Alice y el Collar de Suller (saga #1)

Capítulo XXXV: Las verdades destruyen

El viento entraba por la ventana y meneaba las cortinas de terciopelo. Mezclando el olor a pastelillo, té y perfume. Mi mirada estaba perdida en la ventana, con mi mentón apoyado en un puño, sumida en mis pensamientos.

— ¿Y a ti, Alice?—habla Jaqueline y me volteo a verla. 

—Ah, disculpa, ¿Qué?—me acomode—No estaba oyendo.

Estaba en casa de Darling, me había invitado a tomar el té y en lugar de excusarme como siempre que podía, decidí venir. Había pasado una semana desde que volví y no podía concentrarme en el presente, ni tampoco hablado con mi tía.

—Preguntaba sí la fiesta de la reina, te había gustado—toma un sorbo de su té con la mirada fija. Yo suspire ante su duda.

—Sí, supongo que estaba interesante...—siseo y vuelvo a dirigir mi vista a la ventana.

—Bueno, ¿vieron a los hermanos Devonshire? —ríe Isabela y Darling vacila en su asiento.

—No vi a Stuart, pero sí a Simón y James—aclara Jaqueline y siento su mirada sobre mí. Me aclaro la garganta y volteo a mirarlas.

—Es cierto, Stuart no estaba allí—me hago la interesada.

—Quizás no le gustan los eventos sociales—opina Darling.

—Tal vez—agrega Isabela.

Luego de unas horas de té, el señora Logan me comunica que han venido por mí a lo que me despido de las chicas y vuelo hacia la puerta. Para mi sorpresa, mi tía no está en el carruaje, resoplo y me dejo caer con las piernas abiertas.

No lograba conciliar el sueño, cada noche los recuerdos de Oscuridad me atormentaban, eran como pesadillas, que se presentaban cada vez que el sol desparecía detrás de las montañas. Intentaba olvidar, pero no lo podía hacer. ¿Cómo podría?

—Ya llegamos, señorita.

—Oh, claro—sonrío, bajando del carruaje—. Gracias, señor George—hago una reverencia y él igual.

Camino hasta la entrada con la vista cansadora y arrastrando mis pies. Resople cerrando la puerta y apoyándome en ella unos segundos.

— ¿Alice?—brama mi tía desde la sala— ¿Eres tú?

—Am, ¿sí?—achico los ojos ladeando la cabeza.

—Ven un segundo, querida—yo frunzo el ceño y cruzo el pasillo, me detengo en la puerta atónita.

Con una sonrisa brillante, traje delicado y elegante, se encontraba Simón sentado en el sillón de tono marino. Hago un gesto aun con el ceño fruncido, acercándome lento. Él se levanta y hace una reverencia a lo que yo devuelvo el saludo.

—Buenas tardes—dice con una sonrisa.

—Buenas tardes—repito y me tomo las manos por detrás.

—Simón ha venido a verte querida—me informa mi tía y yo levanto las cejas.

—Ah, yo..., gracias—muevo mis manos y sonrío.

—Estaba preocupado por lo del otro día, espero te encuentres bien—aclara a lo que asiento.

—Sí, yo, estoy bien—sonrío—. Gracias por venir—digo con la intención de que se vaya pero él sigue ahí.

— ¿Por qué no dan un paseo por el jardín?—opina tía Dorothy y le doy una mirada.

—Bueno, sí la señorita Alice está de acuerdo...—pasa su mirada hacia ella y luego vuelve a mí.

—Yo...—los miro. Podía decir que no, pero se vería descortés por lo que acepte—me parece bien—asiento a lo que Simón sonríe.

Antes de cruzar la puerta le dedique una mirada de rabia a mi tía, sabía lo que estaba haciendo. Ya estaba lo suficientemente enfadada con ella por ocultarme la verdad y ahora pretendía que pasar tiempo con este niño de papá. Porque sí, Simón I de Devonshire era todo un flácido y mimado.

Él era el gusto de Darling, no el mío.

—El día está bastante agradable...—comenta a lo que frunzo el ceño mirando el alrededor.

—Supongo—musito con la vista al frente.

Caminamos en silencio por unos minutos. Él de vez en cuando quería hablar pero no lo hacía y decidía guardarse sus comentarios. Lo observaba con el rabillo del ojo, tenía la frente sudada, llevaba sus manos detrás y se torcía los dedos.

—Creo que ya debo irme—rompo el incómodo silencio y él se detiene—. Acabo de volver de casa de una amiga y...—muevo mis manos ante la palabra con la que me dirijo a Darling.

—Entiendo—sonríe—. Me alegra saber que está bien—asiente.

—Gracias, Simón—devuelvo el gesto—. Ha sido muy afable de tu parte.

—La veo luego—se inclina y lo imito.

¿Verme luego? Eso ni pensarlo.

Me quedo viéndolo desaparecer entre la especie de túnel que formaban los arboles a la salida del jardín. Suspire con enfado y con un ceño, camine con mis manos a los costados en forma de puños hacia la mansión. Entre dando un portazo por la puerta trasera y me apresure hasta llegar a la sala del piano, donde mi tía solía tomar el té de la tarde.

— ¿Qué crees que estás haciendo?—bramo desde la puerta y aprieto los dientes. Ella casi tira su té pero me sonríe con gracia, deja la taza sobre la mesa y se levanta.

— ¿El joven Simón, ya se ha ido?—mira detrás de mí—Creí que se quedaría a tomar el té...

— ¡Ya basta!—le grito con furia. Ella me queda mirando unos segundos, pues jamás le había gritado.

—Alice...

—No—la señalo y cierro las puertas al igual que las cortinas—. Tú me debes una explicación y la quiero ahora.

El profundo silencio reina, ella se tuerce los dedos y a mí me sudan las manos. Puedo escuchar palpitar rápidamente mi corazón, como si estuviera al lado de mi oído. Mi mirada esta fija en ella, luego de unos minutos, asiente con su vista a la ventana y me mira.

— ¿Qué quieres saber?—pregunta con los ojos húmedos.

—Mi madre—musito e intento no quebrarme—. Ella no murió cuando nací, ¿verdad?

—No—asiente, las lágrimas se le caen y yo me muerdo el labio ladeando la cabeza.

— ¿Qué más?—vuelvo a mirarla— ¿Qué otra cosa es mentira? ¿Es verdad que papá murió en un barco o eso también lo inventaste?—me levanto acercándome.

—Tu padre si murió en un barco, Alice...—solloza y yo asiento masajeándome la cara.

—No puedo creer que me ocultaste todo esto—meneo la cabeza y aprieto la tela de mi vestido.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.