En la entrada, con postura elegante y nerviosa se encontraba mi tía, quien llevaba un vestido color marino, el cabello recogido con unas perlas alrededor y sus aretes llamativos. Se veía realmente hermosa. Baje los últimos escalones y me acerque a ella. Algunos de los invitados ya estaban presentes y charlaban con una copa en mano.
—Feliz cumpleaños—le extendí una caja dorado y sonreí.
—Oh—se sobresaltó y volteo a verme— ¿Qué tienes ahí? No te hubieras molestado—el tomo.
—No te preocupes, sólo ábrelo—levante las cejas. Ella meneo la cabeza, desato el moño de seda y quito la tapa. Sus ojos se iluminan y me sonríe.
— ¿Qué es esto?—duda y levanta el objeto.
—Una piedra—vacilo en mis pies.
—Una piedra—dice en tono confuso.
—Le dicen la piedra de la prudencia—recuerdo a lo que ella se pone seria—. Dicen que es mágica y siempre te ayudara con tus decisiones.
— ¿Ah sí?—la observa y asiento— ¿De dónde la has sacado?
—Es una larga historia—canturreo.
— ¿Larga historia?—arruga la frente.
—Te la contare luego—suspiro—. Pero en conclusión, me la dio un dilecto chico—sonrío.
— ¿Dilecto chico?—ríe.
—Oye, ¿te dije lo bonita que te ves?—me cruzo de brazos observándola.
—Entonces cambias el tema—guarda la piedra—. Bien, pero esta conversación queda pendiente.
— ¿Conversación?—me llevo la mano al pecho—. De acuerdo.
—Gracias, es muy bonita—apoya su mano en mi hombro—. Y por cierto, tú también te ves muy bonita—sonríe.
En mi caso, llevaba el vestido turquesa, el cabello en un delicado rodete y unos guantes blancos. Estaba algo incomoda pero me esforzaba por verme elegante.
— ¡Querida Dorothy!—desde mi posición, observe a un hombre mayor que reconozco como Lord Traver, quien es un viejo amigo de mi tía. Se dan un abrazo y luego saluda a su esposa.
—Feliz cumpleaños—habla lady Traver y le extiende una pequeña caja forrada en terciopelo.
—Me alegra que hayan podido llegar—les sonríe, abre la caja y dentro yace un collar de lo más hermoso—. Es bellísimo, muchas gracias.
—Lo mejor para la mejor—dice él y ríen.
—Por favor, adelante—hace un gesto—. La fiesta acaba de empezar.
—Llegamos temprano—sisea y se detiene frente a mí—. Pero miren quien es—me sonríe.
— ¿Qué tal, señor Traver?—sonrío.
—Estoy muy bien, ¿y tú?
—De maravilla, gracias—ladeo la cabeza.
—Cada año estas más grande y hermosa, pronto serás una gran dama—predice a lo que yo río despacio.
—Gracias, usted también se ve...—achico los ojos. Ellos se ríen.
— ¿Viejo? Lo sé, la edad avanza rápido—yo asiento.
Luego de unos minutos más de recibir invitados, entramos al gran salón que se veía hermoso. Había una orquesta tocando y la mesa de bocadillos y postres se veía llamativa. Darling me sonrío del otro lado, pude notar su expresión fatigante mientras Jaqueline e Isabela hablaban con otras niñas. Los que aún no se habían presentado eran los Devonshire, pero esperando cosa así de semejante familia, no me sorprendía. Ellos siempre habían sido reservados, asistían a eventos solo si eran invitados y claro, al decir esto, significaba que iba a cada uno. Después de todo, ¿Quién no querría al duque de Devonshire junto a su esposa y herederos en su fiesta?
—Alice—me voltee y Emily estaba cerca de la orquesta, donde, el piano estaba. Me acerque a ella y me torcí los dedos nerviosa— ¿Lista? Todos están aquí.
—Bueno—suspire y me pase las manos por la falda del vestido—. Yo, lo estoy.
—Bien—me sonríe y se acerca a los músicos, quienes cuando les hace señas, paran la música y todos voltean a ver que sucedió. Los nervios me comen.
Me siento frente al piano con las miradas sobre mí. Las manos me tiemblan. Cierro los ojos y suspiro profundamente. Apoyo mis dedos y empiezo a tocar la sinfonía que haba aprendido. Deje mis miedos a equivocarme y me concentre en la música que viajaba a través del salón. Una sonrisa se formó en mis labios, porque en realidad estaba disfrutándolo. La puerta se abrió pero no voltee a ver quién era, seguí tocando con felicidad. Toque la última nota y así, termino la sinfonía. Me levante acomodando mi vestido deprisa y con una sonrisa, dije:
—Feliz cumpleaños, tía—todos aplaudieron y ella se acercó para darme un gran abrazo que correspondí.
—Gracias, querida—me susurra y se limpia las lágrimas.
—Disfruta tu fiesta—le aconsejo a lo que ella se ríe asintiendo.
Vi hacia la multitud y me encontré con los ojos de la familia Devonshire. Mi expresión cambio de feliz a sorprendida. ¿En verdad habían venido? Sí, en verdad lo habían hecho. Estaban todos los integrantes, a excepción de Stuart, quien tampoco había visto en la fiesta de la reina.
—Iré con Darling—me excuse con tal de no ir a saludarlos.
—Muy bien—me sonrío.
Camine hasta el grupo de chicas y salude con una reverencia a la que ellas imitaron.
—Oh Alice, esa sinfonía fue exquisita—opina la señorita Clara, quien ubico como hija del marqués de Cambridge.
—Bueno, es una de las favoritas de mi tía—sonrío.
—Es una muy difícil, la he practicado—habla Isabela— ¿Cómo lograste que te saliera tan bella?
—Yo, estuve practicando desde hace dos semanas y...
— ¡Dos semanas!—se emociona Darling—A mí me llevo casi un mes, que increíble.
—Tuve ayuda de una amiga—mire hacia Emily—. No lo hubiera podido lograr sin ella.
—Pues te ha salido muy bien—aporta Jaqueline seria.
—Gracias—sonrío.
—Las melodías del señor Ludwig son hermosas—habla Darling.
—Estoy de acuerdo, me encanta su tono tan peculiar.
— ¿Cuál es tu sinfonía favorita, Darling?—se interesa Jaqueline pero ella se queda muda con los ojos bien abiertos. Yo vacilo levantado las cejas.
— ¿Darling?—Isabela se le acerca.
—Buenas tardes, señoritas—al instante no reconocí su voz, pero el recuerdo me llego. Voltee y detrás de mí estaba Simón con un traje negro y el cabello alborotado.