Alissa

Capitulo IV

 

 

             Sus cristalinos y brillantes ojos negros no hacían más que inquietarla, juraba que cuando apagaba las lámparitas rosas, la oscuridad le jugaba malas bromas, formando sombras y haciendo que cualquier cosa fuese un peligro, en especial sus juguetes, en especial ella .

           Decía que le observaban, que le hablaban por las noches, que le contaban sus fantasías y las hacían suyas. Le suplicaban que no tuviera miedo, que los escuchara atentamente, que ellos sabían todo y que se encargaría de protegerla siempre. Ellos mentían.

            Muy de a veces se levantaba adormecida a mitad de la noche y dibujaba curiosos garabatos dentro del closet, en las rosadas paredes, en las lindas cortinas, en el suelo o en el cristal de las ventanas. Dibujaba cosas que ella misma no lograba comprender. Otras ocasiones eran sus amigos imaginarios los que le tomaban de la muñeca y guiaban trazo por trazo, haciéndole colorear las superficies a su extraño antojo.

            Las pesadillas se habían convertido en parte de su ser, pero eso no significaba que no le molestaran. Le gustaba el agua, nadar siempre era de su elección, pero no esas noches, no en ese lugar.

           Lo recordaba con lujo de detalle, a pesar de que jamás había estado allí. Era un lago grande y apartado, le encantaba llegar allí en sus sueños, le inspiraba tranquilidad, libertad, al menos a la luz del día, pues tenía ya grabado de memoria lo que iba a ocurrir después.

            Caminaba descalza por la orilla, escuchando únicamente las ramas y hojas secas que se quebraban bajo sus pálidos y enlodados pies. Estaba oscuro, siempre estaba oscuro, hacía frío, cada vez más frío, pero en cambio la luna se veía hermosa, tan inmensa, blanquecina y brillante. 

            Su resplandor iluminaba sobre los árboles rodeados de bruma verdosa, mientras ella bailaba al ritmo de las luciérnagas, en cambio, las voces de sus amigos imaginarios no paraban de susurrar cosas sin sentido, tan a la vez y tan distintos que no se distinguía un comentario del otro. Los escalofríos no se hacían esperar, tampoco la inseguridad sobre la piel y bajo ella, justo como habían prometido que no permitirían que se sintiese jamás. Mentirosos.

           El viento traía consigo un aroma venenoso, mortífero, pero a ella no le molestaba en lo absoluto, aunque le ardieran un poco las fosas nasales.

            Veía como la gran silueta se aproximaba desde la oscuridad de entre los árboles, era siempre la misma que le perseguía continuamente.

           Retrocedía acelerada hasta que sentía como sus piernas pequeñas se hundían gradualmente en las frías y oscuras aguas, y en el momento en que el líquido cubría por completo su cintura, aquella silueta solo le observaba desde la orilla, mientras Alissa era sumergida por las manos descompuestas que le sostenían de un vestido carmesí que no usaba hacía años, para darse cuenta que no era más que su propia sangre.

           Era sencillamente errado movimiento alguno, hasta tener la sensación de que su respiración no podía contenerse más, entonces siempre despertaba.

          Se levantó entre sudor y jadeos, se lanzó al suelo en un desliz y se metió bajo su cama.

          Creía que esas manos que le sostenían eran esos supuestos y famosos amigos que vivían con ella, que no le dejaban sola en ningún momento, con los que se divertía, pero que a veces le lastimaban. A veces no guardaban silencio, sus voces, sus chillidos, sus arañazos eran insoportables.

           Venían en las noches, podía ver sus pies desde abajo de la cama. Caminaban alrededor de su recámara, se sentaban en su cama y le contaban cosas, le enseñaban cosas.

           Tomaban las crayolas y dibujaban en las paredes. Ella solo escuchaba el sonido de los trazos, al mismo tiempo en el que su aliento contra el suelo hacía sudar su pálido rostro, percibía aquel constante sonido hasta que simplemente se quedaba dormida otra vez.

            No recordaba cuándo habían aparecido, ni ella haberlos creado. Parecían siempre haber estado allí, recibirla en los brazos el mismo día que nació.

. . .

        ―¿Sabes dónde está mamá? ―preguntó a Dereck, sentado sin preocupación alguna en el sillón frente al enorme televisor.

           Él negó con la cabeza sin apartar la mirada de la pantalla, mientras al mismo tiempo comía cereal multicolor de una bolsa plástica reposada sobre sus piernas, esparciendo polvo colorido sobre él.

           Alissa resopló, decidiendo rendirse con respecto a su búsqueda fallida y sentándose junto al atractivo chofer, que más que nada, parecía niño recién levantado.

          ―¿Qué ves? ―inquirió ella, viajando con sus ojos azules de la televisión a su acompañante y viceversa.

          ―Caricaturas ―contestó Dereck con la boca llena.

           Alissa se puso de rodillas sobre el acolchado sillón dando búsqueda al control remoto. Cambió de inmediato el canal unas varias veces, poniendo un noticiero local.

           Una de sus pobladas cejas marrones se levantó―Veamos si logro entender ¿Prefieres ver esto a ver caricaturas? ―le cuestionó confundido mientras introducía otro puñado de cereal con azúcar en su boca, haciendolo sonar gracioso.

           Alissa asintió sin remordimiento alguno.

           ―Vaya, eso explica muchas cosas ―murmuró él con sarcasmo llenándose la boca de crujiente cereal e inclinándose un poco para cubrirse del golpe que Alissa probablemente le brindaría luego de ese comentario.

           ―¡Tonto! ―chilló ella intentando contener su dulce risa y golpeándolo con uno de los blancos cojines que adornaban el sillón del salón principal.



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En el texto hay: detective, secretos, paranormal

Editado: 19.05.2020

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