Alice y el Collar de Suller (saga #1)

Capítulo XXVI: El collar de Garyen

— ¿Estas segura de que quieres hacerlo?—me susurraba Jack.

Me estaba muriendo de los nervios, ella me iba matar. Era más grande que yo, más poderosa, más experimentada. Esto era una locura, una maldita y verdadera locura.

—Esto no es cuestión de querer, debo hacerlo—le titubeó.

—Bien, entiendo—mueve sus manos—. Yo sé que tú puedes—apoya su mano en mi hombro.

— ¿Enserio?—siseo— ¿En verdad, confías en que lo lograre?

— ¡Claro! Te enseñe bien—sonríe y se aparta. Yo lanzo un suspiro profundo, me acerco hacia Garyen, quien está preparando su espada con una expresión de emoción.

—Estoy lista—bramo para que me escuche. Se voltea y me mira con los ojos entrecerrados.

—Bien, andando—toma la espada.

— ¿Qué?—hago un ceño— ¿A dónde?

—Al campo de batalla—rueda los ojos.

—Pensé que pelearíamos aquí—apunto el lugar.

—Obviamente no—ríe—. Mi madre me mataría, si dejara su entrada llena de sangre—expresa y yo trago saliva—. Síganme—ordena y empieza a caminar.

Cruzamos por un pasillo que se escondía al costado de castillo. Estaba lleno de enredaderas de un tono azulado, que se trepaban por nuestros pies con fuerza. Garyen saco su espada y las corto.

—Hagan lo mismo—nos mira—. No queremos quedarnos atrapados aquí, ¿o sí?—yo niego y saco mi espada.

El pasillo era demasiado pequeño y oscuro, el paso se dificultaba por las enredaderas. Mi mente estaba concentrada en preparar las técnicas que usaría contra Garyen. Era la primera vez que pelearía con un hada, bueno, pelee con las criaturas aladas en el pueblo. Pero esta vez era diferente, yo no quería matarla, no estaba en mis planes hacerlo bajo ninguna circunstancia. Ella dejo claro las reglas, si te mato, gano, si me matas, ganas.

Después de batallar un poco, pudimos salir de ese pasillo que parecía no tener un fin. Llegamos a la parte trasera del castillo, donde se encontraba un bosque silencioso, frío y extenso. Las copas de los árboles estaban llenas de escarcha, algunos estaban caídos y sin hojas. Los puntiagudos cristales que colgaban de las ramas, amenazaban con desprenderse en cualquier momento, y el viento surcaba despacio pero era helado.

—Vengan, es por aquí—musita Garyen, haciéndonos señas.

Caminamos directo al bosque invernal, internándonos en este. Estaba algo oscuro, ya que el sol se había escondido entre las nubes. Se escuchaba el silbido del viento entre los árboles, no había ninguna criatura por el alrededor. Nos detuvimos ante un lago congelado, que parecía frágil.

—Llegamos—informa ella.

—Espera, ¿qué?—me altero— ¿Aquí?—apunto el suelo.

—No, allí—señala el lago.

—Bueno, eso quise decir—me corrijo—. Pero, ¿ese es el campo de batalla?

—Por supuesto—sonríe, llevándose las manos a la cintura.

— ¿El lago? —habla Jack en tono confuso.

—El lago—repite Garyen.

—Princesa, ese lago se ve peligroso—señala él—. Debe estar demasiado frágil para pisarlo, si se cae alguna de ustedes, van a morir congeladas.

—Vamos, que aburrido eres—se cruza de brazos—. No pasara, mi milicia y yo pasamos por aquí cuando vamos hacia la aldea de escarcha. Jamás hemos tenido un accidente...

— ¿Jamás?—arqueo una ceja, ya que dudo en si creerle.

—Bueno—vacila—, quizás una vez, un corcel se cayó pero...

— ¿¡Una vez!?—interrumpe Jack con preocupación—Olvídelo, es demasiado peligroso.

—A ver, ¿tú eres su padre?—le ladra Garyen.

—No, pero soy su caballero y por lo tanto tengo el deber de mantenerla a salvo.

—Pero que valeroso—dice ella con tono burlón—. Ven Alice, empecemos con lo divertido.

—De acuerdo—resoplo y Jack me toma del brazo, deteniéndome.

— ¿Segura?—muestra una expresión de inseguridad.

—Segura—le sonrío y bajo su brazo. Camino hasta la orilla, Garyen está en medio del lago, ni siquiera note cuando fue hasta allí.

— ¡Anda!—me grita en posición de pelea— No tenemos todo el día—aclara.

Apoye mi pie izquierdo y luego el derecho sobre la riesgosa capa de hielo. Suspire y alce mi vista.

Anda Alice, tú puedes.

Empecé a caminar con paso firme hacia ella, mi corazón palpitaba raudamente y la piel se me erizo. El agua que se encontraba debajo, debía estar congelada. No me quería imaginar que pasaría si me cayera en ella, un escalofrió me bailo en la espalda. Llegue frente a mi oponente, quien tenía una mirada feroz.

Me miraba, esperando que diera el primer ataque. No lo hice, así que se lanzó sobre mí con fuerza. Me tambalee hacia atrás, cayendo de rodillas con mi espada contra la suya. Era fuerte, demasiado fuerte. Apreté los dientes y gruñí bravamente. Se separó de mí y río jadeante.

—Eres idónea, necesitaba una oponente capaz—dice entrecortadamente.

No dejo pasar su guardia baja y corro hacia ella, rozando su cuello. Me tuerce la mano y empuja hacia el hielo. Caigo de manos y este se raja. Una sensación de terror me invade. Al instante, siento que viene por mí. Ruedo hacia la derecha y su espada se clava en el hielo. Me levanto con rapidez, evitando otro golpe. Nos quedamos viendo por unos segundos, lleva una sonrisa infernal. Sus ojos dorados se hacen intensos. Me echo sobre ella con un grito feroz y me esquiva, en esa acción, mi filo roza su cuello y provoca una fina línea roja. Ella gime y se aleja de mí, desliza la mano por su cuello y me mira con una risa. Ladea la cabeza apretando el mango de su dorada espada y viene otra vez al ataque. Golpeamos las espadas, una contra la otra por un extenso momento. Me separo para tomar aire, me dolía el pecho al respirar. En un descuido, Garyen me golpea la cabeza, haciéndome caer contra el suelo. Mi mejilla se pega al hielo y me provoca una punzada. Suspiro dificultosamente y la despego. Siento que me arranque un pedazo de piel, me giro para verificar que no es así. Toco mi mejilla y no la siento.




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