El día había transcurrido entre juegos y ya estaba por caer el atardecer, Alissa no recordaba la última vez que un amigo había pasado tiempo en su casa. En realidad no recordaba la última vez que había llamado amigo a alguien de su alrededor.
La noche estaba por caer y ambos niños recogían los "interesantes" juguetes de la pelirroja que estaban dispersos por todo el pasto del patio, Tommas Wallcot se encontraba hecho una mugre y Alissa tampoco era la excepción.
―Lissa, ¿Donde está el baño?―cuestionó el infante mirándose las manos cochambrosas.
―En el segundo piso―dijo la niña sin girar la mirada hacia él.
Sin mucho rodeo el chiquillo entró a la casa y subió las escaleras a toda prisa haciendo resonar sus zapatitos en cada escalón. Se detuvo en la segunda planta y miró hacia ambos lados, la bombilla del cuarto al final del pasillo empezó a parpadear emitiendo un leve sonido eléctrico que llamó la atención de Tommas haciéndolo girar hacia allí.
No había nadie en el segundo piso ni en los alrededores y aquella puerta estaba entre abierta, cautelosamente se acercaba a paso muy lento y silencioso.
―Tommas cariño, ¿Buscas algo en especial? ―Preguntó Laura Wells apareciendo tras él desde las escaleras. El niño se giró de inmediato con las manos un poco levantadas delante de él para evitar el contacto con su cuerpo.
―S-si―Afirmaba nervioso―, el baño―dijo
―Es por allá cielo―señaló la mujer con toda simpatía. Dos pitidos irrumpieron en la casa y la mujer y el pequeño miraron hacia la puerta―. Han de ser tus padres, ve lávate un poquito, les invitaré a pasar―dijo Laura.
El niño empezó a caminar de inmediato a donde la fémina había señalado, escuchando de ultimo como la adulta se acercó a la puerta que le había despertado curiosidad y la cerraba con el juego de llaves en mano.
El señor y la señora Wallcot habían ido en búsqueda de su hijo. Sin mucha plática y sin bajar siquiera del vehículo abrieron la puerta dejando entrar al niño con su bolsa en brazo, Alissa corrió fuera para saludarles, ambos adultos se miraron y con dos sonrisas poco honestas subieron los cristales negros y se marcharon.
―Lissa cariño―se acercó Laura al ver a su pequeña fuera―, las clases están suspendidas y tu padre ha venido en la tarde para que pases unos días con él―se inclinó a la altura de la niña y le sostuvo de la barbilla―, ¿Te parece bien? ―ambas se miraron unos varios segundos a los ojos.
Asintió repetidas veces y fue dentro de la casa sin mucho parloteo.
. . .
Ya era la media noche cuando Alissa había terminado su ducha luego de su día de diversión en casa. Con el cuerpo y la melena empapados caminó tranquila desde el cuarto de baño hacia su recamara dejando húmedas huellas en el piso de madera del corredor.
Se secó y se puso unas pijamas del cajón para luego disminuir el exceso de agua que chorreaba de su ondulada cabellera; la idea de pasar unos días en casa de su padre no era como que la emocionara demasiado pero pasar esos días aburrida en su hogar tampoco era muy prometedor. Sacó de lo más profundo de su closet una pequeña maleta en forma de mariposa, la ubicó sobre la cama, abrió el cierre y comenzó a mirar a su alrededor pensando que podría llevar en su viaje. Empezó por introducir algunos vestidos, zapatos y ropa interior, continúo por algunos libros, un oso de felpa personalizado como solo ella era especialista en hacerlo, sus colores que se encontraban esparcidos por todo el suelo y su libreta para dibujar.
Se acercó a su cama y bajó la intensidad de su lamparita de mesa atenuando la luz, se recostó en la cama, se arropó con sus rosadas cobijas y cerró los ojos esperando que el sueño la invadiera. Escuchó rechinar una de las puertas en el corredor y unos pasos acercarse, se giró un poco y vio como la sombra se detuvo en frente de su puerta dando unos toquecitos a lo que la niña se levantó con el corazón acelerado y tragó saliva.
―Lissa―susurró la voz, y la sombra se alejó de la entrada. Alissa abrió la puerta con lentitud viendo parte de la silueta correr al primer piso. ―, juguemos a las escondidas―propuso.
La pelirroja acomodó un mechón de cabello tras su oreja luego de salir del cuarto, la puerta al final del corredor estaba abierta de par en par y desde donde la niña estaba parada se veían las cortinas bailar al ritmo del viento de la noche. Bajó las escaleras sosteniéndose del pasamanos para seguirle el juego a la voz que de vez en cuando le visitaba a mitad de la noche.
La casa estaba muy oscura pero los luces de fuera iluminaban un poco el camino―Has hecho un buen trabajo Lissa―decía la curiosa vocecilla sin dejar de moverse por la casa―, sabía que lo resolveríamos pronto―reía
La niña iba apresurada tras la silueta, pero sin lograr alcanzarle, hasta que no logró escucharle por unos largos segundos.
―Hay algo que no puedes olvidar si vas a la casa de Arthur―mencionó la voz―, la caja―Alissa escuchaba como los sonidos venían desde la cocina y con curiosidad se acercó. La brisa hacia que la puerta se golpeara contra la pared una y otras vez. Salió al patio trasero sintiendo el césped húmedo bajo sus pies y sin inmutarse caminó hacia una pequeña habitación de madera en el exterior de la casa donde las criadas acostumbraban a guardar objetos de poca utilidad.
Una cajita no muy extensa se encontraba en el suelo del lugar, la cogió y miró entre la oscuridad que la rodeaba por un moemnto.
―¿Lissa, eres tu? ―Dereck Moore apareció de pronto espantando a la chiquilla. ―, ¿Qué haces despierta? ¿Te sientes mal? ―frotó la frente de la niña mientras estrujaba sus ojos bostezando.
Editado: 19.05.2020