XXXIX
No tenía muy claro si ya había oscurecido, o si eran las nubes grises las que le daban ese toque triste y oscurecedor a su llegada. Los rayos iluminaban el cielo, y seguido de ellos, los truenos estremecían sus tímpanos. Se detuvo en frente de la puerta y agarró un buche de aire, ella no era de retractarse, ni de regresar cuando decidía no volver, pero no era como que tuviera muchas más opciones; lo dudó un poco antes de colocar su mano sobre el pomo y rodearlo, para darle la vuelta y abrir la puerta.
El silencio estaba presente en el lugar, por razones que ella desconocía las luces permanecían apagadas, y la estancia solo estaba iluminada por la poca luz que entraba de los ventanales, cerró la compuerta tras suyo y se encaminaba a paso lento hacia el salón.
―Al fin decidiste regresar ―dijo la pelinegra con voz calmada, solo se preocupó por divisar a la infante de reojo un breve momento, y de inmediato se volvió a lo que hacía antes, menear con una cucharita el liquido que emanaba humo en una taza.
Alissa no comentó una sola palabra, mas recorrió el departamento con la mirada ―, ¿y Dereck?
―Buscándote ―musitó la joven, con serenidad―. ¿Quieres un poco? ―preguntó, refiriéndose al líquido moreno y dulce que ella tomaba. La niña subió a uno de los taburetes, y se sentó afirmando con la cabeza, sonriendo de forma tierna solo con sus labios, estaba dispuesta a ser amable, a perdonar y a borrar todo lo que había ocurrido por razones que ni ella misma lograba descifrar.
La chica se deslizó del banquillo, poniéndose de pie para dirigirse al pozuelo caliente encima de la estufa; Alissa miraba con atención el pañuelo que le cubría la cabeza, y la cara de escasa felicidad que le adornaba, todo rastro de esa chica, dulce (al menos para algunos) atenta y saltarina que la pelirroja había conocido hacia poco se había extinguido en su totalidad, dejando a penas la silueta de lo que una vez fue.
―¡Carajo! ―vociferó en un mascullo la chica, dejando caer del líquido ardiente sobre su muñeca. Mojó deprisa la parte afectada y respiró profundo buscando mantenerse en sus cabales, se sentía jodida, frustrada y todos sus derivados, las lagrimas estaban cerca de salir al exterior, pero luchaba de que no fuese así.
Transitó por el corredor sin decir palabra y entró al cuarto de baño, Alissa solo le siguió con la mirada y seguido se puso de pie para servir la bebida por sí misma, sin inmutarse de ninguna forma, aunque en realidad estaba empezando a sentir lástima por ella, pero no era como que pudiera hacer mucho al respecto, siempre pensó que a veces la gente no tenia por que tratar de entenderse, sino solo dejarse ser unos a otros, dejarse sentir.
El golpe la entorpeció un poco, fue repentino, tanto que al principio se tornó indoloro pero en muy pocos segundos ya había caído al suelo sin entender nada de lo que estaba ocurriendo. Era la segunda vez, que golpes como ese aparecían hacia ella de aquella manera. sintió un escalofrío corretearle por la espalda por escuchar el sonido que hacían las tijeras al cortar un mechón bastante abundante de su ondulada cabellera, hebra por hebra, se giró lo más rápido que pudo pero el impacto de aquel golpe aun la mantenía confundida.
Aquellos ojos oscuros se notaban repletos de furia, la niña se arrastró un poco buscando escapar pero sus fuerzas no daban para mucho. La pelinegra sostuvo con mucha fuerza otro mechón abundante de cabello, demasiado abundante y lo cortó sin piedad, disfrutando el sonido que hacía cada filamento al quebrarse, la lucha continuaba, la niña no se rendía ningún solo momento, continuaba deslizándose por las frías losetas pero la mujer seguía cortando y riendo, como si de una desquiciada se estuviera hablando. El dolor a cada jalón era insoportable, el cráneo le ardía y estaba cubierta de su propio cabello, que a cada segundo que pasaba se tornaba más corto. Se puso de pie como pudo, incorporándose de nuevo en la escena, esta vez con algo más de conciencia de lo que a su alrededor ocurría, se recargó del lavado, las afiladas tijeras se aproximaron a ella con prepotencia, rosando con su delicada piel, pero no logrando cortarla, sino a su abundante, ondulado, y hermoso pelo pelirrojo, que ya forraba un gran espacio del suelo de la concina.
Danielle, o aquello en lo que se había convertido, sostuvo las tijeras cerradas y ambas forcejearon lo mas que pudieron, un empujón brusco hizo a la ojiazul abalanzarse en contra de la meseta, dándole la espalda a la chica, la muchacha levantó el brazo con trayectoria directa al cráneo de la infante, era cuestión de segundos para que el objeto le atravesara el cráneo sin más rodeos, pero su brazo empezó a descender muy lentamente, justo cuando la pequeña atravesó el vientre de la chica con un cuchillo de cocina que adornaba no muy lejos de ella. Llena de ira y miedo lo clavó una y otra vez en el mismo lugar, hasta crear un agujero irreparable, el líquido rojo empezó a gotear de la boca de la muchacha, que con la mirada vacía cayó de frente contra el suelo.
Tenía una capacidad casi increíble para evadir la muerte y no era la primera vez que lo notaba, posiblemente tampoco la última. Sus piernecitas temblaban, hasta el punto de falsear y hacerla caer sobre sí misma; los truenos rugían en el cielo y las gotas habían comenzado a estrellarse contra el cristal de la ventana; un cadáver frente a ella, un enorme charco de sangre mezclado con cabello pelirrojo, trastes rotos y chocolate derramándose. Pasaba sus dedos por su ahora deformada cabellera corta, se arrastró, aun con el arma homicida en mano y se sentó junto al cuerpo, se mantuvo observándolo por unos segundos hasta que su vista se fue tornando cada vez más oscura y todo a su alrededor desapareció.
Editado: 19.05.2020