Alissa

Capitulo XXXIII

XXXIII

       No supo qué hacer en ese momento, su cuerpo se paralizó, el sonido de las cosas explotando y siendo calcinadas le llenaban los oídos, junto con los gritos, las suplicas y las reprimendas de que saliesen de allí lo antes posible, una barrera de lumbre la separaba de la multitud, dejándola sola, una vez más, como siempre fue, como siempre sería. Se le hizo un nudito en el corazón, producto de una sensación de soledad e inseguridad que ya había sentido mas de una vez, hasta que esa dulce mano tomó de la suya, se volvió con rapidez, para toparse con los ojos brillantes de Raven, que sin muchos rodeos la guió de su mano hasta el otro lado del pasillo, en busca de la escapatoria más cercana.

       ¿Cuándo se había propagado todo ese fuego? ¿Por qué dormía con tanta serenidad mientras afuera el mundo se derrumbaba? Quizás porque así era su mundo la mayor parte del tiempo.

        No dijeron una sola palabra, no pudieron, mientras menos residuos respirasen mejor, todo colapsaba, las escaleras estaban en su totalidad siendo dominadas por las llamaradas, y la única escapatoria era la azotea, a donde dudándolo un poco subieron inmediatamente, allí, decoraba Eric Hoffman, solo, mirando a su alrededor, pero con una especie de desconexión que podía llegar a ser alarmante.

        La situación empeoraba a cada instante, el humo llenaba los cielos, entristeciéndolo, y el sereno nocturno había dejado de ser fresco para volverse vaporízante y portador de escombros carbonizados que salían directamente del lugar; ya nada quedaba dentro, si algo hubo alguno vez debía estar completamente calcinado y hecho polvo, y faltaba muy poco para que Alissa, Raven y Ric terminaran de la misma forma.

        La ventana y la puerta que daban hacia dentro solo permitían apreciar las llamas que flameaban libremente, volviendo todo en nada más que recuerdos, la mayoría había salido, y los que no pudieron pasaron a convertirse en parte de los desechos. Eric Hoffman disfrutaba el panorama, como un artista que acababa de hacer una obra magnífica, sus ojos llameaban junto con la fogata, llenándole la mirada de esplendor absoluto, Alissa y Raven miraban a todos lados, buscando alguna escapatoria, pero la que tuvieron más viable hacia pocos minutos había pasado a desaparecer entre las llamaradas. El edificio emanaba completo calor, haciendo que sus rostros se broncearan y expulsaran sudor de forma incontrolable. No había evasiva al destino, solo habían dos caminos y ambos llevaban a una muerte segura, aunque una tal vez más lenta y dolorosa que la otra; por un lado intentar volver al edificio para descender piso por piso, era un suicidio en toda la extensión de la palabra, y había que ser muy tonto para hacer algo así. Y el otro camino era saltar desde aquella azotea, en un quinto piso, hacia un pasto que cubría una superficie solida, ambas muy malas ideas, pero ambas eran las únicas.

        —¿Ric que coño haces? —soltó la peliblanca en voz alta, cubriendo sus ojos del resplandor que salía por la ventana. Eric Hoffman parecía hipnotizado por el flameo, por el movimiento de las llamaradas, por su incandescencia, por su caos, se acercaba lentamente a la puerta, casi como si el fuego le pidiese que regresara dentro.

        —Volveré dentro —musitó el ojigris en lo que fue casi un susurro, pero ambas niñas escucharon aquello y se miraron alarmadas, Alissa corrió tras él y poniéndose en frente intentó detenerle el paso, hasta que el chico se quedó estático y le miró directo al rostro.

        —¡¿Te has vuelto loco?! —inquirió chillona la pelirroja, interponiéndose entre el incendio y el chico; Ric había cambiado, se veía distinto a lo habitual, como si dentro suyo las llamas también estuviesen ardiendo, aquellos ojos grises que una vez se mostraron como si se encontrasen vacios ahora estaban repletos de un color ámbar que los hacía resplandecer y mostrarse ajeno a la situación.

        —He esperado esto mucho tiempo, es mi adicción, y no puedo solo escapar —sus palabras parecían lejanas, salían en forma de mascullo, seguía avanzando con lentitud a pesar de la fuerzas erradas de la pelirroja.

        —No, no, no—exclamaba ella dando la más grande potencia de empuje posible con tal de detenerlo—, entonces has mentido, dijiste que no eras de mentir, sabía que lo hacías, y aun así decidí creerte —reclamaba Alissa, hundiéndole el rostro en el pecho a la vez que le apretaba de la cintura.

        Unos pestañeos se presentaron en el rostro del muchacho, aquel color ámbar que decoraba en sus ojos había desaparecido del todo para inundarse de un tinte rojizo que emanaba de los ondulados cabellos en el cráneo de la pálida.

         —¿Que estás diciendo? —preguntó, incorporándose de regreso a lo que le rodeaba, o más bien a quien le rodeaba por la cintura.

         —Que has mentido— repitió—, has dicho que eran mis mejillas, las que te habían vuelto adicto ahora, y me lo he creído, pero no era cierto, este caos es lo que sigue siendo lo primero para ti, sin importar quién o quienes se desintegren en él —regañaba en medio del desastre.

         —¡Hey ustedes! —Avisaba Raven a un extremo, aun buscando una salida—, no quiero interrumpir su momento pero esta mierda va a colapsar, y nosotros con ella —Alissa levantó su rostro y dirigió la vista hacia la peliblanca.

         El adolescente apartó a la infante un poco de su cuerpo, haciéndola devolver la mirada hacia él por aquella acción, la miraba sin distracciones, y despacio le metió esos mechones que siempre se escapaban para cubrirle el pecoso rostro detrás de las descoloridas orejas—No mentía —confesó



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En el texto hay: detective, secretos, paranormal

Editado: 19.05.2020

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