XXVIII
Nunca. Si rebobinaba dentro de su cabeza podía fácilmente recordar que nunca había recibido una golpiza tan poco gentil por parte de sus amigos imaginarios; todo su cuerpo estaba cubierto por moretones prominentes, rasguños profundos y unos cuantos mechones arrancados de raíz que rodaban en el suelo, en cambio ella no lloraba, solo se abrazaba a sí misma, con las rodillas en el pecho y los lastimados brazos rodeándolas. Sentía sus heridas flamear, y el solo hecho de respirar le causaba dolor en el cuerpo.
Cuando mencionaban que "lo hacían solamente por su propio bien" los maldecía dentro de sí, los blasfemaba, los insultaba y les deseaba la muerte, reteniendo las lagrimas a toda costa, porque las lagrimas eran excusas, excusas para desahogarse por lo que a uno le molesta o a uno le entristece, pero sus amigos le habían enseñado en mas de una ocasión que cuando algo te incordia, cuando algo te turba, cuando algo te desordena lo eliminas, mejor derramando sangre que derramando lagrimas, y ella se encontraba tonto que la gente le diera nombre, significado y un importante protagonismo a unas simples gotas de sal.
Luego de proporcionarle tremenda golpiza la arrullaron, bajo la cama, la acariciaron con una suavidad relajante y le dieron besos en todo el rostro, unos besos muy marcados y llenos de recelo, le contaron unas cuantas historias y más tarde desparecieron, como lo había hecho desde siempre, pero no sin antes recordarle que ella no pertenecía a ese lugar ni a ningún otro, que no era igual a esas personas, que ella era única en su especie y que ellos no iban a permitir nunca que ella fuera llamada "normal" porque no lo había sido, no lo era y jamás lo sería.
El dolor no parecía afectarle tanto después de todo, pero cuando se movía un poco y este se intensificaba el tetrafarmakon que había tenido la oportunidad de leer cada que se metía entre los libros de su madre le daba algo más de fuerza, solo por recordarlo, "No hay que temer al dolor corporal; cuando es intenso e insoportable dura poco y cuando dura más tiempo es menos fuerte y más soportable; nos acostumbramos al dolor moderado, el dolor intenso nos mata y entonces es el fin de todo dolor".
Las lecturas filosóficas llamaron su atención más de una vez, a pesar de tener tan poca edad, decía que tenían mas lógica, que leer sobre un beso que despierta a una princesa o de una sirena que intercambia su voz por unas piernas, la que ella consideró de la historias más absurdas del mundo.
¿Por qué cambiaria ella su voz para venir a un mundo de dolores y carencias? ¿Por unas piernas? ¿Por un príncipe?, completamente estúpido; y lo que más gracia le causaba era la forma en la que habían trasformado todo a su conveniencia, diciendo que había entregado su "voz", cuando en realidad le habían cortado la lengua. Pero le serviría de lección, para que se entere de que la inocencia era un veneno y el amor una terrible maldición. ¿Y al final, luego de tanto sacrificio, que obtuvo? Una depresión, y la idea de asesinar a su príncipe, pero prefirió dejarlo ser feliz junto a otra; y aunque ella no murió fue condenada a una eternidad de recuerdos y mucho sufrimiento, tratando de suicidarse en el mar, fue castigada elevándose en el cielo y siendo penada a ser hija del aire. "Como un ángel ascendió, como una metáfora se evaporó, como una inocente enamorada tuvo su cruel destino."
Y esa eran las historias de princesas que a Alissa le gustaban, las reales, las que mostraban uno de los lados más tóxicos y realistas de la vida, la verdadera cara del amor. Ojalá en la televisión o en los libros para niñas relataran la historia real de la sirenita, entonces vería a mas de una ingenua cortándose la lengua. Y posiblemente eso si que le parecería entretenido.
. . .
—¡Elise tienes que venir! —Raven había aparecido de golpe tras la enfermera que recién se había levantando de la cama, aun con una bata de pijama y el cabello hecho de una trenza que le caía por el hombro.
—¿Qué es lo que pasa? —cuestionó la pelinegra estrujándose los ojos y colocando las zapatillas en sus pies, mientras que Raven le daba jalones por el brazo. Estaba exaltada y reclamaba desesperadamente que fuera tras ella.
—Es Alis, algo ha pasado—respondió la peliblanca, pero sin soltar a la enfermera un solo momento.
Ambas se encaminaron sin distracciones hacia el cuarto de la niña y velozmente empujaron la puerta que yacía abierta; no había una manera exacta de describir el panorama, pero era incomprensible, todo estaba en perfecto estado. Elise se quedó de pie en frente de la entrada y no lograba interpretar por qué la peliblanca hacia tanto escándalo, y por un momento fugaz pasó dentro de su cabeza que simplemente estaba tendiendo un ataque de paranoia, pero era que no había nada que ver en aquel cuarto, y ni si quiera Alissa estaba allí, o al menos no que ella hubiese notado; Raven se quedó paralizada, claro que la había visto, lo recordaba claramente, estaba a un costado de la cama, y no cabía mas moradura en su pálido cuerpo, pero ahora ya no estaba. Entonces llegó a pensar por un instante igual de momentáneo que había sido todo producto de una invención por parte de su mente.
Sabía que no estaba muy cuerda, pero igualmente tenía el conocimiento de que no estaba tan loca, fue por ello que luego de recibir una mirada de duda por parte de la pelinegra entronó los ojos y señaló con seguridad en dirección a la oscuridad bajo la cama.
Editado: 19.05.2020