Sinopsis

Alicia no escuchó a su madre cuando esta le dijo que ese hombre, en el que había posado sus ojos, no era bueno. Ella tampoco escuchó a ninguna de las personas a su alrededor que le dijeron que el comportamiento sospechoso de la persona a la que amaba, le traería problemas. Mucho menos hizo caso a esa sensación inquietante que crecía en su interior cada vez que él bebía…

Las señales siempre estuvieron ahí, como alarmantes carteles con luces de neón que gritaban peligro, sin embargo, ella terca como una mula, fue quien se obligó a cegarse. Alicia se colocó una tonta venda en sus ojos bajo la premisa de ¿Qué era el amor sin un poco de sacrificio y dolor?

Lamentablemente, la única en sufrir había sido ella y el tiempo le dio la razón a todos aquellos que la advirtieron. 

Ahora, a sus cuarenta y cinco años, lo único que desea es paz. Ella ya no cree en cuentos de hadas ni en príncipes salvadores. Los hombres de la vida real son seres egoístas y traicioneros. Cada uno busca el beneficio propio sin importarle el mundo a su alrededor. Y aunque la vida se ensañe en mostrarle que los hombres buenos si existen, ella no se deja guiar por tontas ilusiones y se mantiene firme en su camino solitario de celibato autoimpuesto.

O esa era la idea hasta que se encontró con una vieja ilusión del pasado, un mero recuerdo efímero de sus años inocentes de adolescencia, que pone a latir su corazón… y otras partes de su anatomía, haciéndole creer verídico ese famoso refrán de que donde hubo fuego cenizas quedan.

Un carácter fuerte no es sinónimo de fortaleza y Alicia deberá ser capaz de soltar esas barreras que con tanto esfuerzo construyó para que nadie llegara a su corazón. 

¡Hola! ¡Que emoción!

Bienvenidas una vez más. Démosle un cálido recibimiento a la historia de Alicia, mi cuarentona preferida. Quiero agradecerles de todo corazón a quienes se toman un momento de su tiempo y leen mis historias.

Aclaración: esta historia es un extra, por ende es corta y no tendrá suscripción.