Alice y el Collar de Suller (saga #1)

Capítulo XXXVII: El invernadero del perdón

Luego de que Darling se fuera, camine a mi habitación y me apoye en la ventana pensativa. El día parecía estar nublándose a diferencia de esta mañana. Observe las enredaderas trepando por el ventanal del invernadero de mi tía. Vacile unos segundos y decidí ir hacia el mismo. El viento estaba empezando a levantarse lo que significaba que una tormenta se venía, me apresure a subir las escaleras de piedra hasta la puerta de vidrio, la empuje despacio y al entrar, el aroma de las flores y plantas me cautivo.

Gran parte de lianas cubrían el techo de cristal y reí al recordar la historia de Jack. Las flores estaban organizadas por color y especie al igual que las plantas. Camine un poco estudiando con detenimiento, no solía entrar aquí debido a que me parecía aburrido pero era todo lo contrario, era un lugar muy tranquilo e interesante. Cruce una cortina de lianas con flores y divise a tía Dorothy, sentada con la vista perdida hacia afuera. El cuerpo me tembló, me voltee para irme pero algo me detuvo y apreté los dientes. Me volví para verla, aun no se había percatado de mi presencia, así que me aclare la garganta llevándome las manos atrás. Se giró para verme y mostro sorpresa.

—Buenas tardes—sonríe sinceramente y ella me imito.

—Buenas tardes—repitió. Me acerque lentamente.

— ¿Puedo sentarme?—siseo y asiente muy deprisa. Me acomodo junto a ella y el silencio incomodo aparece.

La lluvia empieza a golpear el techo y las gotas se deslizan por el cristal con rapidez. El sonido de la tormenta me provoca una sensación de sueño y no puedo evitar bostezar.

—La lluvia me da sueño—habla y rompe el silencio—. Veo que a ti también.

—Bueno, es muy agradable a la hora de leer un libro o dormir—susurro viendo hacia afuera.

—Sí, así es—ríe con aire triste.

— ¿Qué?—la miro con las cejas hacia arriba.

—Me recuerdas mucho a él, es todo—suspira y aleja su mirada.

— ¿Crees que papá sea alguna de esas gotas?—observo las mismas cayendo y ella me mira.

— ¿Qué te hace pensarlo?—pregunta.

—No lo sé, es como si él estuviera conmigo siempre—la miro y ella asiente.

Nos quedamos observando la lluvia caer repentinamente, podía notar el crepúsculo en el cielo nublado. El invernadero estaba en silencio a excepción de los insectos que siseaban entre las plantas.

—Alice—habla ella—. Lamento no haberte dicho sobre el collar o tus padres—susurra y la miro.

—Yo también lo lamento—confieso y los ojos se me humedecen—. Jamás debí haberte dicho esas cosas y sé, que siempre quisiste y querrás lo mejor para mí—suspiro sonriendo—. Puedo estar enojada contigo, pero no puedo hacer como si no estuvieras aquí.

—Eres alguien muy singular—pasa su brazo por mí alrededor y me acerca a ella.

—Tía—musito.

— ¿Sí?—seca sus lágrimas.

— ¿Sabes que son los caminos de estrellas y árboles?—se separa de mí con cara confusa.

— ¿Qué dices?—ríe y yo meneo la cabeza divertida.

(...)

Un sentimiento de paz me había invadido al arreglar las cosas con mi tía, pero aun sentía un vacío, había decidido ignorarlo y olvidarlo pero esto último era algo que puede que jamás lograría.

Tía Dorothy había decidido dar una fiesta, debido a que su cumpleaños era el jueves y por lo tanto, invitaría a sus amigas más cercanas, a Darling y las demás e inclusive a los Devonshire, aunque dudaba si en realidad vendrían.

— ¿Qué color le gusta más?—se acerca Odette, una de las sirvientas con dos servilletas de color amarillo y verde claro.

—El verde, ese será—ordena mi tía a lo que ella asiente. Toda la mansión estaba alborotada de arriba abajo, mi tía ordeno colgar unas guirnaldas de flores por todo el gran salón, donde, la fiesta se haría. Además de colocar distintas flores por la casa con la intención de que se ajustara al tema.

— ¿Crees que estos estén sabrosos?—no me dio tiempo de opinar. El señor Gerald, encargando de la cocina, me metió los pastelillos apenas abrí mi boca.

—Bueno—digo con la boca llena—. Están muy deliciosos—le doy dos pulgares arriba, él me entrega la bandeja aplaude ante su logro. Yo me río con ganas.

—Alice—me hace señas Emily desde la sala del piano, dejo la bandeja y me apresuro a ir hacia ella cerrando la puerta. Amabas reímos.

— ¿Estas lista?—susurra entre risas.

—Lo estoy, eso creo—siseo y me acomodo frente al piano.

Había practicado en privado junto a Emily una sinfonía del señor Ludwig, de quien había estado encantada desde siempre. Planeaba tocarla en la fiesta, rogaba por que los nervios no me invadieran y me equivocara.

Emily asintió y empecé a tocar la melodía lo más paciente. A medida que ella cambiaba las partituras, la música sonaba cada vez mejor y delicada. Definitivamente me encantaba tocarla. Se sentía increíble que algo que no te había gustado nunca, por fin lo hacía. Ella cambio la última página y con unos últimos toques, la sinfonía acabo. Suspire y Emily aplaudió a lo que yo sonreí.

—Te ha quedado muy bien—me palmea la espalda—. A ella le encantara.

—Sé que le gustara pero tengo el pavor de equivocarme en alguna nota—confieso afligida.

—Tranquila, lo harás perfecto—me reconforta.

—Gracias por ayudarme, Emily—sonrío—. La fiesta es dentro de muy poco y tú me has ayudado mucho con esta sorpresa.

—No es nada, siempre que me necesites, ahí estaré—aclara y le doy una sonrisa completa.

Luego de la práctica, me dirijo al campo, debía tomar un descanso del barullo y alboroto, que yacían en la casa. Camine entre los pastizales que habían crecido hasta llegar a mi cintura. La señorita Anna me regañaba, diciendo que podría haber algún animal o insecto entre los mismo pero yo sólo asentía. Mi tía no objetaba sobre ello, sabía que me encantaba el campo, lo cual agradecía.

Me senté en donde el césped era bajo y mire mí alrededor. Esperando. Esperando algo que jamás volvería. Esperando a los susurros. Esas voces que al principio me habían atormentado y luego se volvieron importante, a la misma vez que apreciables.




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