Cuando la noche cae y el sereno se hace más espeso convirtiéndose en una neblina pura, Alice va abrigada a la cama llevando su oso de peluche a quien llamó Bastian.
Nadie podía entenderlo, tan solo con cuatro años, y su corazón era invadido por una imperiosa necesidad incontrolable de conocer a su padre.
Era comprensible que se sintiera triste en cada noche que se iba a dormir, recordando las imágenes de sus amiguitas siendo amadas por sus papás, ella atrapaba en sus recuerdos los episodios más sublimes de su imperiosa necesidad.
—Mami, hoy el padre de Madelyn le llevó su pastel de cumple…ella estaba feliz y…viene navidad, yo…
—¿Alice, quieres que te cuente una historia para dormir? —dijo su madre interrumpiendole y pretendiendo que olvidara, ya conocía a su hija y todas las noches tendría que pasar por el mismo episodio.
—Yo quiero que me cuentes como conocistes a papá, sueño con él —dijo Alice con el rostro de su madre entre sus bracitos.
—Ya esa historia te la he contado princesa...bueno, tu padre es un médico, es un héroe que salva vida, no viaja mucho porque sus paciente saben en donde está y van por la cura.
—Seré como él, pero te llevaré conmigo —Julieta sabía de la inocencia de su pequeña hija, pero sus palabras la golpeaban, comprendía que denotaban el abandono paterno.
—Hablemos de Santa, ya pronto estaremos en navidad…
—Quiero tu historia con mi papi… lo quiero mami.
—Tu padre es muy apuesto, lo conocí en esta ciudad y yo estaba clara que él debía cumplir con sus obligaciones y estar lejos, pero me dejó su tesoro más preciado…él es como un Rey que tiene tanto que resolver, vive en Houston y se dedica a salvar vidas… —Julieta dejaba correr sus lágrimas al verla dormirse mientras su pensamiento le recriminaba— ¿Cómo decirte esta verdad mi niña? Tú padre, un día salió a un viaje, yo quise alcanzarlo y darle la noticia más hermosa que se le puede dar a un ser humano, que estaba embarazada pero…cuando llegué ya él no estaba, se había ido fuera del país sin avisarme porque yo no era importante para él…perdóname…debí haberte dado un mejor papá…
Cuando Julieta creía que ya su hija dormía, Alice la sorprendió.
—Cuando mi papi haya salvado el mundo, él regresará ¿Verdad mami? —la mujer hizo un breve silencio secando sus lágrimas con disimulo para no dejarse ver— Un día estaremos con él y conquistaremos su corazón, siempre sueño con mi papi…
Muy pegadita a su madre Alice empezaba nuevamente a cerrar sus ojitos hasta dormirse cuando su madre la cubría de bendiciones y de múltiples besos haciéndola reir.
—Vamos a dormir pequeña, ya es muy tarde y mañana es importante estar activa.
La mujer al verla ya dormida, la arropó totalmente y le dió un beso en la frente pero el corazón de está joven mujer estaba triste.
—Si al menos me hubiese amado, como yo a él, o al menos eso he creído siempre ¿Cómo saberlo si fue mi primer amor? Y el único hasta el momento — dijo muy conforme.
Julieta se levantó y fue directo hasta su máquina de coser, observó todo lo que le faltaba por hacer y bostezó por el sueño, pero no podía hacerlo, debía trabajar, tenía deudas que pagar.
Alice parecía haber despertado entre su mismo sueño, sonreía mientras caminaba entre mucha nieve hasta alcanzar a Santa quien parecía agitado en su trineo.
—¡Espera Santa, espera! —gritaba ella detrás del anciano de rojo— ¡Debes traerme a papá! ¡Ya te lo he pedido muchas veces y parece que no me escuchas ¿Es porque soy muy pequeña?
Alice reía dormida cuando de la nieve Santa sacó una foto familiar, en la que estaba con su mamá y un hombre vestido de blanco las abrazaba.
***
Bastian había llegado cansado a su casa, nada le era más necesario que su cama para dormir.
En Houston, el doctor Brown recibía con dedicación a sus paciente, era un apuesto hombre de treinta y ocho años que a pesar de su altivo y arrogante carácter tenía vocación de servicio.
Estaba dado al servicio de la salud aunque en su corazón era muy solitario, la vida para el seguía teniendo el mismo sabor a libertad cuando de mujeres se trataba.
—Querido, preparé para ti tu platillo favorito —dijo su novia mientras lo acompañaba a retirar su abrigo.
—No tengo hambre, necesito dormir y solo despertaré si hay una emergencia...
—¡No puedes hacerme ésto Bastian! ¡Yo...! —el hombre le dió un beso en la frente y caminó directo a la habitación.
Se tiró a la cama y como cayó así se durmió, lo profundo de su sueño lo llevó al atrapaste mundo fantástico de su niñez, no era extraño en él. Eran los episodios más añorados ya que tuvo una niñez muy feliz, su madre era muy amorosa.
—Bastia, hijo — escuchó la voz inconfundible de su madre— despierta, mira tu regalo de navidad — el doctor Brown abrió los ojos en el profundo sueño y se descubrió en el trineo de Santa volando a casa y la brisa fría lo arropaba.
Despertó repentinamente, y observó a su novia que parecía indignada observándolo.
—¡¿Qué pasa?! ¡¿Por qué me miras así?! Estaba soñando y de repente despierto y te veo tan obstinada...