Alianza Forzada

4 - Shin – 1

La Ciudadela estaba encantadora bajo la lluvia, sus estériles caminos se sentían eternos y parecía que la milicia no se había atrevido a dejar más que un puñado de soldados para custodiar la sala del trono. A los pies de la famosa escalinata había un solitario general. Tiberius estaba mirando hacia el trono cuando se detuvo a su lado. Lo estaba ignorando por completo gracias por su habilidad. Notó un par de sombras y la presencia de alguien más relevante. El militar perdió toda su postura al notarlo a su lado. Rápidamente se enderezó para mirarlo con fijación.
“Ihsahan…” Dijo sorprendido.
“Darth Ihsahan.” Dijo con severidad Shin.
El hombre tragó saliva.
“Eh, tanto miedo…” Agregó jocoso. “Puedo olerlo… Estoy aquí para hablar con quién sea esté manejando tus piolas, Tiberius. Sé que está cerca, debe tener muchas ganas de sentarse en ese trono.”
Shin empezó a subir los escalones hacia el trono para sentarse con la mirada fija en el militar. El lugar tenía la marca de Xania y el viejo Emperador. Tiberius estaba visiblemente enojado cuando cruzó sus piernas.
“Esas sombras no pueden esconderse de mí, Cólerus.” Dijo jocoso Ihsahan mientras un purasangre caminaba hacia él desde la derecha.
Shin sintió a alguien destacado entre las sombras, una rubia con dos sables. Sus ojos eran una furia y estaba lista para destrozarlo en ese momento.
“Darth Ihsahan.” Dijo con seriedad el purasangre.
Cólerus era delgado y tenía un sable doble en su cintura. Llevaba puesto un traje negro y sus tentáculos faciales estaban decorados con anillos. Nunca le habían gustado las túnicas.
“Que sorpresa encontrarte aquí…” Agregó mientras se detenía a unos metros de él. “Escuché que ahora eras débil y amigo de la República.”
“Si fuera débil ya estaría muerto, ¿No?” Dijo jocoso Shin. “Si fueras poderoso estarías sentado en este trono. Asumo que no quieres que tus amigos de la Orden te defenestren en un día.”
Cólerus apretó el sable en su cintura.
“No he venido a pelear, sith.” Agregó sin cuidado.
“¿Cómo puedo saber que eres tú? Cualquiera podría tener esa máscara.” Dijo ofuscado el militar. “Ni siquiera es la misma máscara.”
“Deberías volver a la escuela, Tiberius.” Dijo pensante Shin. “Esta es la máscara de Mandalore, cualquiera que se jacte de haber terminado la escuela lo sabe.”
“Cierra la boca, Tiberius.” Dijo ofuscado Cólerus.
Shin podía sentir la ira en el aire.
“¿Qué haces aquí, Ihsahan?” Preguntó con violencia el purasangre.
“He encontrado las respuestas a nuestras visiones.” Respondió al instante. “Hay una estación espacial conteniendo la oscuridad que acecha a la galaxia.”
“Eso suena a patrañas.” Dijo al aire el purasangre.
“Encontré a Revan y sus amigos, Cólerus. Murieron salvado la galaxia.” Dijo sonriente Shin.
Nadie podía ver la sonrisa bajo su máscara.
“Es nuestro deber proteger la galaxia y no puedo hacerlo solo. Ya invité a la República, así que tienen que estar en su mejor comportamiento. Invita a los siths que sirvan para algo, hay mucho por aprender en ese lugar.” Agregó para terminar de pie y pararse frente a él. “Puedo oler tu miedo, sith.”
Los labios de Cólerus se llenaron de ira.
“Ah, tú eres el cobarde.” Dijo divertido Shin mientras bajar la escalera para mirar de cerca a la rubia. “¿Todavía creen que pueden esconderse de mí?”
La mujer hizo un gesto para que el resto de las sombras retrocedieran.
“¿Crees que puedes dar órdenes en este lugar, Ihsahan?” Preguntó ofuscado Cólerus mientras se paraba en el escalón más alto de la escalinata.
“Ambos sabemos que podría sentarme en ese trono y proclamarme Emperador, Cólerus. No es necesario que finjas ser un contendiente. Eres uno más del montón de energúmenos que nunca se atrevieron a enfrentarse a Xania. Mucho menos te enfrentarías a mí, valoras demasiado tu preciosa vida.”
La rubia estaba a punto de pelear, a punto de atacarlo con su sable.
“¿Qué pasa si no acepto?” Preguntó en voz alta el sith.
“No lo sé, lo más rápido sería matarte a ti y a todos tus amigos hasta que alguien entre en razón.” Dijo divertido Shin. “Tú decides…” Agregó mientras pasaba entre las sombras. “No pueden ocultarme nada, Tiberius. Cuando sienta que están preparados sabrán los detalles.”
Frente a él apareció una elegante mujer, tenía cabellos azules y sus ojos estaban sobre su máscara. Era una sith, su presencia era fría y afilada.
“¿Akilina?” Preguntó al aire Shin. “Asumí que ibas a tener mejor gusto en aliados.”
Los ojos de la mujer empezaron a brillar.
“Ihsahan.” Dijo con severidad. “Espero que estés listo para morir.”
“Hace unos meses, tal vez… Hoy, no tanto.” Respondió divertido. “¿Crees que tus tristes soldados pueden tocarme? ¿O que esta mujer puede moverse fuera de mis sentidos?” Preguntó divertido. “Parece que no emano el mismo respeto que nuestra amada Emperatriz…”
La mujer dio un paso hacia atrás.
“Tal vez deba mandar un mensaje…” Agregó mirando a Akilina. “Dos naves, un puñado de diplomáticos y un grupo de siths, Cólerus. Nada más.”
Shin caminó entre los siths sintiendo el terror en el aire, parecía que su máscara era más útil de lo que creía.

