Alguien que merezca tu amor, un comienzo contigo

Capítulo XVII

Desde el encuentro que me di con Mario, empezamos a salir más... Bueno, no salir, salir. De ir de un lugar a otro, si no que íbamos al colegio juntos. Aunque al inicio era algo incómodo, eso ya había pasado.

—¿Podrás ir al campeonato de futbol? —preguntó Mario.

—No creo... Tengo que entregar algunas tareas.

—Que mal... Entonces...

Miré que Sebastián llegaba al colegio.

—¡Me tengo que ir! ¡Hablamos luego! ¿Bien?

Lo que me gustó de esa reconciliación fue que tenía más libertad. No tenía que darle muchas vueltas al asunto. Solo decía algo y si quería irme me iba... Pero no fueron muchas veces en las que hice eso.

—Sí...

Corrí detrás de Sebastián.

Había pasado ya unas semanas desde que no hablábamos. Me sentía un poco extraña, casi siempre pasábamos el día juntos.

Cuando ya estaba por alcanzarlo.

Alguien me jaló del brazo. Era Joel.

—¡Qué!

—¡Chss! Vamos...

—¿Eh?

—Hay que escaparnos —dijo Joel.

Me miró por unos segundos y me empujó contra la pared.

—¿Qué crees que haces? —dije en voz baja.

—Ya verás. —Sonrió.

Aún no lo comprendo. Como era posible que alguien me pueda dominar tan fácilmente. Quería que él también sintiera lo mismo, pero sabía que era imposible. Lo único que podía hacer era disfrutar esos momentos.

Corrimos.

Y llegamos a un edificio abandonado. No es que lo supiera, pero se notaba que nadie había estado ahí como por muchos años.

—¿Qué hacemos aquí?

—Es mi lugar favorito.

—Se nota, pero por qué estamos aquí arriba.

—Desde aquí nadie nos ve.

—Ay... Me olvidé decirte, pero odio los lugares altos.

—¿En serio? —Me miró—. Tranquila, estás conmigo. —Me tomó de la mano.

Sonreí.

Joel trajo unas bebidas. Pero casi no agarro ninguna, hasta que vi un jugo de naranja. No sé si se había acordado... No lo creo. Pero me gustó que estuviera ahí.

—¿Y qué es lo que más te apasiona?

—Leer, dibujar, tocar instrumentos... En realidad, muchas cosas.

—¿Tienes tanto tiempo?

—No, no es eso. —Agarré un bocadillo y me lo comí—. Es solo que mi mamá me metió en muchas cosas para que piense que no estaba ausente, pero... Ya sabes... Me di cuenta.

—Oh...

—¿Y a ti? ¿Qué te apasiona? —pregunté.

—Bueno, nunca lo había pensado. Tal vez solo...

Lo miré.

—No lo sé.

—Entonces, ¿qué piensas hacer después de que termine el colegio?

—Iré a grado superior, ¿no? Además de estudiar.

—¿Qué estudiarás?

—Aún no lo sé.

—Eso que es muy difícil, ¿verdad? Yo también cuando pensé en eso no sabía que responder, pero quiero ser arquitecta.

—¿Arquitecta?

—Sí, hace tiempo lo hablé con... —Desvié la mirada— ... nadie. —Suspiré.

Joel la mira.

—¿Te incomodo?

—¿Qué?

—Es que lo digo porque parece que no quieres contarme nada.

—No es eso... Es que... han pasado tantas cosas. No estaba en mis planes conocerte, ¿sabes? Siempre había sido Sebas y yo hablando de estos temas tan "raros".

—Oh, sí. Espero no ser molesto, pero, ¿por qué no tienes amigos?

—Bueno, no tengo porque no me gusta relacionarme con las personas. Aunque suene estúpido no soy muy buena. Me avergüenzo muy rápido y no quiero que la gente me rechace.

—Entonces, ¿por qué eres amiga de Sebastián?

—Hemos sido amigos desde hace mucho. Solo que nos volvimos a encontrar y ya.

—Eso es bueno, pero aún no respondes mi pregunta.

—No quiero hablar de eso.

—No se lo diré a nadie.

—Mira esto. —Le mostré mis brazos—. No hay nada, ¿quieres ver debajo de mi falda? ¿Debajo de mi camisa? No tengo nada, solo no soy sociable. No soy como tú que hace amigos rápidamente, me cuesta mucho confiar en las personas.

—¿Y no sabes por qué?

—¿Cómo voy...? —dije nerviosa y solté un suspiro—. No lo sé.

Nunca voy a entender a esas personas que piensan que solo porque no tenemos amigos, debemos de tener algo... Como una enfermedad o algo. Siempre me pareció estúpido. Aun ahora me gusta estar solo, no necesitaba ni necesito a nadie para vivir. Quisiera que todos se metan eso en la cabeza. Me sentí muy incómoda cuando Joel pensó que tenía algo por no tener amigos... No es como si todos fueran tus amigos. Solo puedes contarlos con las manos.

—Bueno... ¿Y ahora?

Lo miré.

—Hay que comer helado.

—¿Tienes una obsesión con el helado?

—Vamos... Solo me has visto una vez comerlo.

Fuimos a buscar el helado, luego de eso, Joel me llevó a un parque de diversiones.

Parecía todo planeado. Me gustó pensar que era así.

Al día siguiente, Quise solucionar los problemas con Sebastián. Todo parecía a mi favor.

—¡Ay! ¡Maldición! Ayer fue muy cansado —Mi mamá expresó.

—¡Mamá! ¡Oh, por dios! ¿Qué haces aquí? —pregunté muy confundida.

Y sí, muy confundida. Porque ella casi nunca estuvo en casa.

—Me tomé el día libre.

—¿El día libre? —dije entrecortado.

—Sí... Estoy muy cansada. —Se agarró la cabeza —. Necesitaba esto. Pero eso no importa, ¿cómo estás? —se sentó en el sofá.

Parecía que dejó ir el estrés.

—Bien. —Abrí la refrigeradora, saqué el jugo—. Me tengo que ir a estudiar, así que... —dije nerviosa, choqué con la pared.

—¿Estás bien? —Se levantó rápido mi madre.

—Oh, sí, sí. Claro. No fue nada. —Agité la cabeza—. Ya me tengo que ir. Te veo luego, mamá. —Me despedí con la mano y fui a la puerta rápido.

—Claro, hija.

Abrí la puerta.

—Lisa —dijo mi madre seria.

Volteé.

—¡Sí!

—Trae a almorzar a Sebastián hoy, dile que venga para hablar.

—Oh... ¿Sebastián? Creo que hoy...

No me dejó terminar.

—Es una orden.

Sentía como me miraba fijamente.




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