Alissa

Capítulo XVI

 

 

       El estruendo producto de una taza quebrándose en pedazos en el suelo fue lo primero que Dereck Moore escuchó al volver la mañana de lunes a la casa. Sacó su juego de llaves y entró deprisa a la casa, le preocupaba que la niña se hubiese hecho daño con el objeto cortante; no había llegado del todo y ya se estaba preocupando por el bienestar de la pequeña, se había vuelto casi como una manía, y nadie podía culparlo, varios años en convivencia cercana habían forjado un lazo fuerte entre ambos.

       —¡Lissa!—exclamó—, ¿Está todo bien? —Inquiría preocupado caminando con algo de prisa.

       Laura Wells se encontraba de cuclillas en el suelo de la cocina recogiendo las partes dispersas del objeto de porcelana —que había tenido un triste desenlace — con una pequeña porción de sangre en sus manos

       —¿Laura, qué ocurrió? —preguntó acercándose con rapidez, en búsqueda de dar socorro a la mujer que, poco estable, adornaba en el suelo.

       —No es nada, no te preocupes —contestó con voz quebradiza, se levantó con dificultad, remojó sus manos en el lavado y cubrió su rostro, sus lágrimas comenzaron a salir espontáneamente, pero aún así trataba de respirar profundo y controlar su llanto.

       —No me parece que no deba preocuparme —aclaró el castaño en un mascullo, extendiendo la mano hacia unos de los gabinetes adheridos a la pared y ofreciendo una triste servilleta a la pelirroja adulta que delante de él se desvanecía—. ¿Qué ocurrió? —su corazón se exaltó, era evidente que algo estaba ocurriendo y temía con toda su alma que eso tuviera que ver con la chiquilla traviesa a la que todos guardaban afecto; bueno, casi todos.

       —... — no lograba articular sus palabras, su respiración desaparecía de sus prioridades, sostuvo ambas manos del fregadero dónde de a poco se desplomaba sobre sus propias piernas, y con ella su mundillo de perfección y felicidad.

. . .

        El Dr. Simón Hopskin era severamente raro, o al menos esa idea tululeaba en la cabeza de Dereck Moore cada que el hombre de bata aparecía en la casa. Sus malas costumbres y apariencia por alguna razón grotesca hacia que a simple vista fuera de poco fiar, y el castaño no entendía la razón de por qué Laura Wells permitía tal presencia perturbadora en su casa, le sorprendía que con lo delicada, minuciosa y observadora que era pusiera su salud en manos de alguien que no parecía demasiado calificado, y no era como que quería juzgar por las apariencias, pero si el chofer hubiese tenido algún tipo de derecho sobre las decisiones de la casa lo primero que haría sería sacar a ese hombre de sus vidas.

       Observaba al "profesional" hacer su trabajo, mirar por aquí y por alla, tocar de un lado y de otro, Dereck le miraba atentamente desde fuera del cuarto, era tan poco técnico, con las manos callosas, la piel luminosa por la grasa que expulsaba con el sudor, la barriga hinchada y unos pocos pelos por bigote que adornaban sobre sus labios, de vez en cuando metía uno de sus robustos dedos en su boca para quitar tal vez algún trozo de comida que llevaría ahí unos cuantos días, para mirarlo, y comer lo que entre sus uñas quedaba.

       —Solo es estrés —confirmó el "especialista" luego de tomar su temperatura y hacer unos cuando exámenes rutinarios —, ¿Qué ocurrió? — inquirió introduciendo sus instrumentos nuevamente a un interesante maletín con el que cargaba.

       —No lo sé, acabo de llegar hace unas pocas horas —contestó con los brazos cruzados apoyado a la entrada de la recámara.

       —¿A estado tomando sus pastillas? —preguntó el hombre que de forma inquietante estrujaba su nariz de un lado a otro, haciéndola enrojecer.

       —Creo que sí, la veo tomar todas sus vitaminas por las mañanas, sin falta—respondía las cuestionantes pero seguía dudando de la capacidad médica del sujeto en cuestión.

       El Dr. volvió su vista al castaño y continuó haciendo observaciones rápidas —Ambas están bien, usted déjela dormir —el hombre de cabellera escasa salió de la recámara en un dos por tres, casi notándose apresurado luego de ver el nombre que se mostraba en su pantalla del móvil —, está preñada, ve todo peor de lo que es —a medida que bajaba las escaleras su voz desaparecía y seguido de sus pasos en cada escalón un portazo culminando la plática.

        "Preñada" decía aquel ser, como si se refiriera a una perra, a una gata, en conclusión a un animal; el castaño no cambió de posición ni un solo momento, seguía dándole vueltas a lo ocurrido, ¿Qué había pasado?, tan grave y estremecedor como para ponerla así, "Está preñada, ve todo peor de lo que es" como se equivocaba, escasas veces había visto a la mujer así de quebrada y frágil, no era propio de ella, si algo había causado una angustia que incluso la hiciese caer al suelo rendida era porque se trataba de una situación muy difícil de manejar.

       Se acercó a la habitación de la niña, pero no sin antes cerrar la puerta del cuarto de la mujer que descansaba. Todo parecía exactamente como la chiquilla lo había dejado antes de ir a casa de su padre, a diferencia de algunos dibujos nuevos decorando la pared; había una persona que podría decirle que estaba ocurriendo y esa persona era Arthur.

. . .

        Arthur había llegado al fin a su lugar de destino, había reservado una habitación barata en un hotel no muy elegante, no quería llamar mucho la atención, al menos no hasta que se establecieran. El señor Rowlling había encendido su teléfono celular, al fin, luego de la larga trayectoria, temía de lo que allí podía encontrar y sus pensamientos de temor se habían hecho reales. Incontables eran las llamadas acumuladas que tenía en el aparato; la preocupación de Laura era algo que él estaba dispuesto a soportar, pero ya era suficiente, o al menos eso se repetía en su cabeza.

       Él consideraba que lo mejor para la pequeña era lo que estaba ocurriendo, por un lado se alegraba de aquel detonante, habían sido muchos años de sucesos extraños, de problemas por la salud mental de la infante, sabía que Laura se volvería loca estando lejos de su hija, pero el hombre mantenía la esperanza de que tal vez la mujer lo reflexionaría y pensaría lo mismo que él, que la niña necesitaba ayuda, algo que nunca quería admitir, pero él no la culpaba, nadie quería enfrentar el hecho de que esa personita que alguna vez fue incluso parte de ti, que en su caso estuvo deambulando en su vientre por unos cuantos meses tuviera un dilema del que había que preocuparse; El aparato comenzó a sonar una vez más entre sus manos.



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En el texto hay: detective, secretos, paranormal

Editado: 19.05.2020

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