—Cada vez lo haces mejor—aplaude la señorita Anna, quien me había enseñado a tocar el piano desde que tengo la capacidad de caminar sola—. Se nota que ha practicado—le sisea a mi tía, que estaba parada junto a la puerta.
Las cosas habían estado radicalmente tensas, yo me había pasado los últimos días en mi habitación o en el jardín, evitando cualquier contacto con ella, sólo nos encontrábamos para el desayuno, almuerzo y cena.
—Ya debo retirarme—me levanto y acomodo m vestido—. Darling me espera—sonrío y me inclino.
—Ten un buen día—devuelve la reverencia.
Mi tía me miro, y yo no le exprese nada, sólo camine hasta la salida. Darling me había invitado a su famosa après-midi de peintures o mejor conocido por mí, como tarde de pinturas. Ella, Jaqueline e Isabela siempre se reunían los sábados en el parque para pintar, según ellas era una experiencia muy aliviosa, me habían invitado en incontables ocasiones y hoy por fin, acepte.
—Buenos días—salude cuando cruce el puente de madera.
— ¡Oh, Alice!—salta Darling y se apresura llegar hasta mí. Lleva un vestido color crema y el cabello recogido en un elegante rodete—Creí que no vendrías—me sonríe.
—Bueno—me encojo de hombros—, a veces hay que probar cosas nuevas—aclaro.
—Estupendo—dice emocionada y toma mi mano, jalándome hasta los caballetes—. He pedido que instalaran uno para ti—sonríe. El señor Logan le pasa un mandil y ella me lo entrega.
—Gracias—digo, me lo pongo y me siento frente al lienzo en blanco.
—Buenos días—habla Jaqueline—. Pensé que no vendrías—agrega con su mirada puesta en su trabajo.
—Pues, si vine—resoplo y tomo un pincel. Isabela me sonríe cálidamente, puedo notar su cabello rojizo resplandeciente debido a la luz del sol y me recuerda Jack.
¿Qué sucederá en Blidder? ¿Ella habrá ganado? ¿Mis amigos estarán muertos? No podía saberlo y eso, me consumía. Quizás jamás estaré en paz, el no saber que paso con ellos me perseguiría por el resto de mi vida. Quería volver. Tenía que volver, pero no podía, ya no tenía el collar y los susurros ya no venían a mi encuentro.
— ¿Está todo bien?—pregunta Darling, y me doy cuenta que tengo el pincel en el aire con la vista perdida.
—Lo está—aclaro, ella asiente y sigue con su pintura.
Pienso detalladamente que pintar, hasta que se me ocurre plasmar un camino encantado de árboles. Empiezo lentamente por las copas de los árboles, mezclo el verde y amarillo formando un color intenso y trazo delicadamente.
Pasan unas dos horas, cuando el señor Logan nos trae una taza de té y decidimos parar unos minutos. Mi pintura ya casi está terminada.
—Tu pintura está quedando muy bien—opina Isabela.
—Gracias, la tuya también—sonrío viendo su obra. Ella estaba pintando unas rosas de las más bonitas. Darling se acerca.
—Es un...
—Camino de árboles—habla una voz femenina y nos volteamos para encontrarnos a una mujer mayor, que lleva un bastón y viste elegantemente. Su cabello es de un tono griseado, sus facciones se ven como de porcelana a excepción que tiene algunas arrugas debido a la edad—. Buenas tardes, señoritas.
—Buenas tardes, madame—decimos todas.
—La he visto a lo lejos y tuve la curiosidad de ver a sus pinturas—confiesa.
—Adelante, no hay problema—dice Darling. La mujer hecha una mirada a los lienzos de las demás, les da algunos consejos y felicita por la buena mano que tienen. Cuando llega hasta mí, me tiemblan las piernas, ya que la pintura jamás había sido lo mío. Mira seria cada detalle que he trazado.
—Se ve muy bien—asiente y se me escapa un suspiro.
— Es un camino a casa—me mira Isabela y la mujer levanta las cejas.
— ¿Qué?—niego confundida.
—Los caminos de árboles nos llevan a casa—aclara—. O eso leí en un libro—ríe. Yo miro la pintura y frunzo el ceño.
—Pensé que los caminos de estrellas lo hacían—levanto las cejas.
—Oh, ni los caminos de árboles o estrellas—objeta la mujer. Vuelvo a menear con mi aire de confusión.
— ¿Entonces qué?—me intereso.
—Nosotros mismos—asiente—. Nosotros mismos nos guiamos a casa.
— ¿Cómo?—dudo.
—No necesitas un camino de árboles o estrellas para regresar a tu hogar, sólo te necesitas a ti, con eso, nadie puede detenerte para volver—sonríe.
—No entiendo.
—No necesitas entender nada, Alice—sonríe—. Sólo busca el camino a casa y regresa—me dice en un tono de orden y saluda caminando hasta el puente. Yo me quedo quieta unos segundos.
— ¡Espere!—me levanto y ella se voltea— ¿Cómo sabe mi nombre? No se lo he dicho.
—Oh, lo dejaste debajo de tu pintura—sonríe y yo miro la pintura. Debajo esta mi nombre en negro, no recuerdo haberlo hecho.
—Yo no...—levanto mi vista y la veo alejarse. Me vuelvo a sentar en confusión y sonrío para mí misma.
—Que mujer más rara—dice Jaqueline.
Luego de unas horas, emprendo mi camino de regreso. Darling me agradece por haber venido y nos despedimos. Mientras oigo el ruido de las ruedas del carruaje por el camino, reflexiono sobre lo que la extraña mujer me dijo.
Sólo busca el camino a casa y regresa.
Pero, yo ya estaba en casa. ¿Lo estaba? Esa era la pregunta que me rondaría por los siguientes días.
(...)
Los días se habían vuelto más tediosos de lo normal. Me la pasaba tocando el piano o vagando por los alrededores de la mansión.
—Adelante—bramo dejando el libro que tenía a un lado. Frente a mí, aparece Darling con una sonrisa—. Hola—saludo y me levanto del sillón.
—Hola—dice y cierra la puerta—. Tu tía dice que estas muy sola y yo...—vacila.
—Gracias—confieso—. Enserio me siento sola.
Ella sonríe tímidamente. Decidimos tomar un té, para luego dirigirnos al jardín. El día está muy cálido y la brisa es suave.
—Sabes, yo también he estado sintiéndome sola—habla.