Capítulo III

            ―Muy bien, muchas gracias ―culminó la maestra dando fin a la conversación con el salón de enfermería del colegio. Suspiró, dejando el teléfono en su lugar. ―Señor y señora Clayton ―al mencionarlos viajó con la mirada de uno al otro―, comprendo su disgusto con todo lo ocurrido, pero no pueden de manera arbitraria acusar a la pobre chiquilla por algo de lo cual no tienen prueba alguna ―aclaró intentando calmar a los padres del chico, quien esperaba probablemente enojado en el salón de enfermería.

       Ambos se miraron indignados―Esto es increíble, no puede ser posible que vaya a pasar por alto algo tan fuerte como lo que esta infernal mocosa le ha hecho a mi Christopher ―vociferó la mujer, con el puño tembloroso―, y no es la primera vez. Mi hijo me ha comentado en repetidas ocasiones que esta niña no es precisamente muy normal que digamos, ¡Por Dios maestra! ¿Lombrices? ¿Qué más necesita para ver que esa niña requiere una institución especializada?, corrompe a los demás niños y no estamos pagando para ello―expuso enfurecida mientras su esposo trataba de contenerla.

         Avery llenó su pecho de aire―¿Y por casualidad le ha comentado Christopher sobre sus travesuras, sus malos comportamientos, sus faltas de asistencia o algo de eso? ―cruzó los brazos, desafiante―. Debo admitir que sí, Alissa es una chiquilla con unas aptitudes algo...—hizo un pausa en busca de la palabra correcta, a la vez que torcía los labios— distintas de las que se esperan de una niña de su edad, pero eso no me parece que sea algo malo.

            Avery exponía con firmeza mientras que los padres del chico no dejaban de verla con recelo, pero ella no titubeaba un solo instante.

         ―Ella maneja excelentes calificaciones a pesar de su comportamiento inusual en clases y de su no tan buena relación con las maestras. Es normal que ella sienta que merece un trato mejor debido a sus resultados, eso me parece completamente justo. En cambio, los comportamientos rebeldes de Chris son algo de lo que realmente hay que preocuparse ―compuso un mohín―. Tiene grandes dificultades en ciertas asignaturas, sus respuestas son humillantes para la mayoría, su influencia social a diferencia de Alissa es más notable y si entramos en materia específica, a diferencia de ella, sí hay testigos de que su hijo estuvo en el salón y jugó aquella broma de mal gusto.

         Todo eso salió tan rápido que tuvo que recuperar el aire al terminar.

         ―No lo puedo creer ¿La está defendiendo? ¿Qué tiene que ver las calificaciones de mi hijo en todo esto? ¿Es una excusa para dejar las cosas así como están? ¿O acaso me está amenazando de alguna forma?

         Masajeó su tabique―No la estoy defendiendo señora Clayton, estoy llegando al clímax de este caso según las evidencias y de paso aclarándole, en sus términos de institución especializada, que si al caso vamos, podría tal vez sorprenderse de que Christopher no está muy lejos de necesitar una; recalco que su hijo no es exactamente lo más ejemplar que tenemos por aquí.

         ―Y según usted ¿Por qué se lanzaría mi hijo sobre ella? El asegura que es la culpable y yo no dudo en la palabra de mi hijo. Somos gente responsable, atentos al cuidado de nuestra familia, sabemos que nuestro hijo no es de conducta facil pero lo de esa niña sobrepasa todo lo demás ―agregó el padre del chico, aunque no con tanta energía en comparación a los comentarios de su mujer.

         ―Por la misma razón por la que su hijo ha adherido a la niña en su asiento―contraatacó. Viajó con sus ojos entre ambos rostros insatisfechos y terminó por soltar un suspiro, bajando la guardia―. Miren señores, sé que están preocupados por su hijo, y lo entiendo por completo, pero dejemos a la niña fuera de esto ya que nada tiene que ver. Ni existen pruebas de que ella haya hecho esto ni mucho menos.

        ―¡Pero...

        ―Permítame continuar señora Clayton ―suplicó―, en este colegio nos preocupamos por el bienestar de cada uno de los estudiantes, lo que pasó fue grotesco como menos, pero dada las condiciones y el material de evidencia inexistente, no podemos hacer demasiado al respecto. ―aplastó su cabello hacia atrás en un suspiro―, por mi parte es todo lo que puedo decir

        De ser más jóvenes e inmaduros hubiesen lanzado rabietas al aire mientras salían de la oficina, pero no lo hicieron, en cambio, sus rostros enrojecidos y miradas amenazadoras terminaron cayendo en la niña de orbes azules que esperaba noticias sobre su caso, silenciosa y sin ningún tipo de remordimiento en el pasillo en frente a la dirección.

         Ellos no lo notaron, pero inmediatamente cuando sus miradas se esfumaron al fin, Alissa se encargó de mostrar su lengua rosada en modo de burla para ambos. Los adultos continuaron su trayectoria a la salida y la maestra Avery apareció de inmediato en el corredor, para despedirles.

          Luego de balancear su mano al aire de un lado a otro al verles partir en su auto, se volvió a la niña con alivio.

          ―¿Estoy en problemas? ―cuestionó Alissa con una fingida y bastante creíble preocupación; por la cara que llevaban los señores Clayton le quedaba muy claro que se había salido con la suya.

          Avery negó con la cabeza, muy suavemente y le regaló a ella una pequeña sonrisa―Pero a pesar de ello necesito hablar con tus padres ―confesó―, ¿Le has llamado a alguien como te lo pedí hace rato? ―Alissa asintió con seguridad y en ese preciso instante Arthur Rowlling se tomó la molestia de aparecer.

. . .

          Quizás no era de las cosas que más la enorgullecían, pero Arthur, el hombre de cabello amarronado y ojos miel, era su padre. Por la manera en la que visualizaba cada cierto segundo su reloj de muñeca, daba a entender que se trataba de un hombre ocupado, que ya había dejado claro en diferentes ocasiones―cuando se dejaba ver―que el preocuparse por las travesuras de su hija no estaban en su listado de preocupaciones.