Alissa

Capítulo XVIII

 

 

        Antes de volver a casa debían de limpiar todo rastro de lo ocurrido del cuerpo de la niña o Laura Wells enloquecería de una forma inimaginable al verle de esa forma. Habían conducido unos cuantos kilómetros en el auto de vidrios cromados hacia un hotel pequeño de la carretera cercana, donde pidieron una habitación barata a la chica rubia que se encontraba en la recepción, la cual les lanzó una mirada extraña inmediatamente les vio entrar. 

           Una niña con una especie de cobija pequeña encima, con el cabello alborotado y con unas salpicaduras de algo parecido a la sangre sobre un rostro que parecía no haber dormido hacia un tiempo; y junto a ella un hombre reservado, nervioso y avergonzado que no le miraba a los ojos mientras esperaba la llave de su recámara temporal, les había entregado las llaves indecisa por lo que se mantendría al pendiente y con el numero de la policía lo mss cerca que le fuera posible, aquella imagen daba mucho que pensar.

       Aún era temprano, no pasaban de las once y media de la mañana, así que tenían suficiente tiempo para construir una fachada sobre lo que había ocurrido antes, Laura probablemente seguiría dormida por un buen rato debido a la dosis de calmantes que le aplicó hacia a penas un rato el Dr. Hopkins.

       —¡Que asco! —vociferó la niña entrando al cuarto de baño que poseía el cuartico no muy elegante.

       —¿Qué ocurre? —preguntó el hombre pero sin entrar al diminuto lugar.

       —Hay un preservativo usado aquí —dijo con horror

      —La expresión "Asco" es muy extraña viniendo de ti, incluso por el hecho de cómo vas vestida y de lo que has hecho—Suspiró el hombre sentado al borde de la cama—, que por cierto aun no sé lo que es—susurró para si mismo.

       —... Creo que tienes razón, pero igual es asqueroso —confesó—, ¿Traes ropa? —inquirió abriendo la ducha, que hizo unos cuantos ruidos extraños desde dentro de la boquilla, entonces luego comenzó a salir un liquido extrañamente marrón y bizcocho para continuar con el agua deseada.

      —No en realidad

       —¿Cómo es eso posible?

       —Salí muy rápido, estaba desesperado

       —Vaya, ¿Y por que estabas desesperado? —Preguntó Alissa de forma insinuante acompañada por el eco producido por el cuarto de baño.

       Dereck rió y apretó los labios, cubrió su rostro, mientras agradecía al cielo poder tener a la niña con él en ese momento, había pensado lo peor.

       —Volveré en unos minutos con algo de ropa, solo te suplico que no te muevas de aquí, no salgas y no le abras a nadie por favor —afirmó y salió del cuarto. Poca cosa había en la trayectoria cerca del hotel así que tuvo que conducir unos tantos kilómetros para lograr encontrar alguna clase de tienda departamental; hallada al fin, se estacionó y al entrar tomó una pequeña canasta azul que decoraba no muy lejos de la puerta automática. Caminó al ritmo de la musiquilla de fondo y lo pensó varias veces antes de adentrarse por los oscuros del departamento de ropa para niñas, que en realidad no era nada oscuro, sino, todo lo contrario, iluminado, colorido, y perfumando por un ambientador de cereza. Era un pueblecillo pequeño, donde las apariencias daban mucho que pensar, su traje elegante y su aspecto desubicado llamaban la atención de más de uno de los pueblerinos que con tranquilidad realizaban sus compras.

       Podía contar con los dedos las veces que había estado en ese tipo de pasillos, Laura era la que se encargaba de esas cosas, él solo la transportaba y le esperaba dentro del auto.
 

       Intentó pasar desapercibido, encontró sin ningún tipo de dificultad un pequeño vestido de color verde manzana que le sentaría de maravilla a la pelirroja, fue por unas cuantas cremas para la piel y por un cepillo para el cabello, fue luego de eso cuando recordó una de las partes primordiales de todo el vestuario, esa parte insignificante pero que tenía una gran importancia; la ropa interior.

       Había todo un departamento del asunto, eso era lo más aterrador, miró disimuladamente hacia todos los demás pasillos antes de pasar por allí, se mentalizó varias veces. "Entrar, tomar, y salir" repitió lo anterior una y otra vez dentro de su cabeza. Agarró un buche de aire y entró con rapidez, pensó que sería tan fácil como entrar y salir pero no fue así cuando se percató de que no tenía conocimiento alguno sobre la talla exacta de eso.

       Comenzó a tomar una por una, cada modelo, cada talla, cada color y no tenía la mas mínima idea de que elegir, debía hacer algo que no quería por nada del mundo, o eso se decía a sí mismo, aquello era crear una especie de modelo mental de las caderas inexistentes y el poco trasero con el que contaba la pálida, eso lo hizo sentir como un completo degenerado; se encontraba tan metido en sus pensamientos que no se había percatado como las personas que allí caminaban le miraban indignados, allí de pie, con un canasto repleto de productos para niñas, las mejillas sonrojadas y observando detenidamente ropa interior para pequeñas, toda la imagen de un completo enfermo.

       Volvió a su realidad, tomando cualquiera de la gran variedad, pagó todo lo tomado y salió de allí con un letrero imaginario de pervertido adherido a la frente.

. . .

       Llegó nuevamente al hotel y allí la rubia de la recepción no le quitaba la vista de encima, definitivamente no era su día. Sacó la llave y abrió la puerta; allí sentada sobre la cama se encontraba la pelirroja envuelta en una toalla blanca con agua escurriéndose de su cabello.

       —Entonces aquí vienen las personas a crear más humanos asquerosos —comentó la pálida mirando a su alrededor

       —No creo que deberías decirlo así, pero en todo caso sí, estás en lo correcto —dijo el hombre con pocos ánimos, seguía algo traumado con respecto a sus acontecimientos incómodos de esa mañana, dejó las cosas a un lado de la cama y se sentó junto a ella.



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En el texto hay: detective, secretos, paranormal

Editado: 19.05.2020

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