A la mañana siguiente, Cali me convenció para que fuéramos a ver a mamá.
—Será lo mejor Ali. Te distraerá con su charla constante. Hoy no hay nada que podamos hacer. Conozco a Andrés, es mejor dejarle un par de días para reflexionar y que se le pase el enfado, él mismo va a darse cuenta que ha sido injusto contigo. Mañana iré y hablaré con él, le diré que tú no has tenido la culpa de nada, que fue todo idea mía, y que me arrepiento de haberte metido en esto.
—No te va a dejar hablar y no va a servir de nada que vayas, además él no me quiere, él te quería a ti, desde que lo conocí estuvo tratando de recuperarte, porque pensaba que había descuidado vuestra relación —dije yo derrotada.
—No estoy de acuerdo, le di muchas oportunidades antes de que aparecieras tú y siempre anteponía los problemas de la revista a los que teníamos como pareja, yo creo que si cambió fue por ti. ¡No te preocupes, claro que va a oírme!, lo arreglaré todo ya verás. Estoy segura de que siente algo por ti, si no, no se hubiera enfadado tanto contigo. Si lo piensas bien, con quién debería estar enfadado es conmigo que teóricamente aún era su novia, no contigo, que en realidad eras una desconocida. Te lo digo yo, se ha sentido dolido y decepcionado porque le gustabas, porque había empezado a sentir algo por ti. Las diferencias entre tu carácter y el mío son evidentes. Aunque él no lo quiera admitir todavía, está claro que te prefiere a ti. Yo he actuado muy mal, lo reconozco, no tenía que haberte metido en esto. No tenía que haberme ido así. Lo que tenía que haber hecho era pedirle un tiempo Andrés y tratar de aclarar mis sentimientos, tenía que haber sido sincera con él, pero creí que podía tenerlo todo y no arriesgar nada hasta que me decidiera. He hecho mal y te he metido en este lío, lo siento mucho. Pero de verdad creo que podré solucionarlo, está claro que a mí no va a perdonarme, pero conseguiré que te perdone a ti.
—No quiero ilusionarme. Está enfadado porque piensa que nos hemos burlado de él, las dos, no hay más. No va a perdonarnos.
No quería creer en las palabras de Cali, pero una pequeña llamita de esperanza ya había prendido en mi corazón sin poder evitarlo. Tuve que levantarme y prepararme para salir, pues sabía que mi hermana no me permitiría quedarme en la cama torturándome en bucle con las imágenes de mi último encuentro con Andrés.
Pensé que Cali tenía razón, salir me vendría bien, nuestra madre siempre nos entretenía con anécdotas de lo que había hecho desde la última vez que nos habíamos visto, pues se había prejubilado al morir nuestro padre y después de unos años sumida en la tristeza, superó su depresión uniéndose a un grupo de mujeres separadas, divorciadas y alguna viuda como ella, que se apuntaban a todo tipo de cursos y viajes, les pasaban todo tipo de aventuras divertidas que nos relataba con detalle cuando íbamos a visitarla. Me vendría bien esa distracción.
Comencé a recoger los juguetes y cosas de Dino que necesitaba, y Cali me miró a punto de decir algo.
—No, no se puede quedar en casa, ni con ninguna de mis amigas, va a venir con nosotras y no hay más que hablar —dije yo antes de darle oportunidad a Cali para protestar.
Cali, suspiró resignada aceptando sin discutir, conocía a mi hermana, soportaría a Dinito porque sabía que me animaba, y a ella no le gustaba verme triste.
Días después estaba en casa de Mario, él no quería venir a mi apartamento, decía que le daba claustrofobia, pero yo creo que era una excusa para hacerme salir de casa. Entre Cali y él se habían propuesto no dejar que me hundiera. Si por mí fuera, yo me pasaría el día entero en la cama sintiendo lástima de mi misma y le pediría a Sandra que sacara a Dinito por mí, pero sabía que eso no era justo para el pobre perrito, debía sobreponerme y retomar mi vida de nuevo.
—Toma un zumito anda que me da que no has comido nada desde ayer —me dijo Mario solicito, dándome un zumo de naranja recién exprimido— esto no puede seguir así Ali.
Yo cogí el zumo y bebí la mitad, estaba sedienta, supongo que tenía que reponer líquidos después de todas las lágrimas que llevaba derramadas.
Volví a coger el móvil, para comprobar que Andrés no me había llamado y para mirar de nuevo los selfies que nos habíamos hecho el último día que pasamos juntos en la playa.
—Fui tan feliz ese día…, ¿cómo pude enamorarme así de rápido de él? —pregunté por enésima vez a Marío.
Él me quitó el móvil con suavidad, y puso de nuevo el zumo en mis manos.
—Cari, no te hace bien que mires esas fotos una y otra vez.
—ya lo sé, pero es todo lo que me queda —empecé a llorar de nuevo con silenciosas lágrimas que se derramaban encima de la cabeza de Dinito, al que estaba abrazando, no sé cómo podía mantener su pelito seco con todo lo que había llorado sobre él, el pobre estaba todo el tiempo pegado a mí para consolarme, porque no entendía lo que pasaba, pero sabía que yo estaba triste y se contagiaba de mi estado de ánimo.
Llevaba días así, había perdido a Andrés, definitivamente.
—Es que no hay esperanza Mario, nunca me perdonará por lo que hice, ojalá pudiera dar marcha atrás en el tiempo, para negarme a hacer lo que Cali me pedía.
—Tú solo tratabas de ayudar a tu hermana, no te castigues así, no podías saber que te enamorarías de Andrés.
—Ya, pero es que eso estuvo muy mal. Además, era el novio de mi hermana ¡Estaba prohibido para mí!
—Claro cariño, pero en el corazón no se manda. ¿O crees que yo estoy contento echando de menos al idiota de Miguel?
Miguel era el chico con el que Mario había ligado la noche de la fiesta, se habían ido juntos a casa, habían tenido un fin de semana de pasión en el que apenas habían salido de entre las sábanas. Miguel le había dicho a Mario que lo llamaría, pero nunca lo había hecho.
—¿No te ha llamado todavía? —Mario negó con la cabeza.
—¿y por qué no lo llamas tú? quizás ha perdido tu número.