XL
El mismo sonido volvía a resonar en sus oídos pero esta vez con más gentileza en comparación a la anterior. Los mechoncitos rojos caían sobre sus hombros y se resbalaban para terminar tendidos en el mosaico del suelo mientras que las tijeras los costaban de a poco por las atentas manos de Dereck Moore. Ambos se preparaban para que Alissa asistiera al colegio, no pensó que volvería a ese lugar alguna vez, pero parecía que si, puesto que ya estaba correctamente vestida para ello.
El castaño hizo lo mejor que estuvo a su disposición con el desastre monumental que le había quedado a la infante en la cabeza, cortó todo, hasta que lo que una vez fue una melena extensa se convirtió en una porción de cabello que no pasaba siquiera de la mitad de sus pálidas orejas, en un corte que se le haría tradicionalmente a un niño. Pasó el brazo por alrededor de ella, y con él, la manta que le cubría los hombros, la sacudió con mala gana y despareció al cuarto de baño en cuestión de unas cuantas zancadas. No habían soltado una sola palabra desde la noche anterior, pero no parecía que alguno quisiese hablar del asunto en realidad. El recorte improvisado había finalizado oficialmente, y ahí, en ese instante en que el adulto se encargaba de acomodar todo lo posible lo que quedaba de cabello había sido el contacto físico mas cercano que Alissa había tenido entre el día anterior y ese.
―¿Cómo he quedado? ―atinó a preguntar, sosteniéndole velozmente de la camisa blanca sobre su cuerpo, en un movimiento de desesperación; sabía perfectamente que solo era cuestión de alzar la mirada y ver como había quedado a través del cristal de la alacena, entonces ahí se apreciaba claramente que sus intenciones eran otras.
El hombre se detuvo en seco, con escalofríos en la complexión, su piel se palpaba de gallina, cerró los ojos en un intento por serenarse, suspiró, ladeó la cabeza baja hacia la niña y no dijo una sola palabra, solo le tomó de la manita para apartarla de él con suma delicadeza―Te han crecido mucho las uñas, hay que cortarlas ―ambos se miraron directamente a los ojos a los que Dereck Moore esbozó una media sonrisa tan cruda y seca que desbordó incluso remordimientos.
El castaño le devolvió su manita, ubicándola sobe su muslo cubierto por la falda de un vestido café que la adornaba, extinguió aquello en su rostro que no llegaba a ser siquiera el reflejo de una sonrisa y se encaminó al baño en donde no tardó ni un minuto para regresar, con el diminuto cortaúñas en manos. Se acomodó frente de a la niña, de cuclillas, le tomó de nuevo la mano con gentileza y empezó a corta sus alargadas uñas, una por una, dedo por dedo.
La pelirroja inspiró aire a través de los espacios entre sus dientecitos, e involuntariamente se abalanzó un poco hacia atrás, apartando la mano de lo que el adulto hacia. Una gotita de sangre empezaba a salir por un extremo de donde había una vez un pedazo de uña, el hombre no lo pensó mucho para ubicar la yema sangrante de aquel blanquecino dedo dentro de su boca, lo succionó unos segundos hasta que la hemorragia se detuvo del todo. Finalizó con los demás cortes en las garras restantes y se incorporó con sus piernas rectas otra vez, Alissa le divisó todo el tiempo, cada movimiento silencioso, él se fue inclinando muy apaciblemente sobre el desayunador frente a ella, sus ojos miel enrojecieron y dos lagrimas le recorrieron el rostro , todo su semblante se arrugó, en un intento por contenerlas, luego de que estas ya le habían recorrido todo el rostro hasta la barbilla; hizo desaparecer ambas gotas de sal con un rose brusco de sus palmas contra sus pómulos, se rehabilitó deprisa y fue a por sus llaves al cuarto.
―Hay que apresurarnos, se hace tarde ―musitó en medio del pasillo.
. . .
Les vio a ambos descender de la torre de departamentos, subir al auto del chofer con normalidad y partir casi de forma apresurada, mientras aquello pasaba sus ojos se encontraban ubicando cada movimientos a través de una comisura sobre el cristal del coche que subió de inmediato al verlos alejarse.
Aquel día anterior de lluvia intentó mentirse a sí mismo, repitiéndose dentro de la cabeza que solo se iría a casa y dejaría aquello pasar como si nada, pero creyó―si, creyó, aunque poca cosa sobre eso creía― que si el supuesto destino, o le que fuese que le hubiera ubicado a esa niña tan directamente en su camino no lo había hecho solo por casualidad.
Flashback
La vio desaparecer dentro del edificio, a la vez que el taxista emprendía nuevamente el viaje, Mitman no pudo apartar la vista de ella, de la melena colorada que se tambaleaba cada que subía un escalón, o que solo daba un paso sobre la acera.
―Deténgase ―ordenó en un murmullo al conductor que siguió el paso y frunció el entrecejo.
―Creí que este no era su destino ―atinó el señor mayor a través del retrovisor.
―Solo deténgase por favor ―repitió, sin poder quitar la mirada del lugar, como un niño que ve la feria desaparecer a través del vidrio en el asiento trasero del auto de su padre.
El hombre resopló y ladeó la cabeza resignado―Como usted diga jefe ―el hombre mayor detuvo la trayectoria, recibió su respectiva paga y partió del sitio sin hacer comentarios.
Las horas pasaban muy lentamente, y con ellas se desaparecía la poca luz que quedaba del día. Cayó al fin una fría y húmeda noche, que lo había dejado hecho un desastre, completamente empapado a la vez que se congelaba ahí fuera, pero su curiosidad le daba calor; había esperado horas, a que algo pasara, o a que simplemente la chiquilla volviera a salir de allí en busca de lo que sea, y no se sentía orgulloso en lo absoluto de lo que estaba haciendo, pero algo mas allá de si mismo era lo que le motivaba, porque esa mirada azulada ocultaba cosas, temía a cosas y él no se quedaría sin averiguarlas, pues esa mirada él la conocía muy bien, la conocía más que cualquier otra persona.
Editado: 19.05.2020