Cuadros rojos
Eran las seis en punto de la mañana, lo sabía porque había revisado unas tres o cinco veces el móvil, y la maldita hora parecía estar estancada. No podía dormir.
Puesto que no dejaba de pensar en esa estúpida canción.
Jamás le había prestado atención a la letra, hasta ahora. Y podría decir que era bastante aterradora.
Red Balloons.
La pequeña niña con el globo rojo aún rondaba en mi cabeza.
Quizá necesitaba creer que era algo más, de lo que en realidad era.
Tal vez quería mantener la esperanza de que Alice estaba por algún lado, escondida.
Jugando a ver cuánto resistíamos sin ella.
Me quedé mirando el techo, totalmente ído hasta que el reloj despertador comenzó a sonar sobre la mesita de noche.
Pero al contrario de su función, sumergió aún más mi mente, esta vez en un recuerdo.
El último día que fuimos a Pitt’s antes de la desaparición.
Había repasado este, en mi cabeza, tantas veces como un capítulo de una serie al que retrocedía y pausaba a voluntad cuántas veces quisiera.
Creo que todos solemos pensar más, en la última vez que vemos a esa persona incluso aunque el recuerdo siquiera sea especial, más que por ser el último que conservamos de ella.
Ese día Nora estaba molesta porque un idiota en una fiesta le vomitó encima. Y una foto suya en un ángulo un tanto penoso andaba circulando en la escuela, propagandose como varicela en el kinder.
Miguel había discutido con Veronica y no se hablaban desde entonces por una situación de celos que poco me interesaba realmente y yo solo era yo. Existiendo y contemplando el caos.
Alice acababa de sentarse a tomar su malteada de chocolate mientras su canción favorita inundaba cada rincón de la cafetería .
Sacó su móvil y comenzó a tomarse una selfie. Recuerdo reírme por lo bajo.
Siempre vi ridículo como las personas hacían público cada instante insignificante de su vida. Ni hablar del extraño rito de fotografiar la comida antes de empezar a comerla. Si me lo preguntaban, yo creía que era una gran estupidez, pero cada que Alice lo hacía, me parecía hasta lindo.
_ En serio necesitas hacerlo cada vez que venimos? Tu galería debe ser un copie y pegue de lo más aburrido.
Dijo Nora en un tono de cinismo y franqueza haciendo que Alice sonriera por lo bajo.
_ Bueno, te sacaría una a ti, pero creo que tengo una en un mejor ángulo que me agrada más, en mi galería…
Nora miró con mala cara a Alice sin decir una sola palabra. La cual no era necesario que entonara, ya que se podía sentir el odio en cada sonora y ruda exhalación que daba.
A su lado, Miguel exageraba tapándose la boca como si estuviera frente a dos contendientes en una batalla de gallos.
_ Como sea.
Contestó Nora, poniendo los ojos en blanco y volviendo a tomar un sorbo de café.
Alice le llamaba la ley de Nora. Básicamente se trataba de una reacción química en respuesta a situaciones incómodas en donde al poner los ojos en blanco dejaba de importarte. Nora era excelente en ello.
Alice se lanzó sobre ella para abrazarla mientras se reía, logrando incluso sacarle una pequeña sonrisa tímida, a la petulante chica que rechazaba cualquier demostración pública de afecto.
Su móvil vibró en la mesa por unos instantes haciendo que mis ojos se posaran en la pantalla.
Red Balloons.
Era un mensaje de su madre, que le preguntaba dónde se había metido.
Lo cual era extraño ya que sus padres eran bastante ajenos a preocuparse por esas cosas.
Una vez la notificación desapareció tan sólo quedó la foto que había tomado hacia unos instantes.
En esta se podía ver a Alice con la malteada en frente, sonriendo.
Y sonreí instintivamente.
Red Balloons.
La luz del sol de media tarde que entraba por la ventana hacía que sus ojos se vieran más brillantes.
No sé en qué momento pasé de ver sus ojos a ver detrás de ella.
Era un pequeño y borroso punto rojo.
Red Balloons.
Volví en mi.
Me senté en la cama y por un momento repasé en mi cabeza cada momento en Pitt’s. Cada malteada, cada tono en la canción. Cada movimiento.
¿Como es que recién ahora recordaba todo aquello?
¿Como es que jamás lo vi?
¿El globo rojo era una coincidencia ?
No. Nada en todo aquello parecía una coincidencia.
Me levanté de la cama en un salto el reloj despertador volvió a sonar dando las siete de la mañana.
La luz del día entraba, atravesando la cortina de la única ventana que había.
Podía sentir el brillo tibio e intenso hormiguear mi rostro.
Siempre íbamos a Pitt’s a la misma hora, ella siempre ponía la misma canción, y siempre sin excepción se sacaba la misma foto. Tanto era así que nos parecía ridículo.
Yo estaba equivocado, ella no nos estaba dejando un mensaje a nosotros. Nos utilizaba como excusa para comunicarse con alguien más.
Alguien que quizá estaba allí fuera, y que tal vez tenía información sobre su desaparición.
Entré al baño, mamá gritaba desde el primer piso, que el desayuno estaba casi listo. Metí la remera que llevaba puesta y los calzoncillos en el cesto de la ropa sucia y me quedé bajo el agua de la regadera unos diez minutos antes de percatarme que el tiempo seguía pasando y yo aún estaba inmovil.
Sonreí.
Parecía demente.
¿A quién se le ocurríría semejante historia?
Pero el nudo en mi estómago me decía que debía hacer algo.
Debía corroborarlo para mi tranquilidad. Así comprendería que tan solo era un mal juicio dictado por ese sentimiento tan fuerte de querer respuestas.
Terminé de vestirme, tomando rápidamente lo primero que encontré.
Una remera de Van Halen que ya era vieja cuando la compré de segunda mano y había pasado del negro a un gris lavado semejante al color de una rata. Unos jeans que aparentaban estar más o menos limpios y la cazadora verde con negro que según yo, le iba a cualquier cosa.
Sonreí al ver las zapatillas. Estaban algo sucias de tierra y la derecha tenía un corte de unos cuatro centímetros más o menos. Gajes de seguir a Alice en sus aventuras.