Ali ( 1ª parte de Gemelas)

CAPITULO 10 ALI Y ANDRÉS

Al llegar al apartamento de Cali, Andrés me estaba esperando, por un fugaz momento me pareció vislumbrar una fría y oscura mirada acusadora en sus ojos. Pero debió ser producto de mi imaginación y del nerviosismo que me atenazaba, pues en cuanto cerré la puerta se acercó a mí y me besó sin darme tiempo a pronunciar palabra, su beso fue intenso apasionado, como si lo necesitara más que el aire para respirar.

—Has tardado mucho —me dijo volviéndome a besar.

Yo quería separarme para comenzar a explicárselo todo, pero él me abrazaba y sus besos se fueron haciendo más y más apasionados. Me dejé llevar, hundí los dedos en su pelo y le devolví sus besos, comenzó a recorrerme el cuello con sus labios, mi piel se estremecía al contacto de sus caricias. Sus besos me atrapaban impidiéndome razonar, una ola de calor empezó a invadirme y solo quería sentir sus manos que me deleitaban y me encendían en una espiral de pasión que se incrementaba cada vez más.  Pasados unos instantes, me levantó y poniendo cada una de mis piernas alrededor de sus caderas y se dirigió conmigo hacia la habitación, sin dejar de besarme. Me aferré a él disfrutando de sus besos.

Me tumbó cuidadosamente en la cama y se colocó sobre mí sin dejar de besarme el cuello mientras sus dedos desabrochaban ágilmente los botones de mi blusa. yo aún intenté parar, pero no podía, su pasión me arrastraba, sus labios bajaban, alcanzado el inicio de mis senos, mientras, me iba desabrochando el pantalón. La palma de su mano se apoyó sobre mi vientre, enviando latidos de placer a todos los centros nerviosos de mi cuerpo, su pulgar trazaba círculos alrededor de mi ombligo y sus dedos comenzaban a descender lentamente introduciéndose bajo el elástico de mis braguitas, notaba su miembro palpitando contra el centro de mi feminidad. No podía esperar más, quería besar y tocar yo también su cálida piel, así que comencé a desabrochar frenéticamente su camisa, pero de repente todo cambió. Él ya no estaba sobre mí. Se había levantado dejándome expuesta y confundida, su mirada era sin lugar a dudas distante, fría como el hielo. Acusadora. Yo no entendía nada.

—¿Hasta dónde pensabas llegar Caro? ¿o debo decir Ali? — me preguntó secamente.

Yo aturdida, solo acerté a cubrirme y tratar de arreglar torpemente mis botones y mi ropa. Me incorporé de rodillas en la cama.

—Andrés, ¿lo sabes? ¿Cómo?, déjame explicarte, no es lo que piensas...

Pero el me interrumpió impidiéndome hablar, en sus ojos vi desprecio. Lo que acababa de ocurrir entre nosotros había sido solo una manera de castigarme, una venganza. El juego se había vuelto contra mí, yo había sucumbido a la pasión, pero él podía detenerse cuando quisiera sin que le afectara y quiso demostrármelo. Me sentí avergonzada y abatida.

—Sí, lo sé todo. No soy tan ingenuo o tan tonto como tú y tu hermana parecéis creer  —detecté la amargura en sus palabras—. Los indicios estaban ahí desde el principio, aunque no quería verlos, el artículo tan distinto de los anteriores, tu firma tan extraña en los documentos, el perro viviendo contigo, tu actitud con él, tu manera de actuar conmigo… y hoy…, hoy todo era diferente, eras tú, pero no eras la Caro que yo conocía, sino la que siempre hubiera deseado. Demasiado perfecto. —continuó con una mueca de desdén en su cara— No podía entender el cambio de actitud que estabas teniendo, me parecía que por fin Caro se mostraba sincera conmigo, creía que por fin íbamos a poder recomponer nuestra relación. ¡Que magnífica actuación! ¡Te felicito! —dijo aplaudiendo sarcásticamente—. Lo que os habréis reído tu hermana y tú a mi costa. Conseguisteis engañarme durante un tiempo, pero ya no.

—De verdad que yo no quería… —traté de explicarme, estaba angustiada, nada estaba saliendo como yo quería, pero él no me dejó acabar, continuó explicándome como lo había averiguado todo, sin atender ni escuchar mis razones.

—Cuando te fuiste tardabas tanto en volver, que tuve tiempo de pensar en todo lo que no cuadraba, y de repente se me ocurrió la explicación más lógica, pero no quería creer que lo hubiera adivinado y que fuerais tan perversas, que estuvierais jugando conmigo de esa manera. Sabía que Caro tenía una hermana, pero no que eráis gemelas idénticas. Tenía que comprobarlo. No podía creer que hubiera caído en una trampa macabra de unas hermanas que se comportaban como dos niñatas adolescentes, sin respeto por mis sentimientos y sin respeto por el trabajo que hacemos en la revista.

—No fue así… —traté de aclarar con impotencia, pero él no me dejó continuar.

—¡Claro que fue así! —continuó alzando la voz enfadado— Quise comprobar si estaba en lo cierto, tenía los datos de tu hermana y la persona de contacto era tu madre, la llamé y le pedí que me enviara fotos de las dos con la excusa de que íbamos a hacerle una fiesta a tu hermana y que queríamos invitarte. Me creyó, se alegró mucho pues creía que llevabais un tiempo distanciadas, ¡qué ironía! ¿no te parece? Me envió las fotos y mis sospechas se vieron confirmadas. Ya no podía negar la evidencia. Habéis jugado conmigo, supongo que estáis acostumbradas a hacerlo, que os divierte mucho, engañar y manipular a la gente impunemente. Sois despreciables. Las dos. Donde quiera que esté Caro puedes decirle que no quiero volver a verla nunca más. Puedes decirle que ha perdido su trabajo. Le enviaré el finiquito a su casa, aunque supongo que no le importa mucho si ha ideado toda esta pantomima. Y tú, creo que deberías devolverme ese colgante. Ha perdido todo su significado. No tienes derecho a llevarlo. Conseguiste engañarme e ilusionarme, has ganado el juego, espero que estés satisfecha —dijo mirándome con rechazo.

Yo estaba temblando, nada se estaba desarrollando como Cali y yo habíamos planeado. Me quité el colgante con el corazón que contenía el símbolo del amor infinito y que tan feliz me había hecho esta tarde cuando me lo había regalado.




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