Alguien que merezca tu amor, un comienzo contigo

Capítulo XXI

—¿Ahora si estás bien? —dijo Ángela mientras que me daba un vaso de agua.

—Sí, lo siento mucho, mis emociones me ganaron esta vez.

—No, tranquila. —Miró su taza de café—. ¿Sabes por qué es mejor hablar las cosas?

—Porque... así puedo sacar toda la carga que tengo.

—Exacto —exclamó Ángela a tiempo que hacia un gesto de alegría.

—Angela...

Me miró.

—¿Está bien que te llame así?

—Oh, claro. No hay ningún problema, dime como quieras.

—No quiero venir a las charlas, quiero dejar todo esto. He pasado toda mi vida hablándote de mis problemas, sé que soy egoísta contigo por eso, pero... —dije mientras pasaba el dedo por el borde de la taza.

—No... No eres egoísta. Soy tu psicóloga por eso...

—No quiero que lo seas. —Me puse de pie—. Quiero que seas mi amiga.

—¿Amiga? —Me miró asombrada.

Amiga. Sí, eso era lo que quería en ese momento. En ese tiempo no había sentido lo que realmente era eso. Las chicas con las que hablé no eran mis amigas. Ellas y yo nos reuníamos por proyectos o cosas del colegio. Y aunque, sí, había chicas que molestaban, había otras que les daba igual que estuviera ahí. Siempre hay un poco de todo.

—Yo... —dije mientras miraba el reloj que se encontraba en la esquina del escritorio—. He vivido toda mi vida sola, nunca he...

—Lo sé, pero creo que confundes las cosas. —Se puso de pie—. Yo soy tu psicóloga, lo que hago ahora es de manera profesional, lo que te digo es de manera profesional, todo esto es... —Me miró afligida.

—Por eso, quiero que dejes de serlo.

—Lisa, yo...

—No me respondas ahora. Puedes pensarlo el tiempo que quieras, esperaré tu respuesta. —Sonreí—. Quisiera tener una amiga como tú en serio.

Salí de la habitación. Cayeron algunas lágrimas por el camino. Imploré tener a alguien en quien confiar.

—Esa niña... es buena.

Angela salió de su consultorio, vio a la recepcionista, Carla. Esta le preguntó que acababa de pasar con Lisa. Carla vio su ficha. Angela asombrada de lo dicho, le dijo que se lo muestre. Carla obviamente aceptó, era una persona chismosa. Ángela al ver la ficha, empieza a reírse. La miró y le dijo:

—Ella no es Lisa.

Se había equivocado de Lisa.

Luego de salir del hospital, caminé hacia mi casa. Solo pensé en como irían las cosas de ahora en adelante. Pasé la mayoría de tiempo pensando en el mañana, sin vivir mi presente

De repente, alcé la mirada, vi a Sebastián. Él estaba parado entre toda la multitud. Se acercó a mí y me abrazó.

Parecía que sintió lo que había pasado.

—Tranquila, todo estará bien.

—¿Cómo sabes eso? Todo se vueve una mierda. Necesito descansar de esto —exclamé mientras seguían cayendo lágrimas de mi ojos y corazón.

—Lo sé porque la que lleva esta mochila eres tú.

Al día siguiente todo fue como siempre, "un gran día".

—Sabes que no es necesario que me vengas a recoger —dije con los ojos hinchados.

—Lo sé, pero ahora están las cosas arregladas. Quiero ser el mejor... —Desvió la mirada— ... amigo que puedas tener. —Sonrió Sebastián.

—Ya que vamos al colegio... ¿Me puedes decir que pasó ayer?

—¿Ayer? Te fui a recoger y...

—Eso no. Que pasó luego de que me fui.

—Pues... realmente nada.

—Joel.

Miré a Sebastián, respondió a mi mirada.

—¿Te sigue gustando? —preguntó.

—¿Qué? —Lo miré, no entendí lo que trataba de decir.

Mi gesto fue preciso.

No lo sé. Tal vez de no debí de salir ese día de la casa. Tal vez no debí ir al psicólogo. Tal vez no debí... arreglarme con Sebastián.

—Escúchame, ¿bien?

No asentí ni nada, solo lo miré con la misma cara de confusión.

—Solo éramos nosotros dos... Joel y yo...

» Todo comenzó el año pasado, unos retos tontos, ¿sabes? Bueno, se supone que deberíamos cumplirlos este año. Esos retos son... confusos para mí. Mi reto era pegarle a alguien, mientras que el de Joel, enamorar a una chica. Alguien que... Bueno... Joel de casualidad puso tu nombre en la lista que...

—Espera, espera. —Retrocedí—. ¿Retos? ¿Yo? No te entiendo.

—Déjame terminar de explicar, por favor —dijo en voz baja.

—¿Terminar qué? Oye, ¿te escuchas? ¿Qué lista?

Sebastián se puso su mano en su cara. Supo que ya lo había malogrado todo.

—Lisa, es solo algo que... —Estiró su mano para alcanzarme.

Me alejé.

—Entonces, ¿esa chica soy yo? —Miré a Sebastián enojada.

Sebastián bajó la mirada.

—¡Oh por dios! ¡Qué mierda! Se supone que estamos bien, en qué momento... ¡Ay! —Volteé y caminé hacia la otra ruta.

Sebastián me agarró el brazo bruscamente, lo soltó rápido.

—No, ¿ahora qué? ¿Te vas a amargar conmigo? ¡Es él quien te puso ahí!

—¡No! ¡Eres tú el que hace todo esto! ¡Ya estoy harta!

—Lisa... —Me miró raro.

—Me tengo que ir... —Caminé hacia la otra ruta.

—¡Es en serio! ¡Por qué te haces la ciega cuando sabes realmente que él tiene la culpa! —dijo Sebastián mientras caminaba.

Él no entendía lo que sentía.

«¿Por qué no te das cuenta que me gustas?», gritó en su interior.

No pasó ni un día y Sebastián ya quería llamarla, quería saber todo lo que pasaba. Sabía que los problemas habían comenzado a acumularse de poco a poco, sin embargo, en mayor cantidad cuando llegó Joel. Joel es el problema, se decía. Nadie podría cambiar eso. Eso era lo que ahora podría solucionar.

Sebastián le dejó un mensaje a Joel, que decía que se encontraran en el parque, al lado de la cancha de fútbol.

Seguro que llegaría a ir, pensó.

—Es tarde, ¿no crees?

—Nunca es tarde para ti —dijo Sebastián mientras se acerca a Joel.

—¿Qué pasó? —preguntó Joel y lo miró fijamente.

—Lisa, eso es lo que pasa.

—Mira, ella solo...




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