Alguien que merezca tu amor, un comienzo contigo

Capítulo XXIII

Los días pasaban, no fui al colegio ni a esas charlas psicológicas. Solo veía a Sebastián salir de su casa con una chica, Antonella, en ese momento no sabía quién era. Él se veía normal como si no hubiera pasado nada.

Me encontraba echada en el sofá, en la televisión se transmitía un comercial sobre una feria local que harían cerca de mi casa, decidí ir.

Deambulé por ahí, me topé con muchas cosas interesantes, así que las compré. Sonó mi celular, era Mario. Dejé que la llamada siguiera su curso, que lo mandara a buzón de voz. Mario me dejó un mensaje, decía que nos viéramos en la feria. No contesté.

Fui a otro puesto y empecé a ver las cosas que tenía. Al preguntar cuanto costaba una pulsera, alcé la mirada. Era Jimena. Quería salir de ahí.

"¿Por qué ella estaba ahí en primer lugar?", me pregunté.

Solté la pulsera e intenté irme. Pero Jimena comenzó a hablar. Dijo que la pulsera era gratis, que significaba buena suerte. No acepté. Era obvio, después de todo ella fue también parte de los problemas.

Jimena me preguntó si Mario vino conmigo. Negué y dije que no vine con nadie. Jimena también preguntó por qué mi bolso estaba muy lleno. Respondí que todo era para mí. Por mi cabeza pasaba: "¿Por qué le sigo hablando", "¿Por qué sigo aquí?" y más preguntas similares. Llegué a suspirar.

Le dije que ya tenía que irme, pero Jimena me detuvo. Esta me agarró del brazo, como reiteradas veces ya lo habían hecho Sebastián y Joel, solo que esta vez me sorprendí e hice que el bolso cayera. Jimena ayudó a recogerlas.

Dentro de la bolsa había libretas, hojas, rotuladores... Se podría decir pura papelería.

Jimena preguntó por qué me había comprado esas cosas si ya estábamos a mitad del año escolar. La miré y seguí recogiendo.

—Lo siento por todo.

Yo mantuve la mirada en los rotuladores y me puse de pie.

—Acepto tu disculpa, pero no vamos a ser amigas. No creo que pueda.

Jimena me entregó todo lo que recogió.

—Hay que intentar ser amigas. Solo una oportunidad. —Sonrió.

La miré confundida.

—No. Querías estar con Mario como crees que...

—¿Qué? ¿Mario? No, espera. Confundes las cosas.

—Sé lo que vi.

—En primer lugar, no me gusta Mario, ¿por qué me gustaría? No es mi tipo. Y, en segundo lugar, me gusta otra persona, por eso me acerqué a ti.

—Ja, eres demasiado...

—Esas fueron mis primeras intenciones hacia ti, luego, todos te hacían cosas que... Siento lo que hice.

—Sí, sí. Ya entendí, pero divulgaste el video. —Miré a Jimena, quien estaba con una cara de afligida—. Está bien, hay que intentarlo. Vamos a ser amigas.

«¿Qué mierda hago?», me pregunté mientras Jimena me sonría.

Todo quedó ahí, intercambiamos números.

Jimena me dejó un mensaje en la noche que decía que fuera mañana al colegio.

Acepté con duda.

—¡Hola!

—Hola. —Sonreí.

—Pensaba en...

—Recién somos amigas, hay que tomarlo con calma, ¿no crees?

—Oh, claro, claro. Era solo la emoción. —Sonrió.

Jimena formulo varias preguntas de nuevo, yo solo pude contestarle desanimada. Creo que Jimena vio mi cara y se dio cuenta que aún no confiaba en ella.

A la hora de receso, Jimena me dijo para subir a la azotea. También dijo que me había visto subir así que sabía que ese era un lugar en donde me sentía cómoda.

—¿Y qué dices? ¿Quieres subir?

—¿Ahora?

Sabía que ahí estaría Joel con sus amigos como la última vez. Al pensarlo varias veces, acepté.

—¡Ay! Realmente pensé que me dirías que no.

Le respondí con una risa incómoda.

Subimos las escaleras. Cuando me di cuenta que estábamos en el 4to piso, volteé, al hacerlo vi a Sebastián. Él hablaba con Antonella. Me quedé tan atenta a eso que no pise bien el escalón y me caí.

—¡Oh por Dios! ¿Estás bien? —dijo Jimena, trató de ayudarme.

—Estoy bien, bien. Hay que seguir.

En ese momento, esperaba que Jimena no se haya dado cuenta que vi a Sebastián.

Jimena abrió la puerta, entramos y vimos a los amigos de Joel. Retrocedí y caí de nuevo, solo que esta vez de espaldas. Jimena no llegó a alcanzarme, sin embargo, Joel sí.

—Cuidado.

Volteé a mirarlo. Nos miramos.

—Lo siento mucho.

—Oh, no, no. No te preocupes. —Sacó sus manos y subió las escaleras.

Jimena me miró.

—Deberíamos subir también.

Jimena agarró mi brazo, me hizo subir.

Miré unas cuantas veces a Joel. Durante todo el tiempo en que entramos, me quedé para sin decir nada. Fue Jimena quien tomó la palabra.

—Hola, chicos. ¿Hay espacio para nosotras?

Ellos solo la miraron, sonrieron.

Uno le dijo:

—Claro, siéntense aquí.

Fui al lado más alejado, sabía que no hablaría con nadie. Eso no era lo mío. Justo ahí se encontraba Joel. Se sentía la atmósfera tensa.

—¿Quieres hablar? —dijo Joel de espaldas.

—¿Qué? Claro que no.

Empezamos a hablar en voz baja.

—Sebastián se veía preocupado, ¿sabes?

—¿Quieres hablar de eso?

—¿De qué más hablaríamos?

—No lo sé. No me siento bien cuando hablo de eso.

—¿Por qué? ¿Te sientes tan culpable?

—No... Claro que no. Es solo que ahora todo va de lo peor.

—¿Cuándo harás lo correcto?

—No lo sé. ¿Cuándo dejaré de ser un reto?

—Cuando te cumpla.

—¿Qué?

—Todo esto terminará si estamos, ¿no lo entiendes?

—No puedo.

—Solo son menos de 5 meses, vamos.

—¿Cómo terminaría con Mario?

—Yo lo haré por ti.

—¿Por mí? ¿Crees que es así de fácil?

—Sí.

—¿Solo tengo que cumplir el reto y luego ya no seremos nada?

—Dejaremos de hablarnos, haremos como si no nos conociéramos. Todo sería como antes.

—Entonces... sí. Acepto el reto.




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