XLVI
Estaba hecho un monigote de furia y desesperación, podrían estar lo suficientemente lejos, él había dormido por horas, y ellas pudieron irse en menos de diez minutos, tal vez cinco, luego de que él callera dormido. Entendió la insistencia de la mujer por preparar el té, y también comprendió el efecto soporífico tan repentino que apareció en él luego de tomarlo, quería tiempo para escabullirse.
Por supuesto que Agatha Solovióva había desaparecido, irse de su país y cambiar de nombre era algo muy sencillo para gente con el poderío con el que esa mujer contaba, estaba más claro que el agua. Volvía de nuevo a caminar de un lado a otro en el cuarto, era de madrugada, no tenía la menos idea de a dónde podían haber ido, ni tampoco un auto para transportarse. Quizás el destino estaba de su lado, pero la suerte no precisamente tanto.
...
—¿Y bueno? —Duch se giró repentinamente luego de que ambos oficiales se adentraran en la oficina. Jayden intentaba mantener la calma a petición de su superior pero mantenerse quieto mientras todas esas barbaridades salían a la luz no parecía ser demasiado fácil para él.
—Nada señor —dijeron ambos uniformados a coro y el pelinegro dirigió su vista a Duch por encima de la uña que se estaba comiendo sin piedad.
—¿Se cercioraron de todo? —Inquirió el moreno con una angustia similar a la que Jayden Mitman se encontraba sufriendo, pero el superior sabia mantener la calma sin tener que trasquilar alguna parte de su cuerpo.
—Aviones, trenes, taxis, todo señor, no hay rastros de que hayan abandonado el país o simplemente la ciudad
—¿Y su casa? —cuestionó Jayden interrumpiendo en la plática.
—Hemos pasado por allí, pero como sabrá sin una orden judicial no podemos poner un sol pie dentro de la casa, por mas abandonada que se encuentre —musitó uno de los oficiales con sinceridad.
Duch le lanzó una mirada de angustia al pelinegro, lo que no era propio de si, como si hablara con sus ojos. Tardó así unos segundos y luego soltó un resoplido, si una vez quiso darle al muchacho al menos un ápice de esperanza ya no quedaba más.
—Está bien muchachos, cualquier otra cosa que obtengan no duden en informar, mantengan los ojos bien abiertos —la gentileza en sus palabras era simplemente producto de su decepción. Se mantuvo con los brazos cruzados a la vez que se recargaba de espaldas al escritorio y mientras tanto Jayden seguía dándole vueltas al asunto en su cabeza.
—Esto es una locura —comentó Mitman, mirando a la nada —, es como una maldita historia de terror —su tono de voz era distinto al de siempre, había frialdad y trauma en él, y no era para menos con los últimos días que había tenido, sentía que verdaderamente en cualquier momento su cordura se desgastaría hasta que no quedara ni el rastro de lo que fue.
—Lograremos seguirle el rastro, es cuestión de tiempo para que aparezcan —soltó el sargento, en el intento errado de dar ánimos al bulto de nervios que decoraba en el sillón áspero de su oficina.
Jayden negaba con la cabeza—¿Cree que alguien que se ha ocultado por tanto tiempo no pueda hacerlo ahora con facilidad? —el moreno torció la comisura del labio, componiendo una mueca.
—Me gustaría saber que decirte Mitman, pero me has dado demasiada información para procesar, aun no logro ingerir todo
—Es un maldito juego macabro, y esa niña es la muñeca favorita de estas dos escorias —la mano del pelinegro temblaba próxima a su boca—, tiene miedo, desde la primera vez que la vi, pude divisar su temor, es una pequeña sin brillo en los ojos, ¿Y que es un niño sin su resplandor de inocencia?
El aire acondicionado enfriaba en todo su esplendor, justo como al superior le gustaba disfrutar, pero la ventilación no parecía tener ningún efecto sobre Mitman, que sudaba de una forma salvaje, aun con el aire tambaleándole el cabello y congelándole la nariz.
—Esto es inimaginable, y no dudo que esa niña tenga miedo, pero tú te ves jodido, y créeme que no te culpo —el hombre se acercó se forma apacible—, deberías ir a casa y descansar un poco, cualquier cosa que ocurra te mantendré al tanto —su mano hizo el intento de posarse en el hombro del chico, que se apartó antes de que el contacto se hiciera real. —, ¿A dónde vas? —peguntó el moreno viéndolo aproximarse a la puerta sin comentario alguno
—A casa —farfulló a la vez que desaparecía de los ojos del hombre a sus espaldas, que prefirió mantener distancia y solo dejarlo ir.
. . .
Seguía pensando en las ventajas del hecho de ser policía, y una de ellas era la posibilidad de tomar prestada una patrulla, con fines investigativos, fines que no se tomó la molestia de proporcionar a su superior, que por primera vez mostraba empatía sincera hacia él. Quizás estaba un poco salido de sus cabales, pero le quedaba muy en claro que la idea de solo patrullar las calles al azar no iba a traer mucho más que decepciones y cansancio.
La sorpresa de Laura Wells le había caído muy temprano, por ello había salido junto con el sol, directo a la comisaría donde había informado todo lo ocurrido o al menos casi todo lo que de la boca le pudo salir en ese momento. Al entrar a casa soltó las llaves sobre la mesita a un lado de la puerta, y sintió que con ella se le salieron todas las ganas de existir que alguna vez tuvo en el cuerpo; sus pijamas eran lo que lo vestían aun, incluso los calcetines dentro de unas sandalias ridículas que fueron lo primero a su alcance antes de salir a toda velocidad.
Editado: 19.05.2020