Alice y el Collar de Suller (saga #1)

Capítulo XXXII: Oscuridad- Parte III

A casa. A mi vida.

Yo no tenía un hogar al cual ir, ya no sabía quién era o que me esperaba. Todo era incierto y saber que todos me quitaron el derecho de saber mi historia me dolía, se sentía como una daga perforando mi corazón.

Todo estaba en una calma indescriptible. Una mano áspera seguía acariciando mi cabello, estaba segura de quien era. Abrí mis ojos lentamente y suspire mirándola directo a los ojos. Eran de un color morado intenso lleno de deseo y sufrimiento, sus labios rojos como la misma sangre, sonreía. Sus dientes blancos eran como pequeños filos de espada, su lengua, como la de una serpiente que pretendía morderme e introducirme su veneno en cualquier momento. El cabello era oscuro como la noche, las uñas largas y en su pecho, llevaba colgando su collar.

Aprieto el mango de mi espada y busco a Jack muy deprisa. Él está parado al otro lado, con una mirada perdida y húmeda. Quieto, como si estuviera congelado.

—Jack—musito y él no se mueve.

—Él te ha mentido, Alice—me sisea Sorin arrodillándose frente a mí—. Nosotros queremos ayudarte, queremos ser tus amigos—me sonríe y su mirada es oscura.

—Ayudarme—suspiro.

—Así es—me canta ella a los oídos y la miro—. Tú solo debes darme los collares, no tienes que darle tu vida a estas criaturas que sólo dudan de ti y te mienten. Yo con un solo chasquido puedo transportarte a casa—dice con dulzura.

¿Y si Dark, tenía razón? Quizás yo no le debía nada a ellos, no era mi culpa que toda esta guerra hubiera comenzado y tampoco que Onur muriera o que el collar me eligiera. Yo no quise esto, no lo elegí y tampoco lo esperaba. Arriesgue mi vida en contables ocasiones, y todo, sólo por ellos, para salvarlos. Podía ceder, podía darle los collares e irme y olvidar todo esto y seguir con mi vida. Pero había algo que no me dejaba hacerlo.

Recuerdo mi escudo mental. El que Carlien me enseñó a usar.

Jack. Él sí creía en mí, siempre lo ha hecho y nunca me ha dejado o dudado de mi capacidad. Jimmy, él también lo hacía al igual que Amín. Yo debía hacer esto, era mi destino, mi madre quería que yo haga una diferencia y así sería. Lo haría por ella, por papá, por Jack y todas estas criaturas que tenían la esperanza de un mundo distinto.

Frunzo el ceño.

—Tienes razón, yo no le debo nada a ellos—aprieto los dientes—. Me han mentido, todos...

—Alice...—Jack me mira con lágrimas. Pero yo me esfuerzo por darle una mirada llena de odio.

—Así es—dice Sorin—. No mereces arriesgar tu vida para salvarlos.

—Bien, te daré los collares—mi tono es apagado—. Pero, no debes tocarlo—señalo con la mirada a Jack—. Tampoco a Jimmy ni a otro habitante de Blidder...

—Claro, sí eso es lo que deseas—arquea una ceja. Me levanto y ellos me imitan con cautela.

—Déjenme despedirme—le suplico—. Quiero decirle algo antes...—digo con enfado. Ellos se miran unos segundos, como si dudaran de lo que yo estaba diciendo. Pero fingir que alguien o algo no me gustan siempre se me había venido de maravilla.

—De acuerdo pero—Sorin se pone frente a mí—deja tu espada—voltea hacia Jack— ¡Y que él tire la suya!—brama apuntándolo—. Nada de juegos.

—Ya lo oíste—le ordeno seriamente y arrojo mi espada.

Él tiene los ojos húmedos, traga saliva y aprieta la mandíbula, mira hacia otro lado arrojando su espada con decepción y enfado. Miro a Sorin, él levanta la cabeza y me hace un gesto con los ojos. Me dirijo hacia el frente y suspiro. Empiezo a caminar con un nudo en la garganta hacia Jack, quien no me mira.

—Esto no iba funcionar—le digo pero él sigue sin mirarme—. Tú te equivocaste, yo también. Alied tenía razón al igual que Garyen—trago grueso—. Yo soy sólo una niña...—llegó hasta su ubicación, él baja la vista.

—Espere mucho de ti, pero nunca esto—me mira con arrogancia y levanta el mentón.

—Lo siento, Jack—frunzo el ceño. Él solo asiente apretando la mandíbula con lágrimas. Me acerco un poco más y le susurró al oído: — Eres muy fácil de convencer.

Rápidamente tomo la espada de Jack que yace en el suelo y con la mano libre invoco al frío, la escarcha y la nieve. Con una acción rápida fabrico un escudo de hielo que se levanta hasta arriba, dejándolos del otro lado.

Dark me mira seria. Sorin me mira con furia.

Yo estoy delante de Jack.

—No se muevan—bramo—. Porque juro que los congelo vivos—Dark ríe abiertamente.

—Eres tan ingenua—se muerde el labio y vacila.

—No te muevas—repito entre dientes amenazando con mi mano.

—Los humanos son tan predecibles—habla Sorin.

—La típica historia de la chica que salva a su enamorado, reino y felices para siempre—ladea la cabeza—. Te crees muy inteligente...

—Dame tu collar—le ordeno. Ella sonríe curvadamente.

Sin notarlo, agita sus manos y un viento se desata, las paredes a nuestros lados se desvanecen al igual que el hielo. Miro mi alrededor y Jack toma la espada para luego mi mano mirándome con una expresión de miedo. Toda la construcción desaparece dejándonos en una zona despoblada. El cielo estaba gris y muerto al igual que todo el ambiente. Detrás de ambos yacía el bosque moribundo. Dark y Sorin están a unos diez metros de nosotros, voy hablar cuando de pronto diviso a Lissard acercándose en un corcel por los aires.

Se detuvo a una distancia prudente y nos observó con un ceño y la mano apoyada en su espada. Llevaba una armadura brillante de oro y el cabello recogido con una diadema.

—Gracias a Gulagh—susurra Jack.

Ella se acerca hacia nosotros y queda en frente de mí. Nos sonríe y noto su aflicción.

—Alice, dame los collares—extiende su mano y yo frunzo el ceño.

— ¿Qué?—siseo. Ella resopla.

—Dame los collares, es una orden—levanta el mentón. Yo meneo la cabeza en confusión, ella sigue con su palma de la mano abierta para que le entregue los collares.




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