Alguien que merezca tu amor, un comienzo contigo

Capítulo 27

Sebastián no quería entender lo que pasaba. Lisa solo se puso de pie y lo volvió a repetir: 

—No podemos ser los mismos de antes, lo siento. 

Se fue de ahí, abrió la puerta de la casa de Sebastián y se fue. 

Sebastián se quedó enojado. Enojado con todo, enojado con Joel... no, enojado con él. 

No podía creer que todo había acabado. 

Ella estaba decidida a entregar todo por él. ¿pero que le hizo?, se preguntaba. 

Sebastián solo lloró bajo la oscuridad que dejó Lisa. 

Lisa por su parte empezó a llorar en la puerta de Sebastián. Preguntándose: “¿Cómo puede ser tan cruel conmigo?”. Ella ya lo había decidido, no quería que Sebastián la refute por cada decisión que tomaba. Ella solo se agarró a cabeza desvaneciéndose en el suelo y preguntándose: “¿Acaso no sabes por lo que estoy pasando? ¿Por qué te comportas así conmigo? ¡Qué te está pasando! ¿Qué es lo que te está haciendo cambiar la forma con la que me ves? ¿Acaso estás escuchando a otras personas? ¡Qué es lo que nos está pasando! ¡Quisiera volver a tener la misma confianza contigo! ¡Quiero dejar de pensar en que me estás escondiendo algo! ¡Por favor, Sebastián! ¡Sal! ¡Necesito un abrazo!”  

Lisa y Sebastián no volvieron a hablarse. Desde ese día los dos se volvieron dos extraños. Los dos querían respuestas y más respuestas para poder entenderse y no dudar de uno. “Pero, ¿qué es lo que nos separa?”, era lo que los dos se preguntaban, querían hablar como antes. Había pasado tan poco tiempo y en eso habían perdido tanta confianza. Solo querían verse de nuevo y con la misma mirada responderse todas sus preguntas, sin embargo, eso no iba a pasar hasta que uno de los dos de un paso. Y los dos sabían que para eso faltaría mucho… 

—¿Necesitas ayuda? Pareces un poco perdida. 

—Solo estoy pensando en algunas cosas y... —dijo Lisa siendo interrumpida por Joel. 

—Ah, ya. ¿Quieres salir luego de que terminen las clases? 

—¿Qué? —Miró Lisa devastada a Joel. 

—Digo si quieres… 

En ese momento Lisa se dio cuenta que Sebastián los estaba mirando y se fue corriendo dejando sus libros a un lado. Joel trató de buscarla para entregarle los libros que había dejado. Lo que no sabía Joel era el por qué fue a buscar a Lisa. Ella sabía dónde había dejado los libros... los malditos libros. 

Todos los días, Joel iba al salón de Lisa y se quedaba parado junto a la puerta esperando a que salga para hablar. Paseaban en los recesos, pero Lisa le decía que se tomen un tiempo, que no se sentía bien. 

Por otro lado, Sebastián veía como Lisa y Joel se la pasaban “bien”. Quería deshacerse de ese sentimiento que tenía, pero sabía que no iba a ser fácil. 

Cuanto más se acercará Lisa a Joel, Sebastián sentía que ya no había marcha atrás. 

“Alejarnos de la persona que amamos es lo más difícil, pero a veces es necesario para que la otra persona a quien tanto amamos sea feliz. Esa decisión es un gran paso para avanzar por los dos lados. Dejar a una persona para que sea feliz es lo mejor que podemos hacer, para que más tarde no sufra con nosotros y viceversa”. 

Dejemos ir a los que más amamos para que su felicidad se convierta en la nuestra.  

El primer paso que debía hacer Sebastián era dejar a Lisa ser feliz, eso fue lo que ella eligió. “¿Qué pasará conmigo si no estoy con ella? Ella ha sido mi soporte en estos años, ella es la que me ha dado luz en la oscuridad. Se lo que tengo que hacer, pero... ¿porque me cuesta tanto dejarla ir? Ni siquiera era mía para empezar”, se dijo a sí mismo. 

La respuesta estaba a sus manos, pero era su decisión si la tomaba. 

El único valor que tuvo Sebastián fue quedarse al lado de Lisa, pero de lejos. 

Ella ya lo había notado. 

Pasaban los días, Lisa respiró profundo y se dijo que todo debía continuar. 

La persona a la que amamos, aunque algunos quisieran alejarlas por su bien, otras quisieran tenerla lo más cerca posible y eso era lo que quería Lisa, por eso había luchado. No quería separarse ni un minuto de Joel. Su amor hacia él se había vuelto tan fuerte. Para Lisa no había un mañana sin él. Ahora no era Joel el que buscaba a Lisa si no, ella lo buscaba.  

Juntos se iban a la parte más desolada del colegio a hablar y mirarse por minutos, a veces no llegaban a entrar a sus clases porque se quedaban horas contemplando la mirada del otro. Solo Lisa sabía lo que sentía. Esa emoción que había cuando agarraba el rostro de Joel y con su mano la acariciaba sonriéndole. 

Ya pasadas las semanas, los dos sabían su rutina. Ir a encontrarse a la azotea del colegio. Lisa se olvidó de sus problemas y de todo lo que estaba detrás de ella. 

Saliendo del salón, Lisa vio que Sebastián estaba en frente de ella, pero a 1 corazón lejos de ella. 

Lisa se fue corriendo sin decir ni una solo palabra, pasando por el costado de Joel, quien la estaba esperando para ir a la azotea. Había un cambio de planes. 

Lisa volteó y agarró la mano de Joel, llevándolo y corriendo a la azotea. 

Todo había pasado tan rápido entre los dos que ni siquiera se había tomado el tiempo en decirle a que paso durante todo este tiempo entre Sebastián y ella. 

Lo único que pudo decir al llegar a la azotea fue: 

—Dame un abrazo. 

Joel no se quedó sin una palabra en la boca. Solo extendió sus brazos, Lisa lo abrazó tan fuerte que podía escuchar el corazón de Joel. No latía ni por un segundo. Ella se puso a llorar. 

Lisa solo lo miraba llorando, se dio cuenta que él nunca había sentido nada. Se quedó ahí, se engañó. 

Y ahí fue donde todo se empezó a tornarse marrón. 




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