Alice y el Collar de Suller (saga #1)

Capítulo XLII: Un reencuentro dichoso

El viento de Blidder me azoto el rostro envolviéndose con mi cabello. Todo era silencio. Los árboles se mecían lentamente y el cielo estaba nublado. Desvaine mi espada, y empecé a caminar por el bosque con dirección a Luz.

Un miedo de no saber lo que había pasado me invadía, miraba hacia todos lados con precaución. Sí Dark había juntado los collares, todo en verdad podía estar perdido. El aura del bosque era oscura y oía a los árboles murmurar. Una parte de mí tenía miedo y la otra valentina.

A medida que avanzaba, más tenebroso se volvía todo. Me detuve en seco al recordar que yo no tenía la menor idea de hacia dónde estaba el reino Luz. La primera vez, Jack me llevo volando. Mire hacia arriba y curve los labios.

Me colgué la vaina en la espalda y con un agarre fuerte trepe el árbol. Las astillas se introducían en mis manos pero no tenía tiempo para quitarlas. Atravesé las ramas hasta llegar a la punta. Arriba, el viento era feroz y tambaleaba mi lugar.

—Por favor, no te caigas—me susurre y mire hacia todos lados en busca de Luz.

La impresión me sobresalto cuando a una distancia, mis ojos encontraron unas criaturas volando en mi dirección. Había otras cientos en el cielo. Eran horribles. La piel se me erizo aún más, al momento que distinguí al Wolffen entre los bosques.

—Ay no, carajo—apreté los dientes, empecé a bajar el árbol lo más rápido que pude.

Los pies me resbalaban, pero seguí por mi vida. Al llegar a una distancia prudente, salte hacia el suelo. Sin dudarlo, comencé a correr por el camino. No quería ver hacia arriba, atrás o dónde estuvieran. Sabía que me perseguían, lo podía sentir.

¿Por qué siempre me tenía que pasar a mí?

Si no me perseguían criaturas horribles, lo hacían dragones o hadas que querían matarme.

Me detuve. El pecho me dolía al respirar.

Yo siempre huía, lo había hecho desde que tengo memoria. Ante cualquier situación difícil optaba por irme. Lo hacía como una cobarde, pero hoy, hoy Alice no iba huir.

Gire hacia atrás y desvaine la espada nuevamente. Las criaturas eran más horrible de lo que pensaba. No tenían rostro y su cuerpo era escuálido, sin mencionar el olor a podrido que emanaban.

Me dieron arcadas cuando su aroma se impregno en mi nariz. Apreté la espada y corrí hacia ellos. Sus manos se abrieron. Tenían dedos largos y negros, al igual que sus uñas. Usaban capas desgarradas. Intente atravesar a uno de ellos pero sentí un jalón de cabello y una mano tapando mi rostro. La espada se me cayó y forcejee, mis pies dejaron de tocar el suelo y pude deducir que me estaban llevado. Sus uñas me apretaban la cara haciendo que no pudiera ver nada. Intente quitármelas pero en vano.

Sin otra opción, abrí mi boca y mordí la mano de la criatura provocando que esta me suelte. Sentí el sabor amargo y podrido que salió. En ese instante, caí hacia el suelo y tuve la sensación de mi brazo romperse. Ahogue un grito y sin vacilar, me levante corriendo hasta mi espada, tomándola con mi miembro sano.

Mire hacia arriba, las criaturas se abalanzaron hasta mí y sin dudarlo, los atravesé a ambos con el filo que penetro su escuálido cuerpo. Ambos, desaparecieron formándose un polvo oscuro que se fue volando con el viento.

Jadee y me senté al costado del camino revisando mi mano. Carajo. No estaba rota pero se sentía como si lo estuviera. Abrí y cerré mis dedos con delicadeza, la muñeca me dolía profundamente.

—Gracias por no romperte—sisee y me levante.

Genial, esto no podía ser más perfecto. Con frustración, empecé a caminar por el único sendero que había después del bosque. Este debía conectar las fronteras, y de ahí, iría hasta el reino Luz.

Alrededor de unas horas de estar caminando, llegue al punto dónde se dividían la frontera de Luz con el bosque. Sonreí para mí misma y empecé a caminar más deprisa. En todo el trayecto había sido cautelosa, aunque no me había topado con más criaturas. El crepúsculo pintaba el cielo y las estrellas estaban empezando a notarse.

La alegría de haber vuelto se desvaneció cuando entre al pueblo.

—Ay no, ay no—di vueltas sobre sí misma con los ojos húmedos.

Todo estaba destruido. Las calles cubiertas de manchones, escombros y cuerpos. Mi vista se detuvo en una pequeña niña, que estaba encogida sobre un pedazo de tela. Con un nudo en la garganta, camine hasta ella dejando mi espada a un lado.

—Oye, pequeña—la movía delicadamente, me detuve cuando su cuerpo se mostró. Me lleve un puño a la boca conteniendo las lágrimas.

Estaba muerta.

La mitad de su rostro se encontraba ensangrentado, al igual que su pecho. No pasaba la edad de Jimmy, era mucho más pequeña que él. La acurruque sobre mi pecho y la abrase.

—Lo siento—le susurre—. Lo siento mucho—jadee. Así estuve por unos minutos, hasta que la noche cayó sobre mí y las lágrimas se me secaron sobre las mejillas.

Envolví su cuerpo con la tela desgastada y la deje donde estaba con la promesa de que luego la enterraría al igual que el resto de las criaturas. Trague grueso y me encamine hacia el castillo. El cual, estaba en perfectas condiciones en el exterior a diferencia del pueblo.

La certeza de que pudiera ser que algunos se hubieran escondido era lo único que me tranquilizaba. Entre por los portones traseros del castillo con cautela. Todo estaba totalmente impecable y eso me atemorizaba.

Con el miedo en la garganta, empuje la puerta y me metí entre los pasillos. Todo se veía igual a excepción de algunos vidrios y jarrones rotos. Hacía frío, uno muy solitario. Mi respiración hacía eco a medida que avanzaba y eso, me ponía nerviosa. Podían estar observándome por lo que me percate de desvainar mi espada.

Avanzaba entre los pasillos, abriendo puertas y buscando algún rostro conocido pero no los había. El castillo entero estaba en silencio. No había nadie aquí o eso creía yo.




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