Alice y el Collar de Suller (saga #1)

Capítulo III: Mágico

    Era hoy. Mi cumpleaños número dieciséis, me levante más temprano de lo normal. Me vestí con un vestido sencillo y cómodo. Baje las escaleras.

—Hoy... te voy a descubrir— me alivie al pensar que hoy tendría en mis manos; el objeto que hace ocho años esperaba. Me acerque al piano, pase mis dedos sobre las teclas y, sin darme cuenta; me acomode y empecé a tocarlo. Melodía suave y relajante. El piano nunca se me había venido bien, de hecho, no me gustaba. Pero hoy... hoy lo toque.

— ¡Qué sorpresa, tan deleitosa!— exclamo mi tía por detrás—. Por fin el piano te agrada.

—De hecho...— mire el piano y la volví a ver— El piano me ha poseído—. Ella lanzo unas risas y me hizo señas de que fuéramos a la sala. Yo me senté en mi lugar y ella en el suyo. El desayuno ya estaba puesto, comimos en silencio. Pasaron unos diez o quince minutos y ya no aguante—. Ya tía, no aguanto más— ella me observo con el rabillo del ojo, ojeando su periódico.

—Paciencia— me miro y continúo—. Te daré tu presente después del desayuno.

— ¿No puede ser ahora?— mostré súplicas en mi rostro.

—Después del desayuno—. Sabía que trataba de fastidiarme, el desayuno demoraba media hora aproximadamente. Cuando por fin ambas terminamos, yo me levante rápidamente y ella lo hizo lerdamente—. Bien, vamos— hizo señas y fuimos a su habitación.

—Con que, aquí lo tenías— me crucé de brazos y levante un ceja.

—Pensaste que lo dejaría desprotegido— agrego—. Grave error.

Se acercó a una pequeña banca, la coloco delante de un cuadro de una extraña mujer. Yo observe con cuidado. Se dispuso a subir en el; y con cuidado, saco el cuadro de la pared— Y sí... ahí estaba, había un pequeño agujero y dentro, se encontraba la caja. Ella bajo con la caja. Me miro y una lágrima se le escapo.

— ¿Estás bien?— pregunte desconcertada.

—Sí, todo en orden, solo... solo me recuerda a tu padre— noté pena en su voz. Yo asentí y me senté en el borde la cama—. Esto... este presente es importante Alice...— hizo una pausa y se puso junto a mí—. Debes saber tres cosas sobre el— agrego seria y suspiro—. Primero, es valioso y muchos lo querrán.

— ¿Valioso?— pregunte confundida— ¿acaso es la joya de la corona de la reina Victoria?— bromee y mi tía sonrió negando con la cabeza.

—No, no es la joya de la reina Victoria, es más que eso— prosiguió y siguió hablando—. Segundo, deberás tener cuidado, es peligroso— iba hablar pero ella continuo— Y tercero... es mágico— sus ojos se iluminaron y froto la tapa.

—Mágico...— dije en un hilo de voz—. Papá me había dicho lo mismo... que era mágico, no lo entiendo.

—Pronto lo harás— unas lágrimas salieron de sus ojos.

— ¿Qué pasa tía?— preocupación la rodeaba.

—Toma— me extendió la caja—. Se siempre, inteligente Alice.

—Ya lo sé, la señorita Anna me lo dice siempre, piensa con la cabeza Alice— le sonreí.

—No. Con la cabeza no, con el corazón— me apunto el pecho. Yo asentí. Con el corazón... en ese momento no entendí nada. Quite el moño dorado y abrí la caja. Un collar, rojo en forma de diamante. Tenía en forma de adorno unos relieves.

—No entiendo como un colgante puede causar las tres cosas, que has mencionado— la mire divertida.

—Ya lo entenderás— pero, ¿entender qué?

Mi tía Dorothy, expresó que debía ir a la modista. Lamentaba dejarme en mi cumpleaños pero los vestidos para la fiesta que la reina daría, era mañana. Yo le asegure que estaba bien. "Cuídalo" fue lo único que me dijo al irse. Por la noche celebraríamos mi cumpleaños. Me había dicho que invitase a Darling, Jaqueline e Isabela. Pero no planeaba hacerlo ni de broma. Salí al jardín y me encontré a Daniel.

—Feliz cumpleaños— se inclinó y me entrego una margarita. Yo sonreí y le di un beso en la mejilla, él se sonrojo.

—Gracias.

Camine hacia el campo, sentí el olor en mis fosas nasales. Me recosté en el césped y mire el cielo, azul como el mar. ALICE. Una voz. Me levante y mire a mis alrededores. ALICE, ALICE.

— ¿Qué, quién es?— mire mis alrededores pero nada. Pensé en que fuera producto de mi imaginación, así que me levante y me dirigí a casa. ¡ALICE! Esta vez más fuerte. ¡ALICE! ¡ALICE!. Corrí hacia la casa asustada, no entendí que ni quien había sido.

 




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