Alice © // Todos Vamos A Algún Lugar. //

CAPÍTULO I

CAPÍTULO 1


 

DESCONOCIDA.
 

Así era ella. No podía cambiarlo, pero a veces podía incluso exasperarme su forma de ser.

Sabía que tenía problemas, pero ella solo insistía en sonreírle a todo el mundo y fingir que nada pasaba. Que todo era correcto y que ella era feliz.
 

A Nora no parecía importarle tanto ese tipo de cosas, pero yo quería que supiera que estaba con ella, que podía confiar en mi. Nora decía que la capa de super héroe no me quedaba bien y solo parecía un cordero más de su rebaño haciendo fila para adorarla.

Quizá al principio lo era.
 

Hasta que me di cuenta de que ella era más que ese cascarón vacío y reluciente que enseñaba ser.
A veces creía que estaba metida en algo turbio.

Escondía cosas y se encontraba con un chico afuera del café de Pitt con el que intercambiaba algo más que saliva.
 

Un día me enteré por Miguel que sus padres estaban por divorciarse.

Al parecer todo el mundo comentaba eso en el vestuario de porristas al que Miguel llegaba mágicamente cada dos por tres.
 

Nunca conocí a los padres de Alice hasta que todo pasó.

La policia junto a ellos llegaron a la escuela pasando por cada uno de los salones iniciando en el nuestro. Alice estaba desaparecida hacía ya dos días y nadie sabía nada, ni la había visto.

Exceptuándome.
 

La ultima vez que la vi, ella estaba tan linda. Su rostro pálido y sus ojos cafés brillaban junto con el sol de la mañana.

Acostumbrado a sacar a pasear a Nana; mi perra, cuando salía el sol. La vi. Encapuchada,  tratando de cubrir su pelo ondulado.

En ese momento no creí que fuera tan raro. Ella era así, al menos cuando no la notaban.
 

Ella era alguien que guardaba muchos secretos. Secretos que no compartía siquiera con nosotros.

Quizá Miguel tenía razón cuando dijo que Alice estaba extraña (fuera de lo común). Quizá algo estaba sucediéndole o alguien la amenazaba.

Si algo era seguro, es qué tal como en el colegio sus padres tampoco la conocían realmente. Los tres (Nora, Miguel y yo) nos miramos cautelosamente y volvíamos la mirada a sus exagerados padres que sólo repetían que su hija era tranquila y tímida.

Si algo tenía Alice seguro no era timidez. Ella era como una celebridad cuando entraba al colegio, y hablaba con todo el mundo.

Y tranquila…yo no la llamaría exactamente tranquila. Mucho menos luego de que nos arrastrara a la fiesta de un tal Andrew, en una fraternidad. Ella no estaba muy tranquila en ese momento. Ni al día siguiente cuando subió hasta el segundo piso de su casa por un árbol, para que no la descubriesen.

Muy dentro, ella debía ser una persona solitaria.

Lo comprendí cuando todo pasó. No confiaba en nosotros, quizá no confiaba en nadie.

¿Que la hacía desconfiar tanto?
 

Recuerdo cuando la conocí. Yo no era una persona muy extrovertida en ese entonces, ni lo soy ahora. Solía esconderme del profesor de gimnasia detrás de un enorme árbol en el patio, que daba justo frente a uno de los muros limitantes del colegio.

Lo mío no era escalar la cuerda o sudar la camiseta, en un estúpido deporte de equipo. Así que prefería pasar ese tiempo leyendo un libro, que había comprado en una venta de garage, hacía una semana.

Un extraño y molesto ruido me hizo perder la concentración en la lectura.

Y saltando el muro, como águila cazando a su presa, aterrizó justo frente a mi. Una extraña chica de pelo castaño alborotado.

Con sus piernas largas aún flexionadas amortiguando la caída y sus manos tocando el piso levantó la mirada hasta mi.

Se irguió sin dejar de verme y sonrió acercándose a mi.

__ Ella muere al final. -Dijo.-

__ ¿Que? -Musité inverbe.-

Estaba tan estúpidamente asombrado de que hubiera saltado desde tan alto, como lo estaba de furioso, porque me había arruinado el final, de la novela que hacía más de una semana venía leyendo.

¿Que clase de escritor frustrado y patético había dedicado todo un libro a una venganza que jamás completaría, matando al personaje principal?

La chica se acercó aún más, tendiéndome su mano.

Sonreí. ¿Acaso éramos ejecutivos cerrando un trato?

__ Soy Alice.

Llevaba el pelo alborotado por la caída y las mejillas enrojecidas por el esfuerzo. Lo que hacía que sus diminutas y marrones pecas se disimularan un poco.
 

__ Ethan. -Contesté, estrechándola.- Y me acabas de arruinar el final del libro.

Ella volvió a sonreír divertida y contestó con elocuente rapidez.

__ Es un libro estúpido. No deberías saltearte gimnasia para leerlo, es una pérdida de tiempo. La gimnasia tiene mala fama, pero te facilita otros métodos de entrada al infierno, o salida…

La observé detenidamente. No recordaba verla en clase, pero parecía ese tipo de persona por la que valía la pena estar vivo.

Ese fue el primer día que escuché aquel campaneo ridículo y el primer día que espere con ansias volver a oírlo al día siguiente.


 




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