No se había tomado la molestia siquiera de darse una ducha. Mal herido, mal oliente y exhausto se sentó en aquella silla incomoda, en frente de la mesa metálica y el hombre de muletas que no hacia mas que mirarlo como si se tratara de una reunión de viejos amigos.
Duch no quería que fuese Mitman quien ejecutara aquel interrogatorio, pero el muchacho se había vuelto más terco que nunca antes, aquel caso lo había cambiado, física y emocionalmente. Aun así se mantenía pendiente al otro lado del cristal, casi sin pestañear con tal de no perder ni un solo detalle,
—Voy a ser directo, y espero que también lo seas —habló al fin, en un suspiro, luego de unos lagos minutos donde solo se dedicó a mirar los azulados ojos que eran idénticos a los de la pequeña, también a los de la mujer, pero cada uno escondía su particularidad, miedo, misterio y muerte.
—Cuando quiera —contestó dispuesto su acompañante, cruzándose de brazo.
—¿Qué es Ochranný Zápěstí? —su expresión facial era tan fría como el hielo mismo. El pelirrojo esbozó una media sonrisa.
—De lo que yo puedo librarte si me lo permites, y créeme, quiere que yo te libre —musitó acomodándose en la silla, restando importancia a lo que sea que Mitman hablaba.
—De lo que no te vas a librar es de la condena de prisión o del balazo entre ceja y ceja que pienso meterte si no hablas ahora —soltó, con una tranquilidad que hizo a sus palabras aun mas amenazadoras.
—Mitman mantén la calma —la voz de Duch salió por el megáfono diminuto a una esquina del cuarto.
—Tranquilo investigador, si quiere saber le haré saber, quizás así recapacite mi oferta —sonrió con sus dientes blancos y uniformes—, Ochranný Zápěstí, Alissa es una Ochranný Zápěstí
—¿Y que eso que significa?
—Una tradición familiar, mi madre creía que era una maldición, pero es una bendición, solo que no todos lo saben apreciar
—¿En que se basa?
—Pequeñas entrenadas para la protección del "aquelarre", con las manos manchadas y dispuestas a todo
—¿Entrenadas por quien?
El hombre ladeó la cabeza de lado a lado a la vez que ponía los ojos en blanco, como expresión de fastidio—Eso depende, Agatha es la mejor que hemos tenido en toda la historia de la tradición, entrenada personalmente por mi padre y por mí —dijo el aojiazul con orgullo—, y Alissa entrenada por ella, como usted mismo vio es mejor incluso que su propia madre, y a la vez peor para quienes la rodean
—Es solo una pequeña corrompida por unos monstruos —agregó el pelinegro con repulsión en sus palabras—, hicieron lo que les dio la gana con ella y ahora es todo menos una niña —apretaba los puños, en el intento de contener su rabia.
Su acompañante negó y se enderezó en el asiento—Así nacen, solo las ayudamos a descubrir lo que son
El silencio se presentó entre ambos luego del comentario, el sonido de la ventilación se percibía fácilmente y el mundo se detuvo por un breve momento.
—¡Eres una basura! —vociferó el investigador dejando de lado las formalidades y sujetando al pálido por el cuello de la camiseta, levantándolo un poco.
—Tienes la oportunidad de dejar que me la lleve o la de quedarte con ella y ver como destruye tu mundo —sugirió tranquilamente a pesar de la posición en la que se encontraba.
—Ella no ha destruido nada, ustedes son los que la han destruido —los puños se le cerraban cada vez mas furiosos
—Claro que ha destruido, es su naturaleza, solo rebobina un poco y lo verás, ¿Cuánta muerte ha traído a rastras?
—No son suyas, son muertes que ustedes le han echado sobre su pequeña espalda
Una risotada se escapó de los labios del ojiazul—Oh vaya, otro que cae en su trampa —musitó entre risas—, así empieza, una dulzura, deseas protegerla y estar con ella para que nadie le haga daño, pareciera que ella es la flor, pero es la espina —el empujón lo tomó por sorpresa haciéndolos a ambos caer uno encima del otro sin dejar de luchar, la pistola se deslizó por el suelo hasta un extremo del cuarto y ambos guerreaban por alcanzarla.
Los ojos del moreno al otro lado del cristal se abrieron exaltados, liberó su arma del estuche y apresurado giró la perilla de la puerta, en el intento errado por abrirla. Muy aparentemente Mitman no quería ser interrumpido, el seguro en la puerta lo dejó muy claro.
El gatillo fue empujado hacia atrás y el arma apuntada con firmeza hacia la cabeza del pelinegro que por su propia seguridad quedó inmóvil. Por otro lado el corpulento superior estrellaba su hombro contra la puerta en un ataque de desesperación.
—Se entrenan para matar, para sufrir y para hacer sufrir, al último que di la advertencia sobre esto no hizo caso omiso y terminó hecho pedazos en una caja de cartón —el hombre sobre Mitman compuso una sonrisa maliciosa—Cuando veas que ya no te queda nada, y sea por su culpa, te acordarás de mí. Lo prometo
El disparo apareció justo en el instante en el que la puerta se derrumbó, la bala ya había cruzado el cráneo y había hecho los sesos volar, ya no había retorno.
Editado: 19.05.2020