas, me hablas. ¡No te das cuenta de que me confundes! ¡Me haces...!

Joel trató de acercarse.

Retrocedí. Bajé la mirada.

—No, por favor, solo quédate ahí. —Lo miré—. ¿Acaso estás jugando? Me haces quedar mal, debiste... no, él debió... —dije con lágrimas en mis ojos—. En realidad, yo debí terminar... Debo terminar con todo esto.

—Oye... —dijo Joel y se acercó—. Está bien.

Retrocedí.

—Tengo que hacerlo. —Lo miré contenta y con lágrimas en los ojos.

—¿Qué crees que haces? —dijo voz baja Joel.

Sin pensarlo dos veces, corrí a mi aula, abrí la puerta. Di pasos ligeros hacia el asiento de Mario.

—Hay... Hay que... —Bajé la mirada—. Quiero terminar contigo. —Lo miré fijamente.

—¿Qué? —preguntó Mario entrecortado.

Entró Jimena corriendo.

—Mario, no me vas a creer esto. —Su mirada se dirigió a mí.

Volví a mirar a Mario.

Mario miró a Jimena.

—¿Qué pasa? —Volvió su mirada hacia mí.

Ojalá no hubiera entrado tan feliz.

—Lisa. —Me miró Jimena como retándome—. Nuestra queridísima Lisa. Está con otra persona.

—No, eso no... —Traté de aclararlo.

—¿No? ¿Vas a mentir? Todos estuvimos ahí, ¿acaso no nos viste? —Jimena se acercó a mí—. Lo siento mucho. —me susurró. Se acercó a Mario—. Mira, Mario. —Le mostró el video donde Joel decía que gustaba de mí.

—¿Qué es esto? —dijo Mario y tiró el celular a la mesa.

—No es lo que pien...

Volvimos.

Me tiró una cachetada.

—¿Crees que soy estúpido? ¿Crees que todo esto es una broma? ¿Acaso pensaste que podrías jugar conmigo? ¿En serio creías que podrías hacerlo? —Mario me agarró del cabello y me tiró contra la pizarra—. Todos van a saber quién eres realmente. —Agarró mi brazo, hizo que me ponga de pie.

Me sacó al patio.

—¡Por favor, suéltame!

Mario sujetó más fuerte mi brazo.

—¡Oigan, chicos! ¡Me acabo de enterar de que esta zorra me es infiel! —Mario me miró, me tiró al suelo, caminó hacia Jimena—. No quiero que esto quede así.

—Claro. —Jimena sonrió.

Mario se fue y Jimena se acercó con sus amigas, les dio una señal.

—Que zorra que eres, amiga —dijo una de ellas.

Hicieron que me ponga de pie y me empezaron a empujar.

—¿Cuánto tiempo pensabas mantenerlo en secreto? —preguntó Jimena.

—¿De qué hablas? —dije nerviosa.

—¿Chicas, no tienen ganas de pegarle? Miren como nos deja paradas, ahora como nos verán los hombres, ¿Cómo unas perras? ¿Zorras? ¿Cómo unas cualquieras?

Las amigas de Jimena se miraron.

—Ella tiene razón, hay que darle su merecido —dijo una de ellas.

—Sí.

—Sí, sí.

Respondieron las demás.

Empezaron a pegarle a Lisa, esta llora.

Joel solo vio la escena, quería avanzar, sin embargo, había algo que lo detenía. ¿Qué era lo que sentía? ¿Por qué le preocupaba lo que le pasaba? Al responderse esas preguntas, corrió hacia ella, mientras que Sebastián pasaba por su lado. Este le dijo: —No se lo digas. Joel solo asintió, yendo donde Lisa estaba, la cargó y se la llevó. En la azotea, Joel curó las heridas de Lisa. Ella no dijo nada. No quería hablar de eso, solo quería un abrazo.

Joel me miró.

—¿Te sientes bien?

—¿Bien? —Solté una risita en forma de sarcasmo—. ¿Hablas en serio?

Joel bajó la mirada.

—No sé qué decirte. No soy el tipo de...

Corté. Estaba cansada.

—¿Dónde está Sebastián?

—¿Sebastián? Bueno, no lo sé. Yo fui el que te trajo aquí —Me miró—. Tienes un poco de...

Me alejé, agarré el algodón.

—Yo puedo hacerlo —dije nerviosa.

—Está bien.

Fue tan difícil quedarme ahí por varios minutos. Ni siquiera podía recordar el dolor que sentía por los golpes de las chicas. Me pregunté si seguiría en el mismo asiento con Jimena después de lo que me hizo. Además, era muy obvio que los profesores estaban ocupados con sus cosas. Se suponía que era un colegio ejemplar, pero ciertamente solo era nombre.

—Ya está, estoy bien. Me voy. —Me puse de pie, pero no pude caminar bien. Parecía que me había torcido el tobillo.

—No, aún no estás bien —dijo Joel, se acercó a mí y trató de ayudarme—. Estás...

—¡Suéltame! —grité y caí de inmediato—. Mierda... —dije en voz baja—. Voy a buscar a Sebastián —dije entrecortado. Me levanté, caminé lento, me detuve—. Te pido que, por favor, me dejes de hablar.




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