XXXVII
Jayden Mitman miraba su reloj de muñeca mientras conducía otro día más a la escena de la aterradora tragedia, se le había hecho tarde por lo que supuso que el sargento Duch le asesinaría inmediatamente le viese entrar por la puerta, no había que ser demasiado inteligente para saber eso. Se preparaba psicológicamente para ello. El incomodo olor a cenizas se percibía desde kilómetros antes de siquiera acercarse, se estacionó junto a las patrullas policiacas que ya estaban allí y encendió su teléfono celular dándose cuenta de que tenía unos veinte correos de voz de su mayor rugiendo, lo que era ya acostumbrado, en tan poco tiempo; escuchaba mensaje tras mensaje a las vez que a zancadas subía por las escaleras de lo que quedaba de edificio y se ponía la dichosa bata blanca para así comenzar con sus responsabilidades.
―¿Y el sargento? ―preguntó alterado a uno de los compañeros de pié en los escalones, el uniformado solo señaló hacia las escaleras que dirigía al tercer piso; el pelinegro procedió a apresurarse por llegar, si era que quería vivir para contarlo.
―¡¿Mitman puedo saber donde coño estabas metido?! ―inquirió el moreno, molesto, aunque quien sabía si realmente no lo estaba, su semblante era siempre crudo, así que era difícil de descifrar.
―Lo siento mucho señor se me ha hecho algo tarde ―contestó poniéndose sus gafas y sacando su equipo de trabajo.
―¿De verdad? si no me lo comentabas no me daba cuenta que habías llegado tarde ―disparó sarcástico el sargento, apretando sus carnosos labios.
―Yo...
―¡A trabajar Mitman! ―exigió―, este lugar se volvió malditamente escalofriante ―masculló en voz baja mientras se retiraba de la habitación.
. . .
Palpitante. Así era la sensación luego de que la palma impactara velozmente en la pequeña mejilla; fue impresionante la forma en la que el tiempo se detuvo por ese fugaz instante. El silencio reinó por escasos segundos, las miradas de Alissa y Dereck se emplataron, y por un momento ambos pasaron por ese proceso de desorientación que da cuando algo ocurre con demasiada rapidez.
Las lágrimas de frustración comenzaron a recorrer las mejillas de la pelinegra, se cubrió los labios con una mano, arrepentida de lo que acababa de pasar, pero no del todo, pues la furia seguía dentro suyo. El adulto las miró a ambas, Alissa seguía sin entender, cabizbaja y con mano temblorosa se tocó el cachete.
―Muy bien... ―hablo al fin el castaño―, ¿Qué es lo que ha pasado? ―inquirió, sintiéndose pequeño en medio de ambas féminas alteradas.
―¿Por qué no se lo preguntas a tu "Linda niña"? ―disparó la pelinegra, que lanzó la mano en trayectoria a la infante y la levantó del sillón de manera poco amable. Alissa se alzó de un brinco involuntario y solo la miró al rostro, sin expresión en su cara y con la mejilla ardiéndole.
La pelinegra tenía una toalla rodeándole el cráneo, y de un solo desliz la arrancó. Allí, donde una vez hubo una larga, saludable, y hermosa cabellera pelinegra ahora no quedaba mucho, más que unos cuantos mechones que caían de raíz con un simple soplido.
...
La pelirroja había regresado a su posición anterior, y no por gusto; Dereck se ubicó tras el desayunador y la pelinegra, que ahora se cubría la cabeza con una pañoleta se había acomodado en uno de los taburetes, con la pierna cruzada, el codo sobre la meseta y la barbilla encima de su mano, aun intentando comprender lo ocurrido con anterioridad.
―Me lo prometiste Alissa, ¿Esta es tu forma de cumplir una promesa? ―indagó el hombre, después de un rato mudo.
―Yo no hice nada ―negó, calmada, pero el hormigueo en su cara no desaparecía.
La pelinegra gruño, escapando de su serenidad y dirigiéndose en un procedimiento prepotente, Dereck se apresuró a detenerle, sosteniéndola de la muñeca y regresándola hacia atrás―¡¿Qué crees que haces niña malcriada?! ¡¿Te divierte joder?! ¡Di la verdad! ―toda personalidad dulce alegre y amable se había extinguido, y se convirtió en ferocidad y frustración incontrolable. ―, le hizo algo al shampoo, no sé cómo, ella estaba en el baño antes de que yo entrara y luego pasó esto, no es una coincidencia ―musitó volviéndose al castaño, los sollozos aumentaban por parte de ella, en cambio Alissa solo divisaba a la distancia.
―Está bien, está bien, tranquila, llegaremos al fondo de esto, pero regresa a sentarte ―suplicó apresándola.
―Alissa ¿Por qué lo hiciste? ―cuestionó nuevamente, caminando hacia la pelirroja.
―Yo no hice nada
―¿Entonces como crees tú que pasó esto?
Se encogió de hombros brevemente―No se
El adulto masajeó su frente― ¿Por qué te empeñas en mentir?
―No miento, yo no hice nada ―la pálida juntó las cejas, indignada.
―Pues no te creo, porque esto no parece una coincidencia ―confesó en un resoplido―, y estoy cansado de que quieras siempre salirte con la tuya, estas cosas no están bien, tú lo sabes perfectamente, pero desde siempre te ha encantado provocar desastres, te gusta destruir todo lo que tocas, y ya basta ―regañó, siendo sincero como nunca antes lo había hecho, sus ojos y los de Alissa se encontraron en el instante en que Dereck Moore decidió ubicarse de cuclillas delante suyo. Un prolongado tiempo de silencio se presentó delante de ellos.
Editado: 19.05.2020