―Estamos frente a un completo enfermo de porquería―el hombre se cubría los labios.
―Definitivamente ―confirmó el uniformado― ¿Qué más puedo hacer por usted señor? ―el superior se mantuvo pensativo y con las cejas juntas, golpeó de pronto el escritorio con el puño cerrado, el estruendo hizo que un incomodo cosquilleo corriera por la espina dorsal de ambos infantes.
―Quiero todos los registro de cada maestro y maestra, conserjes, cocineras ¡TODO! ¡VAMOS A ENCONTRAR A ESA ESCORIA! ―gritó
―No tienen ni idea―masculló regocijada la niña para sí misma.
―Todo lo que usted busca está justo detrás de usted―señaló la puerta a espaldas del hombre; el joven se acercó con lentitud y ambos niños emplataron los ojos. El muchacho movió el cerrojo por unos segundos y le dejó al notarle cerrado. ―Está cerrado por dentro señor―dijo―, verificaré el otro lado.
―El director Greaves debe tener las llaves, yo iré por ellas tu sigue platicando con los del departamento forense ―ambos adultos salieron del cuarto, Lissa Wells limpió el sudor de su frente con la muñeca y abrió el seguro de la puerta con suavidad al notar que aquél folder azul aún seguía sobre la mesa de la dirección.
La pelirroja se acercó cautelosa al escritorio y abrió los papeles.
―¿Lissa qué haces? Vámonos ya por favor― el chico le daba tironcitos del suéter, entre sus suplicas el niño echó un vistazo a lo que la niña observaba con tanta concentración y de inmediato se cubrió los labios al mismo tiempo que su piel se hacía pálida y fría.
Alissa Wells dio una media sonrisa y ambos volvieron fuera justo por donde habían entrado antes.
. . .
―¡Listo! ―Exclamó la niña apareciendo de la nada y pegando un ligero susto al castaño que seguía recostado a un lado del automóvil observando el tumulto de gente.
―¿No vamos ya? ―preguntó a lo que la niña asintió de inmediato, el chofer le sonrió con ternura y se puso de pie para buscar las llaves en sus bolsillos. ―, ¿Y Tom? ―inquirió extrañado
―Viene atrás, no se sentía muy bien―dijo con tranquilidad la pelirroja justo cuando Tommas Wallcot giraba hacia ellos desde la esquina de la acera. Se quedó de pie allí sin decir una sola palabra.
―¿Tommas vienen tus padres por ti? ―preguntaba el castaño acercándose mientras daba vueltas a las llaves en su dedo índice. El pequeño se mantuvo callado sin siquiera mirarle al rostro, con la piel pálida y los ojos llorosos ―, ¿Tom estás bien? ―el hombre frunció las cejas.
El chiquillo levantó la vista y sin poder controlarlo empezó a tener fuertes arcadas hasta que terminó corriendo hacia unas plantas a su lado donde volvió el estomago.
―¡Tom! ―exclamó Dereck Moore dándole golpecitos en la espalda. El pequeño seguía en su afán con todas sus fuerzas hasta que en su estómago no quedó nada más que expulsar.
El castaño abrió la puerta del automóvil y dejó al niño sentado allí mientras buscaba en su mochila el teléfono de sus padres. Dejó sonar el aparato unos segundos y se le envió directo al buzón de voz.
―No contestan― dijo y volvió el móvil a su bolsillo―, ¿Estás mejor? ―cuestionó poniendo su mano en la sudorosa y pálida frente de Tommas quien asintió.
―Llevémosle a casa con nosotros―agregó Alissa con ilusión en su sonrisa.
―¿Se molestarían tus padres?―preguntó dirigiéndose al niño.
Tommas Wallcot se encogió de hombros.
Dereck dirigió su mirada a la pelirroja que se meneaba de un lado a otro entusiasmada.
―Creo que será lo mejor, igualmente no podemos simplemente dejarte aquí, mucho menos en las condiciones en las que estás―Manifestó entrando al vehículo y poniendo la mochila en el asiento de al lado.
Todos se encontraban ya en el coche. El chófer introdujo las llaves en la ranura y encendió el carro, Alissa observaba el colegio y aún a la distancia en la que se encontraban se podían escuchar los sollozos gritos de la señora y el señor Greaves.
. . .
Tommas Wallcot dejaba entrar el vapor del te de manzanilla directamente en sus fosas nasales, su piel había recuperado su color y las arcadas habían desaparecido, aun que las imágenes se repetían en su cabeza una y otra vez. Se encontraba sentado en una de las sillas altas de la cocina de la casa de la familia Wells; una de las criadas lavaba los trastes con tranquilidad mientras que Alissa correteaba en el jardín trasero esperando a que su amigo se mejorase.
El niño dejó la taza sobre la meseta de la cocina y se lanzó con cuidado de la silla.
―Hey Tom―apareció el castaño en la cocina―, tus padres siguen sin contestar pero no te preocupes continuaré insistiendo―dijo
―Han de estar muy ocupados, gracias igualmente―contestó el chiquillo encogiéndose de hombros.
Tommas empujó la puerta de la cocina que daba al patio trasero y allí encontró a Alissa Wells persiguiendo libélulas silvestres. El patio de la casa Wells era muy grande, si se caminaba en línea recta se podía llegar a un lago pequeño donde Alissa acostumbraba a jugar las escondidas con sus amigos imaginarios, cuando aún eran sus amigos y cuando aún eran imaginarios
Cuando la pelirroja escuchó el rechinido de la puerta se giró de pronto y corrió sonriente hacia su amigo ― ¿Estás mejor? ―preguntó eufórica
―Algo―respondió el niño rascando su codo.
―Genial― sonrió la pálida―, ven juguemos un rato ―convidaba poniéndose tras el niño y empujándole para adentrarlo en el jardín.
. . .
Editado: 19.05.2020