Alice y el Collar de Suller (saga #1)

Capítulo XXII: Verano- Parte 2

Una luz cálida me baño el rostro, abrí los ojos con pereza. Mire a mi derecha y descubrí al amanecer, mi ventanal estaba abierto y por este surcaba una brisa relajante. Me incorpore con un bostezo y observe mí alrededor. Vacile unos segundos y baje de la cama. Camine hacia la ventana y me dedique a estudiar el paisaje, las colinas vestían de un verde encantador y el cielo tenia toques naranja con morado.

Gire mi cabeza hacía la habitación, me tenía que vestir. Me dirigí hacia mi armadura y prendas que deje junto a la cama. Pensé unos segundos, no me podía poner esto. Apestaba, había usado la misma ropa desde que llegue. Di vueltas, hasta que divise un armario. Perfecto, espero encuentre algo de mi talla. En unas zancadas me posicione frente a este y lo abrí de par en par.

Encontré varias prendas, túnicas y pantalones como los que había visto usar a Beniles. Claramente estas eran prendas masculinas. Corrí una a una con movimientos bruscos y halle unos vestidos.

Bueno, no tengo otra opción. Si me pongo la túnica, mi pecho quedara al aire y digamos que eso es algo informal.

Decidí por uno de color verde claro con toques de dorado, era el más bonito. Me encamine detrás de un vestidor y me quite la camisa sucia y para decir verdad, estaba andrajosa.

Vacile unos segundos y me lo puse, estaba apretado como un corsé y suelto hacía abajo. No era muy largo, no tapaba mis rodillas. Ahora seguían mis pies. Volví al armario y encontré unas sandalias verdes con algunos detalles, eran un talle más grande pero funcionarían. Tenían unas cuerdas doradas que cruce sobre mis muslos.

Busque un espejo, y lo encontré sobre el tocador turquesa que se encontraba junto al vestidor. Aquí si había espejos, pero en Luz no. Lo que me dejo pensativa.

Observe mi rostro, llevaba tiempo sin verlo. Pase mi mano llena de callos por mi mejilla derecha. El rasguño de la rama cuando llegué, tenía la cicatriz. Recordé el momento y me produjo una pequeña risa. Descubrí algo en mi rostro. Tenía una sonrisa, una sonrisa sincera y profunda. Era la primera vez que sonreía con verdad.

Deje mis pensamientos con una sacudida de cabeza y me arregle el cabello. Me coloque unos broches dorados. Lo deje recogido con algunos mechones sueltos, después de toda haca algo de calor.

Cuando por fin termine de arreglarme, salí al pasillo cálido y camine hasta la puerta de Jack. Toque tres veces, pero no se oyó nada. Espere unos segundos y volví a tocar con un poco más de fuerza. Nada. Fruncí el ceño y toque de nuevo. Me impaciente y abrí la puerta con brusquedad.

— ¿Se puede saber por qué...?—mi voz se desvaneció, cuando lo halle boca abajo, sin camisa y dormido profundamente.

Una sonrisa se me formo, me quede viendo como dormía por unos segundos. Lo hacía profundamente, y con razón, no habíamos descansado mucho este último tiempo. Sus cortinas estaban totalmente cerradas, provocando una penumbra pequeña.

Tuve ganas de quedarme esperando hasta que se despertara, pero no teníamos tiempo. Camine hacia el ventanal y corrí las cortinas, dejando que la luz del sol invadiera la habitación.

— ¡Buenos días, sonrisitas!—bramo con fuerza para que despierte. Se mueve un poco con lentitud.

— ¿Ya es hora de despertar?—dice con la voz ronca y perezosa.

—Es hora de despertar—me coloco frente a él, con los brazos cruzados. Me mira de arriba hacia abajo y ríe, entrecerrando los ojos.

—Vaya...—se frota los ojos entre risas.

— ¿Qué te causa risa, idiota?—me pongo seria.

—No es nada, sólo me impresiona verte tan arreglada—vuelve a reír y yo lo miro seria.

—Bueno, no podía andar como soldado en un reino extranjero—aclaro.

—Tienes razón, ¿deberé vestirme igual?—frunce el ceño.

— ¿Quieres usar un vestido?—finjo sorpresa, pero en el interior no aguanto la risa.

—Sabes a que me refiero—masculla y yo asiento.

Se quita la sabana y baja de la cama. Me quedo quieta ante su osadía, sólo lo vi sin camisa de espaldas y me impresiona su físico. Me queda viendo, yo con algo de vergüenza y torpeza me doy vuelta y miro hacia la puerta.

—Vístete, tenemos un festival al que ir—canturreo para quitar la incomodidad.

—Claro—sisea él.

Me quedo de espaldas por varios minutos, escucho que se mueve con rapidez, hasta que con la voz menos ronca me susurra:

—Termine, puedes voltearte—hago caso y cuando lo veo, estallo en una risa. Él solo niega la cabeza, divertido.

—Lo siento—quiero parar de reír pero de solo verlo con esa ropa, me provoca risa.

—No estoy tan mal—arquea una ceja.

Lleva una túnica dorada, que deja ver su pecho lechoso un poco desnudo. Sandalias doradas y pantalones ajustados. Básicamente, está igual a Beniles y Siker.

—Te ves bien, soldado—asiento con risas y él sonríe.

—Tú tampoco te ves mal con ese vestido—aclara inclinando la cabeza y yo hago una mueca.

Camina hacia su armadura, hurga en ella y toma una pequeña daga que esconde bajo la túnica. Me mira serio y yo levanto una ceja.

—Es por si acaso—aclara. Yo asiento detenidamente— ¿Lista para la fiesta, lady Alice?—me ofrece su brazo elegantemente, sonrío y lo tomó.

Bajamos por las escaleras lerdamente. Me pongo a pensar en que las únicas hadas que vimos son el rey y su hijo.

—Jack, ¿crees que el rey tenga sirvientes?—pregunto.

—Supongo que sí—sonríe con un encogimiento de hombros.

—Bueno, él y Siker son las únicas criaturas que vimos. Es raro—le informo. Él ladea la cabeza.

—Tienes razón—me mira—. Quizás estén en las festividades, es una época muy importante—aclara y yo solo asiento.

Cuando bajábamos hacia la gran sala de entrada, divise a Siker y dos criaturas femeninas de espaldas. Estaban hablando bastante bajo y parecían tener una discusión.

—Buenos días—dice Jack y ellos se sobresaltan. Siker nos mira serio y más profundo cuando me ve agarrada del brazo de él.




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