Lo que me contó María me sirvió de poco, ya que el chico es hermético. Lo único que le sacó fue su nombre, Héctor. Eso es lo único que se de él y estamos a punto de terminar el curso. Efectivamente, ha pasado un año y no me he atrevido a hablarle. Soy extremadamente tímida, no puedo remediarlo.
Hoy es el día en el que tengo que decidir si seguir en este instituto, estudiando bachillerato, o hacer algo con mi vida fuera de aquí, ya que en este pueblo hay pocas opciones. Decido quedarme estudiando aquí, necesito bachillerato. Mi primera opción era irme al pueblo de al lado a estudiar el bachillerato de arte, porque entre otras cosas me encanta pintar, dibujar y el arte en general, pero no tengo dinero para ir y venir todos los días en autobús. Lo más parecido a ese bachillerato es el de humanidades, que contiene la asignatura de arte.
Entrego la matrícula y oficialmente comienza mi verano. Por suerte las notas han salido bien y no tengo que pasarme el verano con la cabeza pegada a un libro. Nunca he sido una estudiante brillante, más bien era normalita tirando a mala. Si os preguntais por que es sencillo, no me interesan las asignaturas obligatorias que tenemos que estudiar. Si en vez de esto pudieramos elegir lo que queremos estudiar, otro gallo cantaría.
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Ya ha pasado el verano. Esto es lo mismo que lo del fin de semana, ¿POR QUE PASAN TAN RÁPIDO LOS DÍAS EN LOS QUE NO TIENES QUE HACER NADA?. En fin, miremos el lado positivo. ¿Vosotros lo veis? Porque yo no. Empiezan los madrugones, las prisas, los exámenes, los trabajos, la rutina...
Voy de camino al bar que hay frente al instituto dónde he quedado con mis amigas. Este día es el peor, a pesar de que entramos a las once a clase en lugar de entrar a las ocho y media, la gente está deseando ver con quien tiene que compartir seis horas de su día. Por suerte, todas estamos en la misma clase y eso nos tranquiliza.
-Se nota que habeis rezado para que estemos todas en la misma clase, porque esto es un milagro.- Dice María.
-¿Conoceis a alguien a parte de los del año pasado?- Pregunta Míriam. Yo niego con la cabeza a la par que soplo el café que acaban de traernos. Nunca entenderé porque traen tan calientes los cafés en los bares.
Media hora después, han entrado casi todos en clase y nosotras llegamos tarde. Para no perder la costumbre, lo único que nos salva es que los profesores tardan más que nosotras. Al ser el primer día no hay clase como tal, sino que los tutores se dedican a explicar en que se va a basar el curso.
Elegimos el sitio más cómodo de la clase, pegadas a la pared y seguimos hablando sin tener en cuenta a nadie más. En ese momento entra nuestro tutor, Rafael. Empieza a pasar lista y como cada uno va presentandose según dicen su nombre, dejamos de hablar y nos concentramos en los demás. Hasta que llega el turno de Héctor Cifuentes y ahí es cuando dejo de concentrarme y casi me da un infarto.