Alissa

Capitulo XII

      

 

 

        Alissa mantuvo la calma mientras era estrujada entre los brazos de Johanna Parcks, un ser humano que era de poco agrado para la chiquilla. La falsa escena de cariñoso reencuentro había terminado y al fin Alissa pudo escapar de esas insoportables cadenas; la recamara se llenó de tención justo cuando la pelirroja sonrió de la forma más simpática que le fue posible sabiendo dentro de sí misma que esa era la cosa más falsa que pudo haber hecho en todo el día.

       Una pequeña castaña se introdujo en el cuarto y se escudó tras la mujer, llevaba una melenita rizada con unos pasadores en forma de florecitas que cambiaban de color; la pequeña sonreía apenada tras las piernas de la adulta mientras Arthur Rowlling le miraba con ternura.

       ―Tess había esperado mucho tu visita―declaró el hombre sonriente

       Alissa no pudo evitar entornar los ojos por un diminuto momento mientras la otra pequeña le miraba avergonzada.

. . .

         La comida ya estaba lista y Arthur le había gritado a Alissa para que saliese del cuarto y les acompañara en la mesa.

       La pálida bajó de su cama con tranquilidad, salió de su habitación y se sentó en la mesa donde ya se encontraba su padre y Tessa que no dejaba de mirarle. La ojiazul le observó e intentó sonreírle un poco, lo que hizo que la castaña se sonrojara y mirara a su padre, quien rió un poco al ver el rostro de ilusión que traía la pequeña.

       Johanna Parks apagaba la estufa y servía la comida en unos pozuelos de porcelana para proceder a llevarlos a la mesa. Nadie dijo ni una sola palabra mientras aquello ocurría. La pelinegra viajo de la cocina al salón varias veces mientras llevaba las vasijas al comedor.

       No se escuchaba más que el ruido de los autos de fuera y el sonido de las cucharas y tenedores al comenzar a comer. Todos se habían servido normalmente, Johanna colocó una servilleta en el cuello de la pequeña castaña y luego se sentó en su lugar.

       Johanna Parks y Arthur Rowlling se miraron por un momento, el hombre hizo una mueca a la pelinegra esperando una respuesta.

       ―¿Nena, que te parece la comida? ―preguntaba Johanna con un tono dulce a la pelirroja.

       Alissa meneaba el humeante estofado con una cuchara metálica, sin poner atención a la que la mujer decía. Se levantó cabizbaja, subió sobre la mesa y clavó dos tenedores en los ojos de su padre sacando sus globos oculares. Los miró por un instante y sonrió.

       ―¡¿Alissa qué haces?! ―preguntaba Johanna con los ojos emplatados inclinándose hacia atrás.

       Alissa se giró hacia ella y tomó la vasija con el cocido caliente que adornaba sobre la mesa, la lanzó al rostro de Johanna Parks sin ningún tipo de remordimiento; la mujer soltó un sollozo grito al sentir aquel liquido espeso y caliente destruir su rostro casi de inmediato.

       La pelinegra se lanzó al suelo en un intento herrado de alcanzar el teléfono que se encontraba sobre la meseta de la cocina. La pelirroja le permitió arrastrase un poco solo por el placer de verle sufrir, el placer de verla en su forma original "Una víbora asquerosa". Bajó de la mesa en un brinquito, tomó un cuchillo y le atravesó el cuello, disfrutando el sonido del teléfono descolgado y la imagen de Tessa estupefacta aun en su asiento, sin entender del todo que estaba ocurriendo a su alrededor.

        ―Mocosa, Johanna está hablando contigo ―insistió Arthur ingiriendo sus alimentos.

       ―¿Mmm? Si Anna, está muy rico, gracias ―contestó con una dulce voz casi creíble, volviendo a la realidad en la que se encontraba.

        ―Me alegra ―dijo la mujer sonriente.

        ―Eso me hubiese gustado―masculló para si misma.

. . .

      Todos habían terminado su comida y Johanna había procedido a recoger los trastes, Arthur se fue directo al sillón y Tessa junto con él.

       Alissa se dirigió a la recamara donde se estaba hospedando, cerró la puerta y buscó entre sus cosas la libreta para colorear que había llevado, en ella solía dibujar todo lo que su imaginación le presentara; empezó a colorear eso que había imaginado en la mesa y que la llenaba de orgullo.

. . .

        Alissa se recostó en la cama con el estómago lleno, era la hora, esa hora entre el medio día y el atardecer que creaba un estado completo de somnolencia; el sol iluminaba en todo su esplendor y la brisa meneaba las coloridas cortinas que cubrían los ventanales de aquel cuarto. Las crayolas habían dejado residuos de colores casi diminutos en los pálidos deditos de la infante, los miraba detenidamente mientras el mundo a su alrededor se volvía lento y borroso.

       Había un silencio tranquilizador, solo se escuchaba la fricción entre un traste y el otro en la cocina.

       Johanna Parks seguía en su afán, Arthur parecía no estar por los alrededores y Tessa jugaba despreocupada en el balcón del departamento, rodeada entre muñecas, peluches y juguetes que formaban un arcoíris en su alrededor.

       ―¡¿Te gustan las muñecas?! ―soltó la castaña al admirar a la fémina observarle desde una no muy larga distancia.

       Alissa se giró de pronto hacia la pelinegra que parecía estar muy concentrada en sus labores, por lo que no se percató del acercamiento repentino entre las pequeñas; Alissa se acercaba a la niña sin contestar a su cuestionante, llegando a paso lento hacia la terraza. La melenita castaña se balanceaba de un lado a otro junto con el viento cuando Tessa levantó el rostro para sonreírle.

       Los abarrotes de aquella terraza no parecían demasiado seguros, el departamento se encontraba en el sexto piso de una torre departamental en frente a una carretera donde los autos se distinguían casi como insectos, y detrás la decoraba una playa, a penas se salía se podía sentir el olor a la sal adentrarse en las fosas nasales.



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En el texto hay: detective, secretos, paranormal

Editado: 19.05.2020

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