Ali ( 1ª parte de Gemelas)

CAPITULO 8 CALI

Sentada en el avión Cali analizaba la secuencia de acciones que la habían llevado a ese momento de su vida.

Ella se consideraba una persona fría y cerebral, toda su vida había sopesado los pros y los contras de sus decisiones para alcanzar de la manera más eficiente los objetivos que se proponía. Sin embargo, por una vez en su vida, se había dejado llevar. Había actuado como solía hacer su hermana Ali, de una manera impulsiva, emocional, sin pararse a reflexionar. Quizás, después de todo, se parecían más de lo que pensaba.

Cuando conoció a James, en aquel bar del lujosísimo hotel en el que estaba haciendo el reportaje, lo vio como una oportunidad única, que nunca volvería a presentarse. Se sintió atraída no solo por su innegable porte, su carisma, su personalidad arrolladora y su saber estar, sino también por el estilo de vida que representaba, el lujo del que vivía rodeado sin ni siquiera darse cuenta.

James era un heredero. Disponía de una inmensa fortuna familiar. Ni quería, ni tenía que trabajar, simplemente se dedicaba a vivir la vida sin reparar en gastos, consumiendo nuevas aventuras y emociones como si fueran trofeos que agregar en su ranking particular para pasar rápidamente a la siguiente, tratando así de aliviar el hastío que le producía tenerlo todo y tenerlo ya, en cuanto lo deseaba.

Cuando se conocieron, la atracción sexual prendió entre ellos como la yesca en un bosque seco, devorándolos.

Por primera vez en su vida, Cali cedió al impulso y olvidó todo, trabajo, amigos y familia. Olvidó el reportaje y se entregó a una semana de pasión desenfrenada, derroche y lujo. James la colmaba de regalos, joyas, ropa, experiencias exóticas y cuando la ciudad se les quedó pequeña, le propuso viajar juntos a las Maldivas en su avión particular, así sin más, como quien propone un paseo al parque, solo porque ella había hecho un comentario casual acerca de que le encantaría ir alguna vez.

En realidad, no se arrepentía. Había sido la decisión más insensata que había tomado en su vida, pero había sido arrebatadoramente excitante, al menos al principio, cuando creía que todos los sueños que había anhelado desde niña se habían cumplido de repente, como si su hada madrina la hubiera tocado con su varita mágica.  

Ahora trataba de analizar todo lo que había ocurrido en esa increible semana y que le había llevado a estar sentada en ese avión.

Debía reconocer que antes de conocer a James llevaba ya un tiempo que su vida no le satisfacía en absoluto.

Se había dado cuenta de que había tocado techo en su trabajo, que no avanzaba, no tenía retos. Quería dar el salto a proyectos más ambiciosos. La relación con Andrés, la frenaba. En realidad, nunca la había considerado más que una distracción propiciada por la relación laboral tan estrecha que compartían, pero desde hacía algún tiempo era como un pesado lastre que la arrastraba y le impedía volar a nuevos horizontes.

Al principio había sido emocionante. Embarcarse con Andrés en la creación de la revista y lograr su posicionamiento en el mercado, había sido un reto que la cargaba de adrenalina, y llenaba su vida de excitación y actividad. La relación de pareja había surgido de manera natural al pasar tanto tiempo juntos, los primeros éxitos llevaron a celebraciones, que terminaban en la cama, pero después de los primeros meses, el plano laboral cobró más importancia y la relación amorosa pasó a un segundo plano. Nunca había habido una gran pasión entre ellos, no como había ocurrido con James, que las chispas saltaban solo con mirarse.

Con Andrés las relaciones sexuales se habían ido espaciando a medida que él se iba centrando cada vez más en el trabajo. Había sentido que ella no era prioritaria para él y eso era lo que les había llevado a la ruptura, a ella no le gustaba no ser el centro de atención, había presionado a Andrés al máximo. En el peor momento de las negociaciones con los bancos, para lograr los préstamos, que evitarían tener que ceder a las presiones de las grandes editoriales que trataban de absorberlos, le había exigido que lo dejara todo y le dedicara unos días. Le exigió que se fueran juntos a París para ver si su relación podía recomponerse. Él, con toda razón, y ella lo reconocía ahora, la había acusado de egoísta y de no ser la persona que él necesitaba como pareja, pues él deseaba a alguien a su lado que comprendiera la delicada situación por la que estaba pasando y le brindara el apoyo que necesitaba en esos difíciles momentos.

Tuvieron una gran bronca que los distanció y en ese momento fue cuando apareció en su vida James, como si fuera un príncipe de brillante armadura que podía proporcionarle todo lo que ella deseaba.

Recordando todo lo que había acontecido en la última semana, Cali se dio cuenta de lo que había perdido. James no era el príncipe que ella creía o sí, en realidad lo era, pero ella no era una princesa que necesitara que la rescataran.

James la trataba como una muñeca de su propiedad, no podía tener opiniones propias. Todo iba bien entre ellos cuando no le llevaba la contraria. Él era como un niño mimado acostumbrado a salirse con la suya. Su dinero le conseguía todo lo que quería y ahora quería una mujer florero a su lado, la quería porque era bonita, y tenía una educación exquisita. Pero lo que buscaba en realidad era una mascota bien adiestrada de quien presumir delante de sus amigos. No le permitía expresarse libremente, debía mostrarse cordial, obediente, dulce como un gehisa.

Eso provocaba fuertes discusiones entre ellos, que habitualmente terminaban en sexo apasionado y desenfrenado que solo conseguía enmascarar el problema, porque ella no estaba dispuesta a que la anularan. A James le gustaba que brillara, pero no demasiado. No quería quedar opacado por ella.

Era una situación difícil de aceptar para Cali, que no estaba acostumbrada a medir sus palabras y le gustaba llevar la voz cantante en sus relaciones.




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