Alice. Un regalo para navidad

IV Merecer el milagro de tener a mi hija.

Julieta aún en medio de su miedo volvió a su labor y aunque no paraba de lagrimear, planchaba y doblaba los uniformes como si todo debía quedar perfecto, mientras Bastian no dejaba de observarla.

—Julieta, no tenemos porqué estar enojados, ni tristes, yo estoy aquí, contigo — se acercó,  tomó una de las prenda y ella se la quitó de las manos — déjame ayudarte...

—No toques esos uniformes, pueden tener alfileres y usted debe cuidar sus manos, yo sé que eres un cirujano de renombre y...

—Julieta eso no es importante ahora —le interrumpió — déjame compensar todo lo que has hecho sola por nuestra hija.

—No es nada, ésto es un trabajo liviano comparado con el que hice durante todo mi embarazo...

—Julieta yo...

—Trapie toda la cafetería de la universidad y lavé  los baños para los futuros médicos porque mi padre me quitó su ayuda al irme de casa...trabajaba de sol a sol y veía en otros lo que yo pude tener porque también era buena en la carrera y lo sabes...

—Si quieres hacerme sentir mal, créeme que lo has conseguido Julieta.

—No me arrepiento de haber trabajado tanto y duro, doctor Brown...no hay mayor recompensa para mí que mi hija...pero estoy muy enojada con usted...

—Dime Bastian, quítame esa formalidad, Julieta, tú no entiendes que en este momento solo importa nuestra hija...

—Dices eso, pero no es cierto, eres un egoísta que lo que no quieres es sentir remordimientos. Y jamás voy a tutearte para ser engañada nuevamente y termines quitándome a mi hija.

—Estas dolida...soy culpable de eso, Julieta mañana es navidad, dicen que hay que sanar el corazón, perdonar...¿Por qué no planificas perdonar a este hombre egoísta que soy y mostrarme la faceta más bonita que un hombre puede tener...ahora que sé que soy padre? —hizo para acercarse pero ella lo evitó.

— Manténgase alejado de mi...y no molestes que estoy atrasada...

— Está bien — levantó sus manos y volvió a su lugar— si necesitas mi ayuda me dices, yo estoy aquí, contigo Julieta.

Al entregar el pedido y ver qué sus cuentas estaban claras, ella de manera sencilla y segura dijo.

—Vayamos por Alice...

—Alegra un poco el rostro, mi hija va a pensar que te he lastimado —la mujer hizo una mueca sin gracias en su rostro y ya luego apartó la mirada de él con un gesto poco amable.

Al salir ella reconoció su auto deportivo al que el doctor Brown amaba y se sentía a gusto.

—¿A dónde vas Julieta? —dijo Bastian al verla en dirección contraria a él — Mi carro está acá...

—Voy en el mío — interrumpió ella adentrándose al garaje.

—¡No puedo creerlo! —dijo exaltado— ¡Aún conservas a ese montón de lata! —ella volteó a mirarlo descubriendo una descarada sonrisa en su rostro.

—Si, en ese montón de lata fui sola cuando nació tu hija — espetó enojada— y durante todos estos años la ha cargado a realizar todas sus actividades y me siento feliz de tenerlo, ha sido de gran utilidad y ayuda mientras el suyo lucía hermoso, guardado en su cochera, y usted llevaba su vida soñada...

—Julieta, quítate los guantes conmigo, yo no estoy aquí para pelear contigo, creo que debes dejar el pasado atrás, solo quería hacerte reír...

—¡No es gracioso! El pasado lo había dejado, pero desgraciadamente volvió a pisarme los talones, quiero que sepas que nada que venga de usted me parece bueno ni sano. Manténgase como antes, solo hable sobre lo que tenga que ver con nuestra hija, yo no soy su amiga y no quiero serlo...

—Okey...pero no seamos enemigos tampoco.

Julieta subió a su auto que hizo un gran escándalo al prenderlo y el doctor se subió al de él pero rió a carcajadas  al verla tan segura de lo que quería.

—No puedo creerlo —dijo sin dejar de reir— más hermosa y más mujer, y madre de mi única hija — decía mientras la seguia— no estaba en mis planes ser padre pero se siente bien...

El hombre continuó hablando solo hasta verla estacionarse, hizo lo mismo pero Julieta se había bajado y se acercó a anunciar su llegada.

El doctor Brown salió de su auto y se recostó a esperar, mientras veía a Julieta en espera de que abrieran después de hacer una llamada telefónica.

La puerta se abrió y una señorita de servicio doméstico se acercaba con la niña que de tan solo mirar a Julieta gritó emocionada.

—¡Mami! — corrió soltandose y llegó a los brazos de su madre quien como de costumbre la levantó y le daba toda sus bendiciones adornada de ternura— Hice números, cálculos mami, aprenderé mucho y sacaré tus cuentas...

— Serás de gran ayuda Alice, no sabes cuánto necesito eso...

La bajó y volteó a mirar hacia adonde aguardaba el hombre, éste ya no parecía altivo, ni arrogante, era un hombre totalmente desarmado..

Julieta se inclinó bajando al nivel de su pequeña Alice, y mientras acomodaba su cabello, la niña le preguntó.

—¿A dónde me llevarás mami? ¿Iremos a casa?

—Alice, te tengo una gran sorpresa...




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