Alissa

Capitulo XXVI

XXVI

       —Eh Lissa, vamos, arriba—entró Elise de golpe al cuarto con una actitud alborozada, incluso más de lo que ella habituaba a ser—, ya hay que ponerte guapa —avisó dando vueltas como trompo por la recamara. Paró en seco y miró de esquina a esquina en el lugar para darse cuenta de que Alissa no se encontraba allí a esas horas tan tempranas, lo que realmente le impresionó.

       Un mechón rojo salía de debajo de la cama, y Elise no tardó mucho en sonreír para sí misma mientras se ponía de cuclillas para levantar la sabana que viajaba del colchón hasta ahí debajo.

       —Hey, bonita, vamos, sal de allí —suplicó esta vez con voz tranquila y de alguna forma sumamente dulce, la pálida salió estrujando sus ojos, gateó hacia el exterior y se incorporó sobre la cama, aun con las mantas enredadas en el cuerpo. —, creí que habías dejado ese mal habito de dormir ahí —comentó sentándose a su lado.

       La pelirroja no hizo más que soltar un suspiro—¿Qué es lo que quieres? Es muy temprano —bufó con mal genio, había tenido mala noche, y ya iban varias así, pero no comentó nada al respecto, pues ya había estado acostumbrada.

       La enfermera compuso una ligera sonrisa—Veo que estás de mal humor hoy —cometió—, hay que ponerse guapas, es día de visitas —explicó ella.

       Alissa soltó una risa irónica y se recostó en posición fetal sobre el colchón, dándole la espalda a la pelinegra y cubriéndose con la sabana de pie a cabeza. —No tiene mucho sentido que vaya, igual nadie vendrá a verme

       —Bueno, no puedo prometerte que alguien vendrán a verte, aquí nunca se sabe —admitió en voz baja—, pero puedo prometerte que te vas a divertir —se abalanzó sobre la niña y metió sus manos entre las sabanas haciéndole cosquillas por cual sitio alcanzara. La ojiazul pataleaba de un lado a otro, a la vez que tiraba manotazos en el aire, se arrastró sobre el colchón hasta que quedó descubierta en el otro extremo, lejos de la mujer.

        —Elise déjame ya —dijo ella entre risas cubriéndose el estomago. La joven le miró con los ojos entornados, se acercó fingiendo que iba a continuar con los jugueteos y la pecosa había llegado al punto donde el solo ver que esas manos se acercaban a ella le causaba carcajadas.

       —Tienes una risa hermosa, si no te ríes más de ahora en adelante yo me encargaré de que lo hagas —amenazó de forma tierna.

        —Las cosquillas me causan tristeza, es otra de las mascaras que tiene el cuerpo para ocultar el temor —soltó la infante recuperando poco a poco la compostura, se deslizó hasta que terminó sentada en el filo de la cama—, la risa es solo una forma de canalizar el miedo

        La chica puso mucha atención a lo que la pelirroja decía—¿El miedo de que? —inquirió

        —El miedo de que vayas a matarme —culminó con una voz tan calmada que podía llegar a ser un poco aterradora.

       —¿Por qué dices eso? —el rostro alegre que una vez pintaba la cara de Elise se había convertido en una expresión neutra y de duda.

        Alissa se mantuvo en silencio unos largos segundo y luego se aproximó a la puerta media abierta—Lo leí una vez, en el computador de mi madre —dijo entre risas y se escabulló corriendo; Elise disparó una risa, más que de gracia de alivio, alivio de saber que aquella actitud tenebrosa había sido una simple broma, aunque tal vez para Alissa muy en el fondo no lo fue tanto.

. . .

           Alissa se había sorprendido de toda la actividad que había en el cuarto de baño a pesar de las horas tan tempranas. Ese día las enfermeras no parecían de muy buen humor, quizás no todas, pero al menos en su mayoría, y no se les podía culpar, levantarse más temprano de lo normal para comenzar un diario vivir que no era el precisamente el más codiciado, pero ella suponía que nadie las estaba obligando.

        Las esponjas volaban por los aires, la espuma, las burbujas, los jabones, unos gritos y algunas risas se asomaban, convirtiendo el lugar en un completo desastre con olor a fresa. Buscó la ducha mas apartada del caos y comenzó a tomar su baño ignorando todo lo que su alrededor ocurría pero no pudo evitar la llegada de Evelin al lugar, a simple vista parecía muy normal, pero luego de lo que la pelirroja había sido testigo empezó a tener un mal presentimiento de solo verla.

        Alissa nunca se había tomado la molestia de estudiarla en su totalidad, se había cruzado con ella una que otra vez por el pasillo pero en realidad casi nunca miraba hacia los lados y si evocaba bien en sus recuerdos se daba cuenta que no había escuchado su voz en ningún momento. Era una mujer de estatura promedio, tal vez andaba por los treinta, aunque el rostro serio que siempre llevaba la hacía ver mayor, era de tez olivácea, tenía unos senos pronunciados, los ojos negros y el cabello de un color curiosamente platinado.

        La mujer se remangó el uniforme y agarró a una de la revoltosas pequeñas de un solo jalón, la ubicó en frente de ella y con la manguera comenzó a ducharla, de una forma no muy gentil, la infante empezó a zapatear ante las manos de la mujer, mojándole toda la vestimenta y dificultándole la situación, como a todas las demás muchachas; de un momento a otro la morena soltó un golpe con la palma abierta en la espalda alta de la chiquilla que se paró en seco. Continuó de forma agresiva con el baño, mientras la pequeña seguía paralizada luego del aquella sorpresa la mujer maldijo entre dientes, y quizás nadie se dio cuenta pero Alissa era muy buena para leer los labios.



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En el texto hay: detective, secretos, paranormal

Editado: 19.05.2020

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