Alice y el Collar de Suller (saga #1)

Capítulo XLIII: El libro de los elementos

—Déjame entrar primero, pude que haya algún peligro—me sisea Jimmy.

Yo enderezo mi cuerpo y pongo mis manos en la cintura.

—Acabes de corroborarme que no hay ningún alma en este lugar a excepción de nosotros—arqueo una ceja.

—Oh, bueno—tantea—. Puede que haya alguna—levanta su daga y cruza la cortina. Ruedo los ojos meneando la cabeza y lo persigo.

—Te lo dije—canturree.

—Fue por sí acaso—aclara. Me posiciono junto a él y noto que es casi de mi estatura.

—Es mi imaginación, ¿o has crecido?—sonreí revolviendo su cabello.

—Yo te veo igual—junta las cejas.

—Claro—reí y mire el alrededor—. Ahora, el libro—camine hacia el estante dónde Lissard había buscado antes.

— ¿Quieres una banca?—habla.

—Eso sería muy conveniente—asentí a lo que él coloco una en frente del estante—. Gracias.

—Buscare el libro sobre las criaturas—asentí y subí a la plataforma.

Hurgue entre el estante lleno de polvo pero sin suerte alguna. El libro no estaba, ¿Lissard se lo había llevado? Apreté los dientes, y mire hacia donde estaba Jimmy.

— ¿Encontraste...?—fruncí el ceño y baje de la banca.

—Mira, ven a ver esto—me hace señas. Me coloco a su lado observando de cerca el reloj de arena, el mismo que había visto antes.

—Yo, conozco este reloj—le informo.

— ¿Enserio?—levanta las cejas.

—Es de Lissard—aclaro y lo tomo, es bastante pesado.

—Ves la arena, parece como si estuviera a punto de terminar de caer—habla.

—Sí, es...

—Extraño.

— ¿Crees que signifique algo?—dudo. Él se encoje de hombros.

—Nunca he sido bueno con los acertijos—camina hacia otro estante—. Mejor busquemos el libro, la última vez que lo vi, lo deje aquí—me señala.

—Entonces búscalo, veré si encuentro el otro—dejo el reloj sobre la mesa.

—Bien—se mete entre los libros.

Paseo por la habitación en busca del libro. Puede que no esté aquí y ella lo tenga, pero debía hacer el esfuerzo de buscarlo. Entre sus páginas podía haber algo que se me paso cuando lo ojee, cualquier detalle.

Me acerque a los cajones de su escritorio y busque en ellos, pero sólo había papeles viejos con esa lengua extraña y otras cosas extrañas. Al llegar del otro lado, jale el primer cajón y note que este no se abría. Me agache y lo volví a jalar. Fruncí el ceño.

—Jimmy...

— ¿Qué?—dice con unos libros en la mano.

—Este cajón está cerrado—apunto.

—Bueno, creo que la llave debe estar por allí—opina.

—Sí, la buscare—él asiente.

Reviso el escritorio, quitando libros, levantando papeles y revisando cajas. Pero no había señales de una llave. Suspire.

— ¡Lo tengo!—aulló Jimmy.

— ¿Encontraste el libro?—levante la vista.

—Así es—respondió entusiasmado y se acercó—. Mira—lo abrió y cambio sus páginas. Había ilustraciones de criaturas que jamás había visto antes y el idioma era confuso.

—Ah, no entiendo nada—menee la cabeza.

—Oh, tranquila, es Xionano, para nuestra suerte lo sé hablar—sonríe.

—Es increíble—palmee su espalda— ¿Me ayudas con este cajón? No he encontrado la llave.

—Claro—deja el libro sobre la mesa.

Miro debajo del escritorio como último recurso y fuerzo la vista hacia una esquina. Gateo hasta ella, y meto las manos por los bordes. La siento. Una llave. Forcejeo un poco hasta que logro desincrustarla. Rápidamente me muevo provocando que mi cabeza choque contra el escritorio.

—Carajo—me levanto sosteniendo mi cabeza.

— ¿Te encuentras bien?—se acerca.

—Sí, no te preocupes—me quejo y le muestro la llave.

—Eso, ¿estaba debajo de la mesa?—mira hacia abajo.

—Lo estaba—sonrío—. Veamos si funciona.

Él asiente.

Coloco la llave en la cerradura y la giro lentamente primero a la derecha pero se traba así que voy hacia la izquierda.

—Creo que funciono—miro a Jimmy.

—Ábrelo—me sisea.

Hago caso, tomo la manija y la jalo hacia mí. Por dentro, yace lo que ambos estábamos buscando. Una sonrisa enorme se me presenta.

—Oh Jimmy, es el libro—río y lo saco del cajón pero recuerdo que es demasiado pesado y se me cae.

— ¿En verdad? Que suerte tenemos—brama divertido y me socorre.

—Ven, veámoslo—gruño.

Asiente y le hago señas para que se arrodille a mi lado. Paso mi mano por la tapa. Abro las placas metálicas con dificultad. Cambio a la primera página.

— ¿Cómo dijiste que se llama este libro?—ojea él.

—El libro de los elementos—respondo y sigo cambiando las páginas.

A medida que las cambio, las ilustraciones muestran anillos, corona e inclusive armaduras.

—Esta dividido por grupos—asiento.

— ¿Grupos?

—Sí, las coronas, los anillos...—le explico.

—Interesante—frunce el ceño— ¿Qué tal las espadas? Déjame ver ese—me pide a lo que asiento—. Son increíbles—cambia y se emociona con cada ilustración.

— ¡Espera!—detengo su mano—No puede ser—susurro.

— ¿Qué cosa? —niega confuso. Yo me arrastro hasta mi espada y la desvaino colocándola junto al dibujo.

—Es...

—Tu espada—me mira con los ojos bien abiertos.

—Bueno, en realidad no es mía—le aclaro.

— ¿Y de quién es?—levanta las cejas— ¿No la robaste o sí...?

—No, claro que no—siseo—. Era de mi padre.

—Genial, ¿puedo verla?—señala.

—Sí—se la paso—. Ten cuidado, esta algo afilada—reí.

Seguí viendo el capítulo donde estaba toda la información sobre la espada pero no entendía nada de lo que estaba plasmado.

— ¡En guardia!—levante la vista y me encontré a Jimmy jugando con el filo.

—Jimmy, podrías lastimarte—lo regaño.

Él sonríe y se acerca hasta mí dejando la espada a un lado.

La Espada de las Cenizas—musita.

— ¿Cómo?—ladee la cabeza— ¿Cómo se llama?

—La Espada de las Cenizas—repite—. Aquí mismo lo dice—señala el borde de la hoja amarillenta.




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