Julieta no encontraba cómo calmar la ansiedad de su pequeña Alice cuando preguntaba tan a menudo por su padre.
El teléfono sonó y Julieta al responder, su amiga le explicó lo sucedido y el motivo por el que el doctor Brown no estaba con ellas.
Cuando Julieta iba a cerrar la llamada, Anaís le habló nuevamente.
—Espera Julieta...
—¿Qué sucede?
— Escúchalo, creo que te ama, tú si le importas, siempre le importastes, no me lo dijo pero lo entendí al verlo angustiado por ustedes. Estoy segura que quiere estar con ustedes....no es arrogante como lo conocí, es un hombre noble y con mucha bondad....
Al despedirse, Julieta se acercó a su hija, con sublime tonalidad y esperanzadas palabras le dijo.
—Más tarde veremos a tu papi, Alice…él ahora está ayudando en el hospital, recuerda que es médico y yo te expliqué lo importante que es salvar vida…
—Mami, ya no quiero que mi papi sea héroe.
—Ven Alice —se sentó a su altura— mi niña, todos los seres humanos nacemos para servir a Dios y a las personas que lo necesiten, es la bondad y la gratitud en nuestros corazones.
—Y él salva vida ¿Verdad mami?
—Es así Alice, y esa es la voluntad de Dios, nuestro creador. Tu papi te ama tanto como yo, pero la misión de tu padre no puede esperar, si él no cumple pueden perderse algunas vidas.
—¿Él necesita ser héroe, mami?
—Si mi amor…
Alice abrazó fuerte a su madre, y Julieta como siempre pintaba su mundo de colores.
—¡Alice, tengo una gran idea! ¡Juguemos con la familia de osos y así podremos entender mejor por qué papá oso no puede guardar para siempre su bata blanca!
La niña sonrió y de inmediato Julieta entró en la magia de la inocencia de su hija.
Habiéndose divertido ambas reían abrazada y se consentían con ternura cuando los toques de la puerta se escucharon.
Alice y Julieta recibieron de Bastián, muchos regalos que pusieron al pie del arbolito.
Recibieron también la visita del tío Xavier y de la abuela que no paraban de sonreír con las ocurrencias de la pequeña.
—Santa me dió mi regalo especial —dijo feliz la pequeña niña mientras bailaba con sus manos en la espalda— mi papi vino...
—Julieta....
—Vino por su hija —dijo Julieta interrumpiendo a su madre.
—Y por ti por lo que veo, yo no regalo flores de esta manera si no quiero conquistar a una mujer, así sea la madre de mis hijos — aseguró su hermano.
—No hablemos de eso...
La madre de Julieta les daba todas sus bendiciones deseándole unas feliz Navidad mientras se despedía.
—Mi padre y mis hermanas…
—No diga nada Julieta, bien sabes que siempre esperan que vayas…
—No puedo mami…mi Alice merece todo el amor....
—Tu padre la ama, tú sabes que nunca hace excepciones más bien es feliz cuando la llevas allá…
—Es cierto, a mi hija la trata con amor, y a mi me hiere, y cuando vengo aquí Alice nota mis lagrimas y no me gusta que mi hija vea en mi a una mujer triste.
—Hija…
—Estoy bien mami.
***
La mesa de la familia Phillips se tornó triste cuando la madre de Julieta no soportó y rompió en llanto, y reclamos lo que sufría su hija, retirándose a su habitación.
Los cánones rígidos y los prejuicios fueron pisoteados cuando el viejo salió a buscar a Julieta.
Fue inútil, ella había salido de casa a recorrer la gran ciudad con su hija. Había magia esa noche, Julieta miró detenidamente a su pequeña Alice.
—¿Sabes Alice? —la niña volteó a mirarla con los ojitos melancólicos — Tienes al mejor papá del mundo.
—Lo sé mami, por eso es héroe.
Julieta abrazó fuerte a su pequeña mientras su pensamiento se hizo reflexivo.
—Yo sé que la ama, mi Alice merece felicidad y el doctor Brown ha de ser un hombre bueno, porque nadie que no tenga bondad en su corazón hace lo que él está haciendo...apartar su propia felicidad al lado de su hija por la nobleza de cumplir con su humanista labor …
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