Alguien que merezca tu amor, un comienzo contigo

Capítulo XVIII

Abrí la puerta de mi casa.

—¡Ay...! ¿Qué fue eso? "Me esforzaré". ¿Qué es lo que se supone que haga ahora? —Suspiré, alcé la mirada y vi a mi papá—. ¡Oh! ¿Qué haces a...? —dije nerviosa—. Claro... La cena de hoy... —dije en voz baja y suspiré.

—Hola, hija —dijo mi padre con una sonrisa muy sincera.

Lisa camina hacia la sala.

—Hola, pa —se saca su mochila, la tira en el sofá—. Pensé que volverías el otro mes.

—Solo me quedaré por hoy.

—Eso... —Lo miré—. ¡Qué bueno que regrésate! —dije entrecortado—. ¡Espero que hayas tenido un buen viaje! —Sonreí, lo abracé.

—Parece que estás bien.

—Claro, ¿por qué no lo estaría?

—Te asienta bien la juventud, te asienta.

Solté una risa.

Era lindo volver a verlo después de tanto tiempo. Estar lejos de tu padre puede ser difícil.

—Que gracioso. Se ve que tú también estás bien.

—Claro, aún soy joven, pero no tanto como tú. —Sonrió.

Cada vez que decía que era joven me hacía creer que un tenía mucho tiempo. Tiempo para poder desperdiciar. Me hacía olvidar que en dos años iba a tener 18.

—Ay, ¡ya déjalo!

—Bueno, ¿y cómo vas con la psicóloga?

—La psicóloga... Ella también está bien —Sonreí.

—Sigues yendo, ¿no?

—Crecimiento personal, hablar de lo que me pasa, o sea nada. Cosas que ni a mí me importa, ¿por qué debería ir?

—¿Tienes amigos?

Bajé la mirada. No de no tener, si no de avergonzada.

—Conocí a dos personas los últimos meses, ellos... —dije nerviosa—. ¿Son mis amigos?

—¿Varón? ¿Mujer?

—Los dos. Una chica que la pusieron en mi salón... Creo que es menor que yo y un chico mayor que yo, compañero de Sebas.

—Ay. —Suspiró—. Qué bueno que estés conociendo a más personas, pero eso no significa que debas de faltar a las secciones...

Lo corté.

—Está bien, iré. Solo deja de repetirlo. —Lo miré incómoda—. ¿Puedo ir con Sebas?

—Claro, no veo ningún problema. Pregúntale a la psicóloga primero.

—Oh, sí, sí. Bueno, me voy a cambiar. Entre un rato bajo —Subí las escaleras.

—Está bien. Ya va a venir tu mamá, así que hazlo rápido —dijo mi papá mientras iba a mi habitación.

—¡Claro! —grité y cerré la puerta de mi habitación.

Hablar de mi habitación era complicado. Todo era raro. Estar ahí era raro, se sentía raro. No la decoré desde que tengo 12 años, dejé el cuarto como mi mamá me lo entregó. A los 11 dejé mi antigua habitación porque era muy pequeña para mis cosas nuevas. Así que mi mamá me dijo que podía tomar la habitación principal. En ese momento era de ella, pero se mudó a la de huéspedes desde que mi papá se fue al extranjero. Pregunté un día porque la dejó, ella solo me respondió que era muy grande. Claro, un día en una llamada que tuvo mi mamá. Escuché que en esa habitación se sentía muy sola.

Tocaron la puerta.

—Lisa, ve a abrir —dijo mi mamá.

—Claro... —Me puse de pie y caminé hacia la puerta.

El espacio entre la sala y la puerta central era mucho, así que opté por usar unas sandalias con taco bajo para salir. Además, hubiera sido incomodo usar unos tacos punta sobre las piedras. Sí, el camino de la sala hacia la puerta estaba lleno de piedritas. Si girabas a ver a la mano izquierda estaba un patio que lo usábamos a veces de garaje.

Me daba pena cada vez que el carro pasaba por encima del pasto.

Miré a Sebastián y salí afuera.

—¿Qué pasa? —preguntó.

—Mis padres... no saben que estamos peleados —dije nerviosa.

—A ellos no les importará.

—¡Pero a mí sí! —Lo miré a los ojos.

—Vamos, Lisa. —Correspondió a mi mirada—. No diré nada, te lo prometo.

Pasamos juntos al comedor.

—Buenas. —dijo sebastián a mi papá—. ¿Señor?

Mi papá se puso de pie. Él llevaba un saco casual de color marrón, lo entendía, recién había llegado. No quería verse tan formal, seria cansado.

—Hola, hijo. ¡Que gusto verte! —Extendió su mano.

—¿Cuándo regresó? —dijo Sebastián entrecortado.

Parecía que no me había escuchado bien cuando dije que ''Mis padres''.

—Vine en la tarde, regreso mañana en la mañana. —Sonrió.

Sebastián había dejado extendida la mano de mi padre, así que este optó por un abrazo que no fue rechazado.

—Espero que la hayas estado pasando bien —dijo y le dio golpecitos en la espalda.

—Sí, señor. Qué bueno que regreso, ya se le extrañaba.

—Bueno, bueno. Hay que cenar.

—Claro, papá —dije y me senté al lado de Sebastián.

El comedor era solo triste. Casi nunca comíamos ahí. Casi no. Nunca. Como mi mamá se iba a trabajar todos los días hasta la noche no comíamos juntas. Martha venía a cocinar y limpiar cuando yo me iba al colegio. Era un poco raro estar en casa sin que te digan: ''Buenas tardes''. Cuando comía no había necesidad que lavé lo que había ensuciado porque sabía que al día siguiente Martha vendría y lo limpiaría. Pero de tofos modos lo hacía, que más iba a hacer. No había nada. Todo estaba impecable y eso me enojaba.

Odié estar sola por mucho tiempo.

Terminamos de cenar.

—Bueno, Lisa, ¿puedes retirarte? Quiero hablar con Sebastián de algunas cosas —dijo mi padre serio.

—Bueno...

Sebastián y yo nos miramos.

—¿Por qué mejor no se queda? Necesito a alguien para que me defienda, ¿no? —dijo Sebastián en tono chistoso.

Eso hizo que mi mamá y papá se tiraran una carcajada.

Volvimos a mirarnos de nuevo.

—Claro, claro. Quédate —dijo mi mamá.

—Y dime, Sebastián. ¿Qué piensas estudiar? —preguntó mi papá.

Lo miré.

—Medicina —dijo claro y fuerte Sebastián.

—¿Medicina? —dije voz baja y confundida.

Aunque parezca tonto, no sabía que quería estudiar eso hasta ese día. En ese momento me di cuenta que siempre fui yo la que hablaba de todo. Él solo respondía y complementaba lo que decía. Me sentí mal que en un momento pensé en retirarme de la cena. Pero... No lo sé. Aun no lo sé.




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