Alissa

Capitulo XLV

XLV

       Aire, necesitaba aire con urgencia. Tomaba bocanadas hasta llenar sus pulmones por completo, pero eso no lograba serenarlo por más que lo intentara, si necesitaba estar a solas y respirar en tranquilidad el cuarto de evidencias era el lugar perfecto para él, pero si quería huir de las verdades de los seres humanos entonces estaba en el lugar erróneo. Daba vueltas sobre sus propios pies, nada encajaba, podía sentir como la locura se apoderaba de si, aquella vez, cuando llegó la primera vez, no pensó que las palabras de Duch fuesen tan reales cuando comentaba que procurara no enloquecer, ahora el peso de no tomar en cuenta aquella recomendación estaba cayendo sobre su espalda.

       Pensar en la mirada de Dereck Moore le sacaba de sus casillas, sus palabras de arrepentimiento por cosas que ni siquiera estaban en sus manos, no era justo. La vida le había dado otra oportunidad de recuperar lo que creía había perdido pero un ser con complejo de Dios le arrebató su opción de las manos, y delante de sus ojos.

       Pero para su suerte o quizás para su desgracia Jayden tenía una extraña conexión con el destino, y parecía que a este el pelinegro le caía muy bien.

       El tono estrambótico salía de quien sabe dónde, lo alarmó de inmediato por interrumpir de forma tan abrupta el silencio que lo tenía más relajado hasta el momento; se giró con discreción y vio la luz salir por los orificios laterales con los que contaba la caja, era de lo más normal que se confiscaran teléfonos celulares en las escenas de crímenes, lo que no era normal es que se dejaran encendidos. Abrió el paquete y allí vibraba y resonaba el aparatito, aparatito que una vez le perteneció a Arthur Rowling cuando aun su presencia poco valiosa vagaba por los alrededores.

       Creía estar imaginando cosas, pero no era así, la pantalla marcaba claramente un numero privado que no se rendía. Deslizó el dedo sobre el botón verde y acercó el teléfono hacia su oído con una lentitud inquietante.

       —¿H-hola? —balbuceó en un susurro, y la respuesta de su remitente tardó en aparecer.

       —¿Arthur Rowling? —una voz femenina y dulce inundó sus oídos y su corazón se calmó al menos un poco.

       —Si, él habla —mintió, agarrando seguridad en la voz

       —Le hablamos del hospital central para informarle que su esposa ha regresado exitosamente del estado de inconsciencia en el que se encontraba y que mas tardar en unas dos horas, luego de algunos estudios rutinarios podrá irse a casa junto a su hija —musitó la chica con clara felicidad en sus palabras.

       —Otro peón —farfulló en voz baja el pelinegro, perdiendo la mirada en un lugar cualquiera del cuarto, si los que rodeaban a la niña eran peones su madre debía ser en definitiva otro de ellos, uno muy importante, porque aun tenia junto a ella a la reina.

       —¿Disculpe? —inquirió la chica con confusión.

       —Perdone señorita, decía que estoy fuera del país, y no podré ir a por mi familia —dijo con lastima fingida—, pero enviaré a un amigo por ellas, su nombre es Jayden Mitman, estará allí en poco tiempo

       —Pues perfecto, muchas gracias

       —A usted

       Colocó el teléfono en sus manos, aun con los pensamientos flotando fuera de su cabeza, se incorporó de nuevo, cerró la caja y metió el teléfono del difunto dentro de su bolsillo para salir apresurado del sitio, aun quedaba otra oportunidad.

. . .

        —Vaya, parece que somos compañeros de gazas —comentó en un susurro, intentando ser gracioso con la niña que era traída en silla de ruedas frente a él, aun parecía confundida, y nadie podía culparla, había estado siendo suplida con muchos medicamentos, y la tenían algo desconcertada.

       Por otro lado Laura Wells parecía renovada, el dormir por tanto tiempo pareció sentarle demasiado bien; el parecido entre ambas era impresionante, los mismos mechones rojizos y ondulados, la misma piel descolorada y sobre todo los mismos faroles azules.

       —Laura Wells, bienvenida de regreso —soltó después de salir de su extraña fascinación por ambas féminas—, soy Jayden Mitman, medico forense e investigador de la policía

       —Es un gusto —ella sonrió y la expresión del joven se descompuso, la sonrisa perfecta y amable de aquella mujer pelirroja se le incrustó directo en el pecho. —, Perdone mi atrevimiento, pero, ¿Qué desea de nosotras?

       Jayden agitó la cabeza, reincorporándose de regreso en la plática—Yo he venido por ustedes, les daré un lugar donde quedarse —dijo amable

       —¿A pasado algo con nuestra casa? —una de sus cejas pelirrojas se elevó.

       —No exactamente —dijo—, pero hay algunas cosas de las que se ha perdido en estos meses —aclaró torciendo la comisura de sus labios.

...

       Le quedaba más que claro que no era prudente, y que había asegurado su superior que aquella noche dormiría en un hotel, por su propia seguridad, pero no se podía permitir desperdiciar una oportunidad como la que tenía junto a él. El taxi los dejó a los tres en frente de la residencia Mitman, puesto que hacía muy poco, el que una vez fue su medio de transporte personal, tuvo un muy triste desenlace. Jayden llevaba a la pequeña pelirroja dormida en su brazo mientras que Laura le seguía tras suyo. Dos peones cuidando a la reina.



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En el texto hay: detective, secretos, paranormal

Editado: 19.05.2020

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