Llegó un nuevo día, la brisa venteaba la neblina golpeando los ventanales y aún Julieta no se había acostado a descansar, sabía perfectamente que debía cumplir con los pedidos.
Muy de mañana la doctora Anaís, su mejor amiga llegó haciendo mucho ruido, cantaba los coros navideños y ambas terminaron riendo.
Desayunaron juntas pero muy callada se mostraba Julieta hasta que ya no pudo aguantarse más.
—Anais, mi hija es muy inteligente…y ya no sé cómo controlar ese ímpetu que tiene ante tantas preguntas, es como si adivinara en donde están mis dolencias...
—Tu hija es muy dulce, ella es tan inocente y curiosa, lo bueno es que sabe la verdad.
—Estoy asustada, yo…siento que un día la voy a perder, él va a regresar y querrá quitármela…lo sé.
—No lo hará, pienso más bien que debes buscarlo nuevamente ahora que sabes en donde reside, es su hija y ella merece que él esté presente en su vida...y no pienses más que la perderás, tú tiene suficiente argumentos, has sido una madre ejemplar, además...lo buscastes para decirle cuando te enteraste de tu embarazo pero ya se había ido, y le enviaste una carta…
—Carta que ni siquiera respondió…
—Es posible que no te haya creído lo de tu embarazo…fue tan corta tu relación con él que capaz hasta pensó que le mentías para retenerlo, no lo dudo con tanta prepotencia.
—No hablemos más de eso, el doctor Bastian no me quiso como yo a él, yo creo que mi Alice no merecía ésto...pero yo era tan ingenua…
—El prestigioso doctor Brown no creo que vuelva a esta ciudad al menos que sea obligado por la circunstancia, la gente como él que siempre mantuvo esa posición tan altiva y arrogante no se baja a mirar a las mujeres como nosotras, no sé cómo te deslumbraste…a todas nos gustaba pero no éramos inocente.
—No me arrepiento aunque tus palabras me ofenden, gracias a mi amor por él está mi hija, Alice es la bendición más hermosa en mi vida, yo no cambiaría nada de mi historia…
—Disculpame, es que a veces no mido mis palabras....en aquel momento todas sentimos envidia porque puso la mirada en ti...Si al menos tú hubieses aceptado a Marlon, él si que tenía la intención de casarse contigo y formar una familia y no le importaba que estuvieras embarazada…
—Si — Julieta rió de forma burlesca— conmigo o con otra, se casó de inmediato y en cuatro años ya lleva tres niños con su esposa… Anaís es difícil aceptar a un hombre por conveniencia, yo aún esperaba que Bastian volviera, yo amaba a ese hombre…
—¿Lo amabas? Creo que aún conservas ese ensueño, olvídalo ya…date la oportunidad con otro hombre.
—No quiero, no puedo darle un padre a Alice…no lo entiendes pero lo que me pasó marcó mi vida
—No puedes pensar de esa manera, mira que ni duermes para darle a la niña todo lo que necesita, y si te das la oportunidad con otro hombre no va a ser su padre, va a ser su padrastro.
—Por eso, ella no lo entendería, ella es la razón de mi vida y no quiero que sufra. Tú la conoces, mi pequeña Alice quiere es a su papá, nadie que no se llame Bastian Brown llenará su corazón.
—Necesitas enamorarte...vivir...¿vas a decirme que el italiano no está de buen ver? Ayer preguntó por ti, esos ojos se le iluminan de tan solo nombrarte...
—Basta ya —dijo sonreida Julieta haciendo también reír a su amiga— nunca entenderás que no es lo mío, o no es mi momento....
Un escándalo saco a las mujeres de contexto y voltearon a mirar, era Alice rodando su caja de juguetes muy segura de lo que hacía.
Vació todo y empezó a ordenar como si nada más importaba, colocó la familia de oso, metiendo a la osita en brazos de ambos.
—Alice, las niñas también deben cumplir sus responsabilidades antes de jugar, vayamos de una vez.
—Si mami — respondió muy obediente— ¿Viste que ya el papá Bastian está con su familia de osos?
—¿Ese oso no tiene su bata blanca que yo misma le hice? — preguntó con sorpresa Julieta.
—No, ya no quiero que sea héroe, quiero que venga aquí y cuide a su familia.
Ambas mujeres se miraron repentinamente y fue Julieta quien hizo cambiar el tema.
—¿Cómo se dice al levantarse de la cama?
—¡Bendición mami! — gritó riendo como si daba una sorpresa abrazando a su madre, y luego volteó— bendición tía Anaís...
Las mujeres la llenaron de abrazos, ternuras y besos, pero Anaís miró a su amiga que se veía muy agotada.
—Okey muy bien señorita Phillips, debes descansar ¡Ven, déjame ayudarte con Alice, mientras tú duermes un poco!
***
El doctor Bastian Brown recibía noticias de su padre, quien estaba muy enfermo.
Él se levantó e hizo notar su decisión de volver a su país, todo lo dispuso y de inmediato viajó.
Entró a su casa, una mansión que parecía haber sido construida bajo un estilo francés.
Su padre era muy exigente con Bastian cuando él desde muy joven perdió a su madre. El hombre que además era aristócrata al verlo sonrió.