Su casa segura tenía algunas cosas útiles, como su speeder. Guardó su armadura y máscara para vestirse de oficial y se perdió en las calles de Kaas. Alara estaba camino a lo de sus padres y no quería llegar tarde, pero tenía algo más que hacer antes de encontrarse con su pareja. La lluvia se detuvo cuando entró a su hangar. Vitti saltó contenta al verlo mientras sentía a Artemios mover sus cajas repletas de holocrons.
“Te perdiste a tu novia por unos minutos.” Dijo al aire la twi’lek. “Artrisa fue a buscar su rifle… Te queda perfecto ese traje.” Agregó mientras acariciaba su pecho.
“Gracias, quería sorprender a Alara.” Dijo divertido Shin. “Además, me percaté de que nadie conoce mi cara, así que no necesito andar paseando de sith.”
“Es cierto…” Dijo cuenta mientras encontraban a Artemios.
“Ah, Shin… ven, ayúdame con esto.” Dijo al aire el purasangre.
Shin movió una docena de cajas con su telequinesis mientras Artemios desempolvaba un gigantesco tomo de antaño.
“Es una reliquia… Deberíamos donarlo a un museo.” Dijo mientras se asomaba por la puerta.
“Alara tiene un amigo que sabría como cuidar un libro como ese.” Dijo pensante Shin. “¿Cómo están?”
“Ya casi termino aquí.” Dijo al aire Artemios. “Tengo todo empaquetado.”
“Estuvimos en casa y paseamos un rato con Alara.” Dijo contenta Vitti. “Después me dejaron aquí con Shia, se fue con su jet a buscar…” Agregó mirando a Artemios.
“Iba a dejarle un mensaje a uno de sus amigos mandalorianos.” Dijo pensante Artemios. “¿No mataste a nadie?”
“No, me dijeron débil y cobarde, pero estaban temblando del miedo mientras tanto.” Dijo sonriente Shin. “Después los pongo al día, pero dejé un buen impacto en ellos.”
“Entendido.” Dijo pensante Artemios mientras volvía a la bóveda. “Voy a darle un ultimo vistazo, no quiero olvidar nada.”
Vitti lo abrazó con fuerza en el momento que estuvieron solos.
“¿Estás bien?” Preguntó con cuidado Shin. “Noté que la gente…”
“Sí, las chicas me están cuidando… Ya quiero volver a casa. Extraño dormir contigo.” Dijo apenada la twi’lek mientras levantaba la mirada.
“Lo siento mucho, Vitti.” Dijo apenado mientras la apretaba un poco.
“No te disculpes, me encanta verte así… solo me gustaría ser la que recibe tu amor.” Dijo divertida mientras lo miraba. “¿Bryce?”
“Lo recordaste.” Dijo divertido Shin mientras escuchaba el jet de Shia entrar por una de las ventanas del hangar.
La mandaloriana se sacó el casco para caminar hacia ellos. Lo besó con mucho cariño en la mejilla para luego acariciar su espalda.
“Si ella puede…” Dijo jocosa. “Terminé, Erdos quería hablar con Kira. Con suerte puede convencerlos con sus números, a mí siempre me escupe en los pies y se ríe en mi cara por falta de clan. Estás encantador, Shin… Eres todo un Imperial.” Terminó llena de lujuria.
“Shia… estaba consolándome porque me tratan como esclava.” Dijo apenada Vitti.
“Yo sé que lo estás fingiendo, Vitti. No puedes engañarme con esos ojos y postura de desprotegida.” Dijo con seguridad Shia. “Yo tengo muchas ganas de quitarte eso que llevas puesto, Shin… Artemios tiene un buen sillón en la bóveda.”
Vitti perdió su postura y lo apretó con cariño.
“Tengo que negarme, Shia…” Dijo sonriente Shin. “Deberían buscar alguien que las quiera…”
“Tú nos quieres bastante…” Dijo divertida Shia. “Además, ya sabes que me gustan los hombres poderosos y… no hay otro como tú.”
“Shia tiene el peor gusto en hombres.” Dijo al aire Vitti mientras lo miraba desde abajo. “Perdón, Shin…” Agregó mientras lo soltaba.
