El silencio invadió el salón. Era uno incómodo y nervioso. Las palmas de las manos me sudaban a más no poder la mirada de todos estaban sobre mí y el idiota de Simón.
— Quiero casarme contigo—me sonríe.
— ¿Qué dices? ¡No!—digo muy de repente y miro a todos, quienes están sorprendidos.
—Esto ha sido muy repentino, pero mi propuesta es sincera—intenta acercarse pero retrocedo.
—No, Simón—mi voz tiembla—. Yo no...—las palabras se desvanecen y siento un mareo inminente. Todos murmuran curiosos y las voces me hacen eco.
— ¿Señorita Alice?—él intento tomarme de la mano.
—Yo...—tartamudeo y ante las miradas, salgo del salón corriendo.
Bajo por las escaleras de la entrada levantando mi vestido. Siento un temblor por el cuerpo, como si estuviera a punto de desmoronarme. Corro hacia el campo lo más rápido que puedo. El cabello se me desarma por la cara y un rostro viene a mi mente.
Jack.
Mi Jack. Quien me había empujado hacia el portal, hacia este mundo que se había vuelto incierto y me había dejado. Dejado volver. Me detuve entre la hierba alta y me deje caer de manos en el suelo con la respiración entrecortada. La frente me sudaba y sentía el rostro caliente.
¿Casarme? ¿Con él?
Me frote la cara y mire hacia arriba. No podía estar pasándome esto, no a mí. Ni siquiera lo conocía, apenas habíamos intercambiado palabras, tocamos una melodía y ya pensaba que era una entrada al matrimonio. Pero así funcionaba aquí. ¿Cómo volvería a esa fiesta? Había rechazado al hijo de uno de los duques más poderosos de todo Londres y probablemente, todos me mirarían inferioridad. Darling. No podía imaginarme su rostro cuando el chico del que estaba enamorada desde que somos niñas, había estado a punto de arreglar un matrimonio conmigo.
Me quede unas horas en el campo, alejada de la fiesta. Nadie había venido a buscarme lo cual agradecía profundamente. Cuando el calor, cansancio y hambre me vencieron, camine hacia la mansión en silencio. Entre por la puerta trasera con la esperanza de que nadie de los invitados me viera. Pero al poner un pie, Emily estaba junto con otros sirvientes con la cara preocupada acomodando la cocina.
—Alice—suspira y se acerca.
—No quiero ir a la fiesta—susurro cansada.
—Tranquila, la fiesta ya término—apoya su mano en mi hombro—. Tu tía te espera en su habitación, te llevare algo para que comas—sonríe.
—Gracias—devuelvo el gesto torcidamente.
Voy hacia las escaleras. Me detengo observando el gran salón, en el cual se encuentran los sirvientes acomodando y quitando las decoraciones. Suspiro y subo los escalones deslizando mi mano por la baranda fría perezosamente. Camino por el pasillo hasta su puerta de mármol oscura y le toque tres veces a lo que ella la abre. No dice nada y yo tampoco, quito mis zapatos y me recuesto en la cama con mi cara apoyada en mi brazo. El cabello se me pega al sudor del cuello. Emily entra con una bandeja.
—Gracias, querida—le susurra y ella se marcha dándome una ligera sonrisa. Mi tía se acerca y deja la bandeja en la mesa donde yace la lámpara de luz.
—Lamento haber arruinado tu fiesta—susurro frotándome la cara.
—Oh, yo diría que fue bastante emocionante—ríe, acomodando las tazas de té.
— ¿Cómo pudo pasarme esto?—me posicione boca arriba con la vista perdida.
— ¿Quieres hablar sobre lo que paso?—se interesa y yo parpadeo lentamente hasta sentarme.
—Yo, no entiendo como él pudo pensar que aceptaría semejante cosa—hago una mueca—. Ni siquiera nos conocemos—me encojo de hombros.
— ¿Simón te dio la piedra?—duda.
—No, claro que no—siseo.
—Vaya, pensé que él era el chico dilecto—me pasa la taza de té y la tomo.
—Él no se parece en nada al chico dilecto—bebo un sorbo.
—Interesante—susurra al borde de la taza— ¿Conociste a alguien en Blidder?—arquea una ceja.
—Sí—suspiro—. Conocí a muchos en Blidder.
—No me refiero a ese sentido—ríe.
—Sé a lo que te refieres, y la respuesta también es sí—aclaro.
— ¿Te apetece contarme sobre dicha persona?—me ofrece unas galletas.
—Sí—asiento—. Me apetece—tomo una galleta.
Le conté todo a tía Dorothy aquella tarde. Sobre Jack, Jimmy, Lissard, Amín y las aventuras, historias y peligros. En algunas ocasiones se estremeció al contarle sobre nuestras travesías.
— ¿¡Un dragón!?—se lleva la mano a la boca.
—Fueron dos—señalo.
—Por suerte no salieron heridos.
—Bueno...—ladeo la cabeza—En realidad, en ese instante no sufrí daños, pero en dos ocasiones recibí rasguños—señalo mi rostro.
— ¿En verdad?—dice ceñuda.
—En la frente y la mejilla. Pero ya desaparecieron—asiento divertida.
Luego vinieron las partes románticas con Jack. Las cuales me dejaron sonrojada. Ella se impresiono en cada una pero me sonreía cuando me veía contarle todo eso.
—Y después de eso—suspiro con la vista pérdida—. Él me empujo por el portal—la miro.
—Me alegra tanto saber que alguien pudo hacerte sentir esas cosas—toma mis manos.
—Quizás sea el único—bajo la vista—. Jamás lo volveré a ver, sólo en mis recuerdos—sonrío tristemente.
— ¿Tú crees?—duda seriamente. Yo resoplo abriendo mis manos.
—Pues claro, tía—meneo la cabeza—. Ya no tengo el collar, no puedo volver—suspiro mirando hacia la ventana, donde yace la noche oscura.
—Alice, Alice, Alice—se levanta sacudiendo su falda.
— ¿Qué?—achico los ojos.
—Yo sé que tú no eres feliz aquí y no lo has logrado ser desde que volviste...
—Tía...—me levanto y ella me detiene.
—Como también sé que tienes a alguien en Blidder, que te espera y ama. Incluso, dejaste una tarea sin terminar—me sonríe.
—No entiendo—me encojo de hombros.
—Jamás necesitaste el collar para volver a casa—aclara y la piel se me eriza.
—Tía, ¿Qué es lo que estás diciendo?—me acerco confusa.