Alice y el Collar de Suller (saga #1)

Capítulo XXXI: Oscuridad- Parte II

Nuestras respiraciones hacían eco por los pasillos. Pasaba mi mano sudada por mis piernas, intentado estar calmada.

—Jack...—susurro. Él va en frente de mí.

— ¿Pasa algo?—se detiene y voltea. Me quedo viéndolo por unos segundos. El hechizo había funcionado de maravilla. Era una copia mía, con cada detalle e imperfección que yo poseía.

—Estamos dando vueltas en círculos—levanto mis cejas.

—Bueno...—observa nuestro alrededor—Tienes razón, este lugar parece un laberinto.

—Creo que deberías irte—suelto con expresión seria.

— ¿Qué? No, no me voy a ir—brama con un ceño.

—Sí, lo harás—siseo y me acerco.

—Alice, yo tengo el deber de protegerte, lo que significa que...

— ¿Protegerme?—lo interrumpo—Ya lo has hecho bastante, ahora es mi turno—aclaro en tono firme.

—No—dice enfadado—. Olvídalo, no me iré.

—Basta, tienes que hacerlo—le tomo de los hombros—. No puedo dejar que sigas arriesgando tu vida por mí, tienes a Jimmy y no puedes dejarlo—trago saliva—Él te necesita mucho más que yo...

—No me pidas que te deje—sus ojos se humedecen—. No lo hagas, por favor—su mirada me suplica. Mojo mis labios y le doy la espalda.

—Sé que tu deber es cuidarme—miro sobre mi hombro—. Pero hasta aquí llega esa orden.

En un movimiento rápido, él me voltea, tomando mis manos. Abro mi boca para hablar, pero él se adelanta.

—Sí voy a morir—suspira—, moriré junto a ti—yo sólo niego y sonrío cerrando los ojos.

—Eres muy terco—digo divertida.

—Y tú muy osada—ríe. Abro mis ojos y puedo notar que el hechizo esta desvaneciéndose.

—Eh, estas volviendo a ser tú—le informo atónita, había pasado una hora y pareciera que habían sido minutos.

—Lo sé, puedo sentirlo—susurra y cierra sus ojos.

Su rostro se transforma lentamente. La mandíbula se le marca y la forma de sus orejas aparece. El cabello vuelve a su color y estado normal, al igual que el resto de su cuerpo. El cambio termina y él abre sus ojos, están de un tono rojizo oscuro.

— ¿Feliz de tener tu cuerpo otra vez?—levanto una ceja.

—Sí—sonríe con la mirada profunda. Nos quedamos viendo unos segundos, aún con las manos juntas y en un silencio eterno.

—Ya que insistes en no irte, debemos buscarla—musito y él sólo asiente con una mirada llena de afecto. Sonrío y empiezo a caminar, mordiéndome el labio inferior. Viene detrás, en silencio y puedo sentir que me está mirando— ¿Dónde estará la sala del trono?—le dirijo.

—Bueno, debería estar cerca de la entrada...—su voz se apaga y al instante dice: — ¿Por qué no usas el collar de Alied para ver dónde está Dark?—se pone frente mío y levanta las cejas.

—Eso es—sonrío de oreja a oreja—. Como no lo pensé antes, ¡eres un genio!—digo en tono bajo.

—Gracias, gracias—hace un reverencia.

Saco el collar de debajo de mi armadura y cierro los ojos. Le ordeno en la mente guiarme tal como al inicio. A los segundos, la figura escuálida vuelve a estar frente a mí.

—Eso es, ella nos guiara—señalo hacia el frente. Jack frunce el ceño y mira hacia la dirección y luego hacia mí.

— ¿Quién?—niega con la cabeza. Yo arqueo una ceja y miro hacia la figura.

— ¿No la ves?—camino hasta ella. Él se acerca en confusión.

—A la única que veo es a ti—me señala.

Jack no podía verla, lo que significaba que sólo el portador podía. Cada vez los collares me impresionaban más, todo en cada uno de ellos era un verdadero misterio.

—Entonces, sólo yo puedo verla—musito pensativa.

—Eso parece—dice él pausadamente y se cruza de brazos.

—No importa—ladeo la cabeza—. Sígueme—le ordeno.

La figura empieza a caminar en largas zancadas. La seguimos a paso rápido. Atravesamos más y más pasillos, salones y hasta llegar a un comedor. Las paredes eran de un lienzo negro al igual que el techo. Había cinco candelabros de cristal colgando y una mesa larga. Seguimos a través de una puerta que da a otro salón enorme, pero este era de color morado, no negro. La figura se detiene al otro lado de la habitación, frente a una puerta de algarrobo oscura, que tiene unas cortinas doradas a sus lados. Miro a Jack y levanto mis cejas. Él mueve su cabeza en esa dirección, desvainando la espada. Yo asiento y sigilosamente imito su acción. Aprieto el mango y empezamos a caminar hacia la puerta.

Mi corazón late muy deprisa y el miedo me invade. Me mojo los labios ante la sequedad que se me presenta. Las palmas de la mano me sudan al igual que la espalda. Siento mi cuerpo temblar y un escalofrió. Nos detenemos delante de la puerta y la figura desaparece de la nada. Jack vuelve a mirarme con los ojos profundos y puedo descifrar el miedo en su rostro. Sólo vuelvo asentir con una súplica, él suspira y empuja la puerta poniéndose en posición de ataque.

No hay nadie en la habitación.

Esta tiene ventanales de cristal que dejan la escena iluminada a diferencia del resto del castillo. Hay una alfombra oscura con una especie de escudo que se extiende hasta un solio de oro que en la parte del respaldo posee cinco puntas brillantes. A la derecha, un piano de cola y un arpa. En el techo, un candelabro con caireles negros cayendo.

Bajo mi espada y frunzo el ceño estudiando el lugar. Miro mí alrededor y me detengo en Jack, quien tiene la misma expresión en el rostro.

—No entiendo—dice desesperado—. El collar te guío hasta aquí...—señala el lugar con su espada.

—Sí—suspiro y miro otra vez mi entorno.

El silencio eterno llega, lleno de miedo y confusión. Jack y yo no apartamos las miradas uno del otro y siento mi piel erizarse.

El collar no se equivoca. Ella estaba aquí.

Le doy una mirada a Jack. Él la entiende y suspira. Cuando vamos a hacer el ademan de irnos, empezamos a escuchar silbidos. Trago saliva y la vista se me nubla. Se oyen pasos, acercándose despacio. Busco con la mirada el proveedor de esos ruidos y no lo hayo. Pareciera estar cerca, justo al lado de mi oído. Frunzo el ceño.




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