XLII
—¡Acaso te falta un tornillo! —La reprimenda era de esperarse y por eso Jayden a penas entornaba los ojos ante ella; esos labios morenos y carnosos se movían de una forma rápida, soltando regaños tan veloces que apenas se lograba comprender alguna que otra cosa, y a la vez unas gotas microscópicas de saliva salían disparadas y se disipaban de inmediato.
—Señor... —inició el pelinegro en el solo intento de decir algo a su favor.
—No, no, no, señor nada —continuó apelando el moreno, con unos ademanes exagerados y la vena de su frente más notable y palpitante que nunca antes—, un reo, y no uno cualquiera, un asesino
—No ha sido con malas intenciones señor — musitó el joven, y hasta se sintió tonto por haber dicho eso, sabiendo que las intenciones buenas o malas no eran algo que tuvieran importancia en ese instante, pero sus palabras solo salieron disparadas, no encontró algo mejor que decir.
—Ni siquiera tengo una maldita idea de que debo hacer contigo ahora, si fuera por mí estarías despedido —el pelinegro tragó saliva ante esas palabras, tal vez si había exagerado un poco al llevarse a un reo de esa forma, y sobre todo a uno que estaba teniendo tanta relevancia en esos momentos, aparte de que al final fue en vano dada la poca información que había podido sacar de todo el asunto, que era en realidad muy limitada a lo que él esperaba.
—No volverá a pasar sargento —sus comentarios eran completamente frigoríficos, trataba de mantenerse sereno ante la situación, pero más que por eso se trataba de que no podía romper el trato que había hecho con Dereck Moore hacia poco.
—¡Claro que no volverá a pasar! —Vociferó Duch, exasperado, y soltó sobre la mesa un puñetazo que estremeció la oficina—, suspensión laboral hasta nuevo aviso. Sin tener permitido el acceso al edificio, mucho menos a tu oficina.
—¡¿Qué?! Pero señor, tengo asuntos sin resolver necesito mi equipo —se excusó Mitman, y no estaba del todo mintiendo, una suspensión equivalía a un tiempo indefinido sin poder hacer demasiado, y por supuesto a la imposición de no saber cualquier detalle sobre el caso de Dereck Moore.
—Esta decisión no la he tomado yo, aunque no lo creas yo también tengo superiores, superiores que me discuten cuando contrato a un joven que sin tener siquiera seis meses aquí ya está rompiendo las reglas —musitó, calmándose y mostrándose compasivo aunque ese no pareciera ser su cometido—, y ni siquiera has podido comenzar por las rupturas de reglamento básicas, sino por las de código rojo; así que solo lárgate y se te avisará que ha pasado con tu puesto
—Entiendo señor, y me disculpo enormemente —fue lo único que el joven pudo enunciar, se sentía intranquilo por eso, pero sentía que cosas más importantes que aquella le punzaban el cerebro en busca de atención.
—Lárgate de mi vista con tus disculpas, y dile a Loren que me traiga mi café mientras te vas al carajo —aquello no salió de su boca tan agresivo como parecía—, yo veré como convenzo a los coyotes de que consideren a una indefensa rata de laboratorio
. . .
Al fin pudo escaparse de la comisaria, con uno que otro mal sabor de boca, pero nada de lo que tuviera que preocuparse. Se estacionó al otro lado de la acera, en frente a una cabina telefónica que decoraba allí, no pensaba quedarse demasiado tiempo. Se acercó a la recepción a zancadas, pero no sin antes arreglarse el cabello y colmarse de confianza.
—Buenos días —musitó, tomando una postura que lo hacía estar muy cerca de la rubia que tecleaba con rapidez. La chica levantó la cabeza con pesadez, y el rostro le cambio al tener el atractivo semblante de Jayden frente a ella.
—Buenos días, ¿Puedo ayudarte en algo? —su sonrisa de dientes uniformes se extendió de oreja a oreja.
—Sí, perdona que te moleste pero un doctor de arriba me solicitó con una exigencia feroz que llamara a una chica llamada... —titubeó, buscando con la mirada el gafete plateado que la muchacha tenía en el busto, pero sin parecer demasiado obvio—, Ruth, de recepción. Me gritó que era imprescindible que fueras con él, pero de haber sabido que serias así de atractiva le hubiese dicho que no tenía que mencionar tu nombre con tanta prepotencia, y le hubiese golpeado en el rostro —sus halagos y coqueteos hicieron a la chica estremecerse delante suyo, con ambas mejillas coloradas. Se acarició el moño bien apretado de cabello rubio y le lanzó una mirada a la vez que se mordía un poco el labio de forma casi inconsciente.
—Debe ser el doctor Roshelle, es un gruñón —farfulló y se puso de pie con torpeza—, ¿Serías tan amable de mantenerte pendiente mientras regreso?
—Por una dulzura como tu atendería la recepción todo el día de ser necesario —la chica se encontraba completamente anonadada de su atractivo, y con los hombros encogidos salió avergonzada hacia su falso destino.
Solo fue cuestión de que esas puertas metálicas se cerraran, con la chica en su interior, para que el pelinegro borrara aquella sonrisa picara que se esforzaba por mantener y rodeara la mesa de la recepción. Colocó una memoria en el puerto y luego de unas cuantas cliqueadas esperó impaciente a que la barra azul en la pantalla se llenara del todo.
Editado: 19.05.2020