“No te disculpes.” Respondió sonriente mientras miraba a Shia. “¿Qué quieres?”
“Tú sabes…” Dijo llena de lujuria.
“Lo otro…” Dijo con seriedad Shin.
“¿Puedo… pedirte unos créditos?” Preguntó avergonzada la mandaloriana. “Quiero…”
“¿Irte sin deudas?” Preguntó jocoso Shin.
“Es para el bar…” Dijo apenada Shia. “Podría pagarlo, pero todavía no cobré nada de lo que hice en Kyros-4.”
Shin dejó un chip entre sus manos.
“No hay problema, Shia.” Dijo sonriente para recibir otro beso en la mejilla.
“Gracias…” Dijo apenada mirando a Vitti. “Más te vale que no le digas nada a Miri.”
“Mis labios están cerrados.” Dijo con malicia la twi’lek.
“Ya vuelvo…” Dijo ofuscada la mandaloriana.
Ambos la vieron volar por el mismo lugar que había entrado mientras escuchaban un speeder entrar al hangar. Artrisa llevaba una larga mochila y una valija, que dejó entre las cajas del tráiler. La chiss se acercó para pararse frente a él y acariciar su antebrazo.
“Terminé con mis recados.” Dijo con firmeza. “Yo me quedo con ellos.”
“Gracias, Artrisa.” Dijo sonriente Shin.
“Eh, te quiere mucho más de lo que dice, Shin…” Dijo divertida Vitti.
“Te encargo el hangar, solo necesito algo de la bóveda.” Dijo sonriente Shin.
El joven encontró a Artemios revisando un viejo papiro sith, estaba encapsulado en un cuadro y ya estaba listo para el viaje. Él paso directo hacia su oficina donde enchufó su holo a una de sus computadoras para copiar y destruir todo lo que había dentro. Por otro lado, abrió su caja fuerte para encontrar alguna de sus riquezas, que eran en su totalidad bienes incautados a criminales de la ciudad. Puso todo en un maletín para luego traer una caja y llenarla con sus créditos del Imperio. No estaba contento con usarlos, pero prefería hacer algo con ellos que dejarlos olvidados. Artrisa lo ayudó a acomodar la caja mientras miraba el maletín con curiosidad.
“Artrisa… ¿Puedes hacerme un favor?” Preguntó sonriente Shin.
“Lo que sea, Shin.” Respondió a instante la chiss.
“Artrisa…” Dijo el joven mientras apretaba sus manos. “No erres mi empleada, ni mi herramienta, eres mi amiga.” Agregó con cuidado.
“Lo sé…” Dijo pensante la chiss. “Esto es nuevo esto para mí.”
“Solo quiero recordártelo…” Dijo pensante Shin. “Ahora no sé si quiero pedirte algo.”
“Los amigos hacen favores a amigos…” Dijo apurada la chiss mientras acariciaba sus manos.
“Aquí tengo algunas… cosas que ya vendí.” Dijo pensante Shin mientras le mostraba la valija. “Hussan sabe que hacer, pero ya dejaron a Alara en la casa de sus padres.”
“Entendido… ¿Puedes saber dónde está?” Preguntó asombrada.
“Así funciona nuestro enlace, Artrisa. Podemos encontrarnos mutuamente.” Dijo sonriente Shin. “Como que vulnera su privacidad, pero…”
“Ella siempre dice que está feliz de poder sentirte como a cualquier otro sensitivo.” Dijo pensante Artrisa. “No sé qué significa, pero parece importante para ella.”
“Deja esto con él y ayúdalo con los créditos. Esa caja está repleta por si necesitan comprar algo.” Dijo pensante Shin mientras acariciaba los hombros de la tiradora. “Voy a buscar a mi novia.”
“No te preocupes por nada, Shin…” Dijo apenada Artrisa mientras miraba para todos lados.
La chiss se acercó para besar su mejilla con cuidado.
“Hasta luego…” Dijo sonriente Shin. “Cuida a Vitti y ten cuidado, por favor.”
Shin ya quería volver a casa, pero todavía tenía un par de recados en el planeta.



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Editado: 03.08.2023

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