Alice y el Collar de Suller (saga #1)

Capítulo XXVIII: Los poderes y las palabras

—Primero, debo averiguar cómo invocar a los poderes—dice apresuradamente, mientras busca en su estante nerviosa.

— ¿No lo sabes?—me acerco.

—No, bueno sólo un poco—responde. Toma un libro gigante de una tapa muy dura que parece estar sellada con una especie de placa metálica. Le cuesta sostenerlo, así que corro a su ayuda. Es pesado, aparto algunos libros y envases para dejarlo caer en la mesa como un saco de papas.

— ¿Esto qué es?—apoyo mis codos en la mesa.

—El libro de los elementos—responde, sopla la tapa y un polvillo se levanta. El titulo está escrito en un dorado centellante y en un idioma que no conozco, pero imagino, es el que escuche hablar a Jack y Onur.

— ¿Y de que se trata?—me intereso.

—Cada objeto que marco Blidder, sea mágico o no, esta detallado aquí. Mis ancestros lo han escrito por milenios—me informa.

—Suena fascinante—admito acercándome más a la tapa. Ella quita la placa de metal y abre el libro, el cual tiene unas hojas amarillentas y llenas de polvillo. Lissard empieza a cambiar las páginas, en algunas hay ilustraciones de espejos, espadas, coronas y demás objetos que jamás había visto. Todo estaba escrito en otro idioma, la caligrafía era distinta pese a seguía cambiando, escrito por distintas criaturas, escrito por reyes y reinas.

— ¡Aquí!—apunta con el dedo, sobre la ilustración de mi collar. Paso de página y nos encontramos con el collar de Alied, luego el de Garyen y por último, el de Dark—Bien, yo leeré sobre los collares, mientras tú te aprendes las palabras.

— ¿Qué palabras?—hago un ceño. Ella camina hacia una mesa carmesí y con ayuda de una llave abrió el cajón, pose mis ojos donde yace el extraño reloj de arena, el cual ya se estaba acabando. Lissard era misteriosa, había cosas en ella que no me cuadraban. Decidí no hacer preguntas entrometidas y esperar a que terminara de revolver su cajón. Me trae una libreta pequeña, cosida con unos hilos verdes. La deja en la mesa y trae otro libro delgado, color marrón viejo.

—Esta libreta corriente que ves—lo toma—, tiene la frase que puede destruir un pelotón de soldados en menos de un segundo—me agarra la mano, la abre y me deposita la libreta.

—Bien—le echo un ojo— ¿ese libro para qué es?—señalo el marrón.

—Sólo para anotar los poderes de los collares—aclara—. Déjame enseñarte las palabras, para que puedas pronunciarlas bien—me sonrío. Yo asiento y le doy la libreta.

Con paciencia, Lissard se dedica a pronunciarme palabra por palabra para que las aprenda correctamente. Si me equivocaba en una, todo podía fallar según ella. Trate de hacer mi mayor esfuerzo en aprenderlas adecuadamente. Pero, aun así pronunciaba algunas partes mal.

—Bueno—suspira ella—. Tengo una idea, escribiré letra por letra arriba de la frase para hacértelo más fácil—se le ocurre.

—Eso estaría mejor—opino. Toma la pluma y empieza a trazar con una delicadeza del demonio las letras. Yo sólo observo en silencio, cuando termina me la entrega.

—Creo que así será más fácil. Ahora yo me encargaré de averiguar sobre los poderes mientras practicas—informa.

—De acuerdo, pero si no te molesta, prefiero ir al jardín para practicar—camino hacia atrás—, ya sabes, privacidad—levanto las cejas. Justo cuando me giro para desparecer por la cortina, ella me advierte:

— ¡Alice, espera!—se acerca.

— ¿Qué?—la miro.

—No digas la frase en voz alta, ¿entiendes?—frunce el ceño.

—De acuerdo...—expreso confusión y me alejo.

Los pasillos del castillo están deshabitados, era pasado el mediodía y me moría de hambre. Decidí buscar algo de comer antes de ir hacia el jardín. Pero haba un problema, yo no sabía dónde estaba la cocina. Camine entre pasillos y abriendo puertas pero no la encontraba. Había habitaciones idénticas para pasar el rato, salas con instrumentos extraños y bibliotecas, pero ninguna era la maldita cocina.

—Bien, creo que me moriré de hambre—musite mirando mi alrededor.

Camino en dirección al patio trasero en lugar de hacia el jardín. Salí al aire de la tarde y halle a varios soldados haciendo sus quehaceres. Me acerque a un muchacho de cabello gris y estatura elevada.

—Hola—hablo y él se sobresalta—. Disculpa, no quise asustarte—muevo mis manos.

—No, está bien—me mira detenidamente— ¿Necesitas algo?—frunce el ceño. Sus ojos son de un color morado intenso.

—De hecho, sí—sonrío—. Es una pregunta algo boba, pero de casualidad... ¿sabes dónde está la cocina?—aprieto los dientes.

—Ah, la cocina—chista le lengua—. Claro, ven por aquí—me hace señas y lo sigo.

La cocina estaba bajando unas escaleras color ocre al otro lado del castillo, en dónde se podía percibir un aroma del más peculiar. Al entrar, había cinco criaturas femeninas con las mismas facciones y cabello tan oscuro como la noche. Una de ellas revolvía una olla enorme mientras tarareaba una melodía muy hermosa. Había ventanas de color amarillo, rojo y verde que se mezclaban con la luz del sol, dándole un aspecto fantástico a la habitación.

—Bien, esta es la cocina—me sonríe el chico.

—Gracias—lo miro—. Lamento haberte interrumpido—expreso pena.

—Tranquila, no fue nada—inclina la cabeza, lo saludo y se marcha.

Las criaturas no se habían percatado de que estaba en la habitación. Las cinco llevaban unos vestidos de mangas transparentes de un color verde claro con detalles en negro.

—Disculpen—me aclara la garganta para llamar su atención y lo consigo, las cinco se voltean a mirarme. Sus ojos son de un tono rojizo oscuro al igual que sus labios. La piel la tienen tan blanca como la nieve, son en verdad hermosas—Yo, me disculpo por molestarlas pero...—las miro detenidamente, no parpadean—quería saber, sí podrían darme algún bocadillo—sonrío nerviosa. Sus ojos están abiertos como platos y me quedan viendo fijamente por unos segundos, hasta que la mujer de la olla se me acerca.